por Josefina Muñoz Valenzuela

Rodrigo Barra Villalón es autor de Fabulario (ZURAMERICA, 2019) un conjunto de 37 relatos, en los que mayoritariamente están presentes dos temas: la muerte y el tiempo. Esa muerte que sabemos que llegará, pero que, a menudo, es sorpresiva -y también sorprendente- para quien, paradójicamente, puede “vivirla” y reconocerla como tal.

El tiempo es aquel que transporta lo que hacemos, el que debemos transitar buscando lo que queremos ser o alcanzar y que está siendo y dejando de ser simultáneamente. Anhelamos su dominio, y que sea eterno para que los seres que amamos no desaparezcan; a veces, parece que lo hemos logrado, como sucede en el cuento El señor del tiempo, de una ternura conmovedora.

También es una muerte que cuenta con muy particulares “ayudantes” para ese tránsito final desde la vida en desarrollo a la entrada a un nuevo espacio: el boletero del tren a Machu Picchu, el ángel exterminador, un cabrero letrado…

Sin duda, la muerte es el paradero final para una parte de la humanidad y, para otra, el comienzo de una nueva vida. En estos relatos la vida fluye hacia la muerte y algunos de los personajes de este conjunto de relatos ya están en el espacio de la muerte, pero aún no lo saben. Por otra parte, en ese momento son también posibles los reencuentros con personas o temas de nuestro pasado.

Cuentos como Los pasajeros, La plaga, El regreso, Eutanasia, El guardián, son excelentes relatos, en los que la historia discurre mediante un lenguaje sin tropiezos, con las palabras justas, que van acomodándose como piezas de un rompecabezas.

Tres relatos están encadenados en una secuencia numerada con cifras romanas; cada uno tiene nombre (El estirón, La casona, Victoria) y comparten personajes en distintas épocas y etapas de vida. El escenario es María Pinto, zona rural de la región Metropolitana, donde estuvo la casona del tío Antonio, ahora en estado ruinoso; el narrador dice que el nombre del pueblo viene del mapudungun maripinda, que significa ‘diez picaflores’, los que continuarán revoloteando en diferentes momentos de los relatos.

La casona es parte de la historia de diferentes generaciones y etapas de sus vidas: como adolescentes, regresando en la adultez para tratar de entender el sentido de aquello que no han logrado desentrañar, enamorados felices o frustrados, enviados a vivir allí para superar problemas…

Fabulario tiene cuentos notables, muy bien logrados, con un certero manejo del lenguaje. En algunos relatos me parece que faltó revisión, la que nunca pareciera ser suficiente, pero que tiene que hacerse con la sabiduría de ser solo la necesaria. Por otra parte, como vemos con frecuencia en nuestro mundo editorial, abundan los errores ortográficos, inexplicables hoy, porque muestran que la editorial no realizó un trabajo mínimo de edición y el propio autor tampoco corrigió las erratas.