¿A qué se juega cuando el lobo no está?

por Catalina Amaire

¿Cómo nos relacionamos en el inconsciente colectivo con nuestro pasado? A partir de la observación de la contemporaneidad, el pasado es algo que debe quedar tapado, silenciado. Incluso, nuestra relación de la identidad con el pasado nos da vergüenza. Es la culpa del pecado original por ser seres humanos, por tener conciencia de que matamos sin dejarnos matar. La genealogía, como también los abuelos, ya no se respetan como en otros tiempos. En parte, creo que esto se debe a que ya no tenemos ninguna continuidad ritualista. De ahí, que la reescritura de los mitos se ha convertido en un género que está traspasando a todos los géneros en sí. Capuchita negra puede ser entendido de esta manera, una reescritura del cuento “Caperucita roja”.

“Caperucita roja” es un texto en sí mismo que trabaja sobre la genealogía (la abuela), la femineidad, el camino, la relación con la naturaleza, los lobos y el cazador. Desde la reescritura, Alejandra del Río logrará dar un camino de revolución feminista, de concientización sobre los hechos culturales y sociales de la actualidad, además de armarse de metáfora para que la mujer realmente comprenda su papel en la caída del patriarcado (este sistema que se cree padre, controlando y poniendo límites, diciéndonos cómo pensar, pero que a la vez está ausente y silencioso -sin que podamos saber si es porque está mudo o sordo).

El primer poema es clave, llave en el llamado a la heroína que se convertirá en Capuchita negra. “Convocatoria” es una propuesta de acciones a tomar en este libro. Llevar los arquetipos del árbol genealógico hacia el sol de la conciencia. De esta manera, las metas que Capuchita tiene en este camino de la casa de su madre hacia la de su abuela son cuatro: 1) fumigar las plagas, 2) purificar la serpiente, 3) encantar la hiel, 4) destilar el libro y 5) exponer los jirones.

Tus plagas fulminaré

Para mostrarnos el camino que Capuchita debe hacer de la casa de la madre hacia la casa de la abuela, con esta canasta repleta de cosas caras, buenas y ricas, la autora nos señala nuestra sangre que cae, pero no esa que es por violencia humana, sino la sangre menstrual, la sangre que cae naturalmente, mostrándonos mes a mes nuestra posibilidad de concepción no cumplida. La sangre menstrual es uno de los tópicos que dentro de Capuchita negra adquiere significado y significante: Rojo glorioso / rojo destino. Este rojo con negro (de la capucha) se vuelven en la bandera ondeante que guía los pasos de Capuchita que, ante el llamado, entra al bosque provista de la canasta y su arma (el cuaderno).

El vino, la sangre, el alcohol, el libro, la conciencia, el sol, todo se va a ir uniendo para dar un mundo rizomático inmenso. Cada uno de los tópicos se vuelve un punto de fuga en sí mismo, a través de la repetición de los mismos, una y otra vez, para darlos vuelta, en todos los grados posibles, para una mejor comprensión de este mundo sintagmático que Alejandra del Río nos provee, que con cada poema adquiere más y más líneas para que sea una red tan segura y fuerte que sientas que puedes caer en ella y te sostendrá desde todos los puntos necesarios. A partir de una sensación de comunidad, donde en todas partes se ve a Otro que no se sabe si es el enemigo o compañía, va mostrando cómo dejar atrás el sol para adentrarse sin miedo al bosque, para finalmente aprender a mirarle los ojos al lobo, y ver su verdadera cara detrás de la piel de oveja.

En el centro de la aldea / al amparo del sol y el viento / se esconden / la mamá con la hija. La aldea es el Otro del bosque, donde hay seguridad, donde no hay ni sol ni viento, donde están escondidas del inconsciente y su lucha con los elementos, entre ellos el sol como el uso de razón, el conocimiento (que también aparecerá entre todos estos tópicos continuos en los que se mueve nuestra heroína). En ese bosque, en el núcleo líquido donde la abuela vive, existe una esperanza de madera dura, nativa, grande, ancestral, con su contenido aromático: pulpa y fragancias.

