por Omar López, poeta y gato

Existe algo en la música selecta que resulta intransferible y a veces, patético. Trato de traducir esas emociones y ese contacto con una sola voz (orquesta) y la arquitectura de distintos idiomas en violines, piano, instrumentos de viento y otros hermanos de sonido: No puedo. Escuchar para buscar, escuchar para viajar al fondo de la piel y las zonas aquellas que necesitan otra caricia. Las obras de cualquiera de los grandes maestros tienen la frescura en sus movimientos y lenguajes, tocan con suavidad de pluma la superficie de un corazón muchas veces acorralado por la incertidumbre o las penas. El “Sueño de amor” de Franz Liszt, por ejemplo, transmite precisamente la profundidad del sentimiento más determinante y mal educado del ser humano: el amor. Qué cosas nos hemos hecho o cuantas historias no están, han estado y estarán marcadas por estas cuatro letras…el infinito amor, incluso el actual, con mascarilla y miedo, con resignación o resistencia.

Ahora estoy escuchando a Bach y su abrazo es tan emocionante como, en momentos de agilidad interior, me libera “Chico Trujillo”. Entre estas dos circunstancias está el mapa de mi respeto hacia los creadores y el arte musical: Tangos, de Gardel a Goyeneche o Piazzola; corridos mexicanos de José Alfredo Jiménez a Juan Gabriel; música chilena desde la hermosa Violeta a Los Jaivas, sin olvidar a Congreso, pasando por Patricio Manns; el Inti y Víctor Jara. Es decir, entiendo que todos tenemos un mapa de gustos o preferencias, sea jazz, rock o la gran variedad de estilos y modas que hoy existen y si bien los iluminados Beatles rompieron todas las marcas de melodías y canciones en la década del sesenta, la música en un mundo en constante exploración y sus notas, lenguaje universal y humilde están ahí, a la mano de nuevos genios.

La respiración de un piano es para estas orejitas, un dulce inagotable. Los violines son árboles en movimiento y la guitarra una voz con olor a penumbra, a tarde sin apuro, a sombra de viento. Bien, todo buen arte debe ser ventana a la humanidad y su mejor aplauso el respeto y la libertad absoluta para esa creación y pensamiento. Por los mismo, las tiranías suelen perseguir y prohibir a los artistas, ven en su presencia un peligro, un enemigo de temer y una amenaza a la perversión de sus gobiernos. Y no dudan en asesinarlos, encarcelarlos o estigmatizarlos para destruir el alcance y la belleza de sus obras.

Por el momento, la música nos acompaña mucho mejor que cualquier noticiero. Esa música que es otro silencio y otra compañía. El genio de Beethoven luchaba contra la sordera, nosotros debemos hacer lo mismo.