Diego Muñoz Valenzuela

por Diego Muñoz Valenzuela, escritor, Presidente de Letras de Chile

En una columna publicada hace menos de tres semanas, el 26/03/20 en El desconcierto bajo el título “Winter is coming” me referí a las crisis por venir. Ahora acabamos de sumergirnos en una peor fase de la pandemia, tras un fuerte recrudecimiento de los casos de nuevos contagiados, con veinticinco fallecidos diarios, y el sistema público de salud saturado o al borde del colapso (ver https://www.eldesconcierto.cl/2020/03/26/winter-is-coming/).

No podía adivinar cuán cerca estábamos de iniciar esta fase donde la pandemia amenaza superar cualquier control posible. De hecho, el Presidente Piñera anunció la venida de la “Nueva Normalidad”, copiando los modelos de relato europeos que le quedan tan grandes como las chaquetas. Y luego corrigió el vocablo -no así el error de fondo- proclamando el mantra del “Retorno Seguro” como si se tratara del arribo del Espíritu Santo. Estas consignas, tal vez con cierto desgano o alguna dosis de resignación, fueron repetidas disciplinadamente por el Ministro Mañalich días antes de anunciar en lenguaje bélico el inicio de la “batalla por Santiago” (curiosa metáfora que tal vez revela la mirada guerrera del conflicto de fondo, la crisis social). Todo esto daba por descontado que ya nos hallábamos en la meseta de la epidemia, con el Covid-19 a raya gracias a las políticas dictadas por los émulos de Sun Tzu.

De repente desaparecieron del escenario comunicacional del gobierno, como por arte de magia, los términos recién acuñados de Nueva Normalidad y Retorno Seguro. Y, según el itinerario definido por los expertos en comunicación, se aplicó un giro brusco. El alza de los contagios tiene una sola explicación aceptable para el gobierno: la falta de obediencia de la ciudadanía inconsciente a las medidas proclamadas por la autoridad. Salen del ámbito de las explicaciones del explosivo aumento de contagios la falta de previsión de medidas efectivas previas por parte de la autoridad. Por ejemplo, la aplicación de una cuarentena general temprana en la Región Metropolitana, la adquisición de equipamiento e insumos a comienzos del año (cuando ya estaba más que anunciada la llegada del virus) y no a última hora, la consideración de las recomendaciones de los expertos en epidemiología y salud pública. ¡Qué decir del irresponsable y demencial anuncio de la Nueva Normalidad y el Retorno Seguro!, claros mensajes que la ciudadanía tomó como incentivos a regresar a los trabajos, desesperados por la falta de recursos para la subsistencia.

Ciertamente hay muchos ejemplos de conductas irresponsables de personas, pero eso no constituye de modo alguno una explicación razonable para el alza de los contagios. Las explicaciones hay que hallarlas en otra parte, concretamente en la maraña de pésimas decisiones gubernamentales respecto del manejo sanitario. La ansiedad por recuperar los niveles de actividad económica condujo al gobierno hegemonizado por la visión neoliberal a dar los pasos y señales equivocados.

Ahora los conejos saltan en cohortes del sombrero de copa de los Ministros y es la irresponsabilidad de los ciudadanos la causa del crecimiento de la pandemia y el colapso del sistema de salud. De este modo se infantiliza a los ciudadanos; si no son capaces de comportarse responsablemente en la crisis sanitaria, ¿qué puede esperarse en lo que se refiere al itinerario constitucional acordado? Y así la derecha dura va construyendo escenarios, aprovechando la tregua que genera la expansión del Covid-19 y el miedo que ella genera en la gente para desplegar su estrategia para los próximos meses, que puede describirse en los puntos que siguen.

  • Dadas las severas consecuencias en el ámbito económico (pérdida de empleos, situación crítica o quiebra de las empresas, baja de los ingresos familiares), es preciso poner la prioridad central, única, en la recuperación de la economía.
  • Por ende, el itinerario constitucional y de elecciones debe revisarse, ya sea retrasándolo de manera significativa, o anulándolo, por ejemplo, levantando una nueva constitución relámpago simplificada (una apenas remozada Constitución del 80) que es la divisa impulsada por el sector más reaccionario de la derecha.
  • Una activa preparación de los sistemas represivos, mediante equipamiento, reorganización y preparación para “controlar” eventuales rebrotes de protesta ciudadana con máxima efectividad. Aquí pueden considerarse varios proyectos de ley como aquel reciente que apunta de blindar al gobierno en materia de derechos humanos, limitando la jurisdicción de la Corte Penal Internacional.
  • La ejecución ya en marcha de una estrategia comunicacional que tiene todo el día, varias horas al día, presentes en las pantallas de televisión, sin contrapeso alguno, a los personeros de gobierno transmitiendo su libreto diseñado con prolijidad.

Agreguemos a este cuadro desalentador la sazón de una oposición dividida y desmantelada, desmoralizada, carente de líderes orientadores con la altura de miras y eficacia intelectual de otrora, nos encontramos con un desastre potencial mayúsculo. Nuestros políticos dan vergüenza ajena cuando los comparamos con lo que tuvimos en épocas pasadas, hace más de 50 años; por desgracia la mayoría de los actuales no dan para nada la talla al tenor de sus comportamientos y precaria iniciativa.

La gran interrogante que surge es básica, esencial e inquietante, por decir lo menos: ¿qué hacer en esta circunstancia? Es decir, en plena cuarentena, en vigencia de un control comunicacional estricto, restricciones severas al desplazamiento, pandemia en ascenso, inmovilidad de los partidos políticos opositores, arremetida de la ultraderecha y a las puertas de una crisis socioeconómica de enormes proporciones.

En mi mente se repiten las mismas respuestas, así como nuevas preguntas. Las respuestas tienen que ver con la articulación de la oposición en un amplio arco, para salir con éxito al paso del plan que impulsa la derecha. Organizarse, dialogar, proponer en un amplio enfoque participativo de las fuerzas sociales.

Las preguntas son muchas, pero destaco unas pocas. ¿Cómo hacer presente la opinión de intelectuales, profesionales y artistas? ¿Cómo estimular para que se genere opinión? (algunos escriben columnas y artículos espontáneamente, pero me parecen insuficientes los esfuerzos que se están llevando a cabo) ¿Cómo recuperar la iniciativa y la participación ciudadana? ¿Cómo lograr la participación de millares de compatriotas que tienen opinión? Solo así podremos -ya en la proximidad inquietante del invierno- defender el itinerario previsto para escribir democráticamente, por primera vez en la historia, una Carta Magna que nos permita avanzar con paso seguro a instalar los cambios imprescindibles para recuperar un Chile libre, digno y justo.