Al principio, el antagonista me pareció un enemigo difuso. El enemigo envenena / la promesa del estigma. Este pudre la manzana, pudre la necesidad de tener esa marca, que comparte la raíz etimológica con el instinto. Pero todavía no podemos saber si es la genealogía que comparte con los lobos o la contraposición de géneros entre el varón o la mujer a quien Capuchita debe enfrentar con mayor fuerza. En principio, solo se puede jugar, cuando el lobo no está, en un lugar recóndito donde están los lobeznos, la familia.

De quien la madre le advierte a su hija, son los cazadores, cuando le dice: Cuidado con los cazadores / se alimentan de lo vivo / no dejes que se te acerquen. Capuchita sale al bosque en anonimato, con papeles falsos, porque Las niñas rojas son valientes / su valor las salva siempre. Ella comprende la “Jornada de protestas” que intenta sanear con la aguja ancestral tal como lo había hecho la abuela. El antagonista todavía no se muestra, pero es una música de fondo. Él se encuentra feliz entre un jardín solitario, un jardín desértico, no hay hojas ni pájaros, en el Edén maquillado. En este Edén, Capuchita despliega su arma para completar la primera tarea que se había propuesto en su llamado, “Convocatoria”.

Purificaré la serpiente

El lobo se vuelve espejo / del hogar no descifrado. Y se va descifrando, este yo- poético “mujer”, “heroína”, en la calle, aprendió que estaban el sol / el árbol y el viento; como representaciones arquetípicas podríamos decir mucho sobre esta tríada masculina. Pero ella los nota, ella baila, y así traspasa el bosque. Se aprende a sí misma como espía del fin de siglo, paladín del proletariado. Adán y Eva ya han sido echados del paraíso. El Edén está olvidado, el jardín no es un bosque. La felicidad es posible si tan solo uno reconoce sus sombras. En este caso, Capuchita se comprende dentro de ese sol como perfecta, pero como espía está condenada a ser valiente, valiente ante los peligros que en el camino acechan. Ella sabe que, si sobrevive, no importa ser buena o mala. Ella vaga por el bosque, de noche, en invierno, si logra llevar esa canasta con: 3 manzanas rojas / 1 tartaleta de frutos del bosque / 1 botella de buen vino / 1 mantel bordado con hilo teñido de sangre menstrual. No tendría que volver hasta el verano, pero Es invierno y falta mucho / para que empiece a amanecer.

Capuchita empieza por no verse mujer, tiene acné, usa un chaleco demasiado ancho. Escucha cómo los lobos se reúnen, mirándola, aullándola. Y ella empieza a distinguir tipos de lobos. Estos se diferencian por sus discursos. El peor tipo se vuelve enemigo, es a quien ella le hace un conjuro, pidiendo un argumento sólido / uno solo / que no se desvanezca en el aire. Pero los pájaros, una y otra vez están muertos o desaparecidos. Los planeadores del viento son extrañados y dolidos gracias a callampas informantes.

Mientras se hace un fuego, en medio de la noche, Capuchita está perseguida por lobos y enemigos. Pero ella ya ha aprendido qué tiene que hacer, sostener la memoria, el pasado, la genealogía, darle y llevarle la canasta a la abuela es algo necesario. Las ovejas muertas extinguen más pájaros. Las serpientes dan vueltas en los campos olvidados. Mientras el cazador sigue las huellas del lobo subversivo.

Mi labia encantará / la hiel de tus ramas

Lo dulce tierno y pomposo, no tiene lugar para Capuchita negra en la tremenda oscuridad que hay en el bosque invernal. Las promesas de un Nuevo Mundo no la complacen. Ella ve que el jardín está sucio, seco y olvidado, los lobos con mil discursos diferentes no la convencen. Hasta que se deja guiar por la embriaguez, escuchó ciertas verdades, una guerra de liberación, que no pudo recordar. En su casa de seguridad tiene pesadillas. Se lamenta de no poder rememorar esas verdades. Por el alcohol, se le quedó prohibido escuchar. Ella se movía lento, mientras el lobo a la abuela se acerca. Ella puede prometer los cantos de los pájaros en el bosque, pero si estos están muertos, Capuchita no escucha más que silencio.

