Y si una golondrina hiciera verano…

por Hernán Ramírez Portaro

Llama la atención y se transforma en objeto de estudio el fenómeno político Sebastián Piñera en la presidencia de la república en su segundo gobierno. Elegido con el 55 % aprox. de la votación del electorado que efectivamente votó en segunda vuelta en enero del año 2018. Con un porcentaje significativo de abstención, especialmente en las comunas de sectores vulnerables y el segmento etario juvenil.

Llama la atención, conforme a la dinámica política, social, económica y comunicacional que adquiere el país a partir del pronunciamiento de la ciudadanía civil, viernes 18 del mes de octubre del año 2019, conocido como “Chile despertó”, llama la atención digo, la reacción de la élite criolla, que en un principio habló de una pulsación juvenil y de las subjetividades propias de los jóvenes que creen estar en dominio de la verdad, que han gozado del modelo vigente y que aspiran a más.

En torno a esta circunstancia histórica nacional que acapara la atención, la participación, la discusión y la opinión, de manera activa y transversal, de los chilenas y chilenos de todas las edades y condición, en una suerte de Congreso Pleno Abierto de la Ciudanía, desde la segunda parte del mes de octubre, alcanzando su máxima tensión el mes de noviembre y parte de diciembre, traduciéndose entre otros en la caída en la valoración y respaldo de la gestión del presidente a un 6 % de aprobación en las encuestas del mes de enero de este año. Solo superado en la baja de apreciación, por los integrantes del parlamento y los partidos políticos. Y así y todo no cae el presidente. Ni cae su gobierno. Ni los diputados y senadores. Como cae el presidente Salvador Allende y su gobierno el martes 11 de septiembre de 1973 y el cierre del Congreso Nacional.

La pregunta se despliega de manera natural: ¿Por qué no cae el presidente Sebastián Piñera?

1.-El estallido social y sus diversas manifestaciones no tienen origen en la élite del país, sino en la ciudadanía común y corriente, vulgo pueblo, gatillada por los estudiantes de enseñanza media en la acción de evasión en algunas estaciones del Metro de Santiago.

Es decir, a diferencia de lo ocurrido con el presidente Salvador Allende, en tanto al origen del descontento, la conducción de las manifestaciones y las fuerzas necesarias para sacarlo de la presidencia, tiene domicilio conocido y reconocido en las élites de entonces: entiéndase políticos de derecha y de centro; Asociaciones Gremiales de Empresarios (Sofofa, Sociedad Nacional de Agricultura, Cámara de la Producción y del Comercio, Confederación de Camioneros, etc.) Colegios Profesionales como el Colegio de Abogados, de Médicos, de Ingenieros, entre otros. Junto a dirigentes sindicales de la industria del cobre, especialmente de la mina el Teniente de Rancagua. Además de un número significativo de académicos, principalmente de la Pontificia Universidad Católica, cuna del gremialismo (fuente inspiradora de la ideología y doctrina de la UDI) y de los Chicago Boys (economistas autores del Ladrillo manual inspirador del neoliberalismo criollo promotor del Estado subsidiario). Y fundamentalmente, y en este orden, la deliberación sediciosa permanente de oficiales clasistas de la Marina, de la Fuerza Aérea, del Ejército y en último minuto de Carabineros. Fundamentales y determinantes actores, porque tienen el monopolio y el control de las armas y de la fuerza coercitiva para imponer su voluntad. Todos ellos con el apoyo activo, directo y estratégico (por los recursos económicos y la asesoría en atentados y acciones de desestabilización) del Servicio de Inteligencia de Estados Unidos de Norteamérica, CIA, que sigue las instrucciones directas y personales del presidente Richard Nixon.

Esa fue la élite unida o coludida capaz, a través de un Plan Maestro, de generar las condiciones objetivas y subjetivas para derrocar un presidente constitucional en ejercicio elegido democráticamente. Sin perjuicio por cierto de los errores no forzados del gobierno y de algunos partidos de gobierno de entonces, de la que da cuenta una generosa literatura.

2.- El origen del estallido social del 18-O se ubica en las entrañas del pueblo. No de las élites. A mayor abundancia, el principio lo encontramos en la voluntad y decisión de los jóvenes estudiantes de enseñanza media de los sectores vulnerables y vulnerados de las comunas periféricas de Santiago, luego de todo el país. Ellos sin saberlo encienden la chispa. La reacción tardía y desproporcionada del gobierno y de las fuerzas policiales incendia la pradera, dando paso a un movimiento ciudadano inédito por lo espontáneo, instantáneo, arrollador, motivador, aunque sin conducción ni dirección clara. Quizás No más abuso sería, en principio, el concepto común denominador.

Estallido que solo cuenta como herramienta, instrumento o arma de acción concreta, la difusión y la convocatoria a través de las redes virtuales (sociales) en el inicio y, pocas horas después, a través de los medios de comunicación formales tales como las radios y los canales de televisión de señal abierta.

