Por Yuri Soria-Galvarro

Estamos en un punto de inflexión de la historia y muchas teorías sobre lo que viene después de la pandemia se están bosquejando. Lo único claro, por ahora, es que el libro de Fukuyama, «El fin de la Historia y el último hombre», ya no tendrá más reediciones.

¿Sabíamos que podía suceder una cosa así? Sí, ya ha ocurrido muchas veces en el pasado. Saldremos de esta, con ingenio, sacrificio y seguramente más rápido que antes. Pero hay varias espadas que penden sobre nuestro futuro, la ciencia nos ha alertado sobre el agotamiento de los recursos naturales y la desforestación, la quema indiscriminada de hidrocarburos, el calentamiento global y el cambio climático. Es sorprendente ver cómo ahora que casi cuatro mil millones estamos confinados en nuestras casas, más allá de que es un experimento social sin precedentes, el planeta respira, baja drásticamente la contaminación, vuelven aves y peces a los ríos, y animales salvajes recorren algunas ciudades despojadas del Homo sapiens.

Paradójicamente, ahora que luchamos frenéticamente por salvar vidas, deberíamos asumir que nuestro principal problema es que somos demasiados (7.700 millones) y crecemos a una tasa insostenible (250.000 personas más cada día). Terminada la pandemia, aunque estaremos hundidos en una profunda crisis económica, habrá nuevos recursos para investigación en medicina y vacunas. Y ojalá que así sea. Aunque nuestra prioridad deberá ser encontrar la forma de reducir, o al menos controlar nuestro crecimiento poblacional. Parece increíble que a estas alturas todavía muchos países tengan políticas públicas para incentivar la natalidad, cuando lo sensato sería crear estímulos para aquellos que han decidido no tener hijos. Los estados tendrán que plantearse nuevas formas de contrato social que permitan mantener a su cada vez mayor población de viejos, con acceso a una jubilación y salud dignas, pero sin financiar esos gastos con un crecimiento ilimitado de los jóvenes. Tarea difícil, pues hoy es común que subsistan tres a cuatro generaciones al mismo tiempo y no tenemos claro cómo podríamos mantener un equilibrio demográfico y económico sustentable. Creo que es importante analizar, libres de prejuicios, la experiencia de China con la política del hijo único, vigente por casi treinta años. Dicho sea de paso, esa generación que no tuvo hermanos es la que hoy sustenta la economía más grande del mundo.

Así como es insostenible el crecimiento demográfico, también lo es el económico. Y urge replantearnos este sistema global que potencia el crecimiento ilimitado de la economía en base al consumo como única herramienta de desarrollo. El desempeño económico de los países capitalistas (y también los socialistas) es demencial, porque genera una presión insostenible sobre el medioambiente y el individuo. En verdaderos monstruos del apocalipsis se han convertido los mercados que aplastan a los ciudadanos de todo el orbe como si fueran Godzilla, con su dinero virtual especulativo, que solo existe en bits digitales y que ya ni siquiera está sustentado por el trabajo acumulado.

La escala de nuestro desarrollo es la escala de nuestros problemas. En la medida en que el conocimiento humano ha avanzado (más bien el conocimiento tecnológico que hoy se duplica cada dos años), hemos logrado controlar enfermedades y hambrunas, como buenos primates sociales expandimos nuestro horizonte de comunicaciones casi hasta la fantasía y vivimos la era de los viajes masivos (que es justo lo que ha hecho a esta pandemia tan explosiva). La masificación y ensanchamiento de todo, también ha masificado nuestra estupidez y la ignorancia y el peligro de que sátrapas imbéciles de ego desbordado estén a cargo de gobiernos y corporaciones transnacionales. Todavía dormimos sobre un arsenal nuclear suficiente para acabar con la vida en la Tierra varias veces.

Seguramente no estamos preparados para vivir en manadas tan grandes. Tenemos que volver hacia un desarrollo y economía a escala humana, es decir a escala pequeña o mediana. Quitarle poder al poder. Nos hemos olvidado de que la justificación de vivir agrupados siempre fue sortear de mejor forma el peligro, potenciar al individuo y proteger al débil.