Es decir, los comunes y corrientes no cuentan con financiamiento en dólares de EE.UU. No cuentan con las fuerzas armadas. No cuentan con apoyo de los poderes fácticos del ámbito empresarial y financiero.

Y especialmente no cuentan con una acción oportuna, decisiva y coherente de apoyo de la clase política nacional. Excepto dos partidos que no menciono para evitar un debate innecesario. En consecuencia, el estallido social del 18-O cuyo origen es la conciencia indignada del pueblo tiene a su favor, la verdad, la moral, la razón, pero no la fuerza política y militar necesarias para lograr remecer y transformar un orden de cosas abusivo, agotado y excluyente.

Así, la brecha entre los comunes y corrientes y las élites, es un espacio cargado de sentido simbólico, material, práctico y estratégico.

3.-Hoy lunes 30 de marzo al momento escribir el texto, el Coronavirus permite al presidente Piñera salir del nocaut técnico. También a los principales dirigentes de los partidos de derecha y de centroizquierda. Para qué decir de la derecha empresarial pinochetista que se alzaba con la consigna del Rechazo al cambio de Constitución.

En resumen, lo que no logra Piñera y su desprestigiado gobierno, ni la derecha, ni los exconspicuos dirigentes de la exconcertación, es decir satisfacer el principal imperativo de las élites de la Patria: imponer el orden y la paz social a como dé lugar, lo logra el coronavirus. Lo que no logra esta oposición desunida repleta de zancadillas, de errores y de autogoles, léase unir a los chilenos y chilenas en un proyecto nacional factible, lo hace el coronavirus a través del miedo.

Pero antes de simplificar lúdicamente la tensión entre personas comunes y corrientes y las personas distinguidas que conforman las élites, vale la pena revisar un poco más allá con sentido crítico y autocrítico la diferencia entre el derrocamiento de Allende, que muere, y la permanencia de Piñera que resucita.

La pregunta no se puede evitar. ¿Qué es finalmente lo que diferencia ambas circunstancias? Una respuesta (invito a pensar otras) puede que en el caso del que muere la principal y tal vez única motivación de fondo y de forma fue de carácter ideológico cultural. No hay distractores ni contradicciones intestinas en los demandantes. Un solo objetivo, un solo frente, una sola acción. Sin reservas ni consideraciones. Ahora bien, respecto de lo que motiva profundamente a las personas comunes y corrientes de este tiempo histórico y que permite un aire nuevo al actual presidente para renacer de la cenizas (lo que no te mata te fortalece), no es una cuestión de orden ideológico cultural, sino más bien egoísta y de derivación utilitarista, que consiste en garantizar y aumentar el acceso a los bienes públicos y a los bienes privados que ofrece generoso el sistema capitalista, en distintas modalidades, especialmente en Occidente (tímidamente en China). En nuestro país, a través del neoliberalismo ortodoxo subsidiario.

En otras palabras, ese millón quinientos mil chilenos y chilenas reunidos el viernes 25 de octubre en la plaza Italia, ¿tienen ideológicamente una única y excluyente reivindicación material y simbólica? Vale decir, un solo objetivo, un solo frente, una sola acción, por ejemplo, exterminar el cáncer Neoliberal Ortodoxo como hijo bastardo del Capitalismo. O están disponibles los comunes y corrientes según se satisfagan sus respectivas y múltiples reivindicaciones individuales, como por ejemplo mejorar sus pensiones, mejorar los sueldos, mejorar la salud, condonar deudas, eliminar pago de contribuciones, eliminar impuestos a la bencina (no importa el de los libros), eliminar el pago del Tag, al mismo tiempo tener educación pública de calidad y gratis. Tener acceso libre a todos los bienes que produce y transa el mercado. Por lo tanto, cambiar todo a mi favor sin que yo aporte nada a ese cambio, solo mi malestar por el riesgo de no tenerlo garantizado. Todo lo anterior, si lo asegura Piñera o cualquiera de la derecha renovada con sensibilidad social…, ¿para qué cambiar de caballo si estamos recién cruzando el río?

Sin perder de vista lo anterior y para no ceder al pesimismo un camino razonable por explorar para acercar las posiciones y expectativas de los comunes y corrientes (que no corresponden a una masa homogenizada) y de las élites, (con matices ilustrativos republicano en su interior) es construir puentes para avanzar con decisión, energía, claridad, prudencia y sensatez en grados crecientes en Dignidad, Transparencia y Austeridad, imperativos categóricos e hipotéticos de la remodelación del nuevo Chile al que aspiramos la mayoría. Humanizando nuestras vidas en una nueva forma de vida, haciendo experiencia el discurso entre los que habitamos nuestro querido país. Tarea que, sin duda, asumirán con honor, devoción y efectividad los y las futuros constituyentes.