La embriaguez también la ha dejado en sus napas subterráneas, camina pesadamente hacia el pozo. Las lágrimas se las secará con el mantel que finamente su madre había colocado en la canasta. Lágrimas de la nostalgia por su madre, por la aldea. La luna roja la hace llorar. Capuchita se encuentra desolada pidiéndole poder sangrar todo el sol al viento.

En medio de la guerra, donde informantes pasan a dejar cada cual su postura, su forma de ver esta realidad, Capuchita sigue luchando por ser figura femenina en un mundo donde todos están detrás de ella, la persiguen, todos son enemigos que la ven como una oveja por utilizar ropas de dama. En “Intelectual colectivo”, el lenguaje deja de ser un lenguaje vivencial y la metáfora sonora de la oveja pasa a ser la de un bebé. En este momento, Capuchita debe aceptar su femineidad, su arquetipo en las sombras, el deber ser madre. Por lo tanto, observa como la guerra se pone maquillaje. Para un nuevo enemigo, para realmente dilucidar qué es lo que se tiene que luchar, debe aprender nuevas formas de lucha.

La genealogía de la abuela le provee a Capuchita de mujeres que ya han comenzado a luchar por sacarse la piel de oveja, volverse lobas. Lobo con lobeznos que tienen que ser cuidados frente a la satírica realidad del bosque, donde la verdadera lucha es un camino. La batalla de Capuchita es llegar sana y salva a la cabaña de la abuela. De la misma manera, en la aldea, en la familia, ve cómo los lobos se visten con piel de ovejas. El único enemigo que queda son los cazadores. Capuchita adquiere una triada que la ampara en ser una desparramada utilizando la imagen poética de Elvira Hernández: la lengua, la noche y las estrellas van a darle una casa de seguridad en donde se puede mover para planear las estrategias de su venganza.

Al ver su genealogía, Capuchita comprende su herencia de Casandra. Mujer que tenía el don de ver el futuro, pero nadie le creía. Su lengua estaba escupida por Apolo, Dios del conocimiento, la razón, masculino por excelencia, y arquetípicamente reconocido con el sol. Aprende todo de la abuela para ella poder hacerlo mejor, traspasar su lengua durante la noche donde solo las estrellas están, la luna no aparece cuando Capuchita debe escabullirse para llevar los mensajes en estos poemas, en el cuaderno, su arma.

Al aceptar todo esto, Capuchita se revuelca en su sexualidad femenina. Los lobos ahora son sus fieles acompañantes para mostrarse libre, correr y aullar. El lobo encanta a la serpiente, esa con la que Capuchita luchó. Está purificada cuando su veneno, lengua, ahora es de nuestra heroína. Ahora, la serpiente no es más que una más entre los habitantes del bosque. El lobo ha sido mandado a cuidarla, aunque sea un extraño, él puede hacer que las serpientes no sean una promesa sin cumplir, una lengua, un discurso sin argumento, sin finalidad, sin ser verdaderas y fieles. El jardín olvidado está lleno de malezas, por donde las serpientes se mueven felices. La maleza siempre vive porque es hierba mala. Capuchita la ve crecer en aquel desamparado espacio lleno de cemento por todas partes.

La hiel de tus ramas / destilará en este libro

El destilado, el alcohol, Capuchita sostiene varias veces una botella, la del buen vino que se encuentra en su canasta. Libre y haciendo la vanguardia de tener una lista de cosas por hacer. Con el alcohol y los cigarrillos, las palabras arden. La necesidad de armar manada se encuentra gracias a la desinhibición que provee el brebaje de Dionisio. Así es como las ideas, en este Libro, que se ha disparado solo, en el bosque, se esparcen como esporas, hongos que invaden los vientos por todos los lados. Para Capuchita, es importante saber que han provenido del bosque y no de la aldea. El bosque se ha vuelto más peligroso cuando la canasta ya ha caído, el mantel está sucio, la botella rota, el libro disparado.

Cuando ella se encuentra frente al “Árbol de esperanza”, sabe que en el Nuevo Mundo los pájaros han comenzado a renacer. El pájaro muestra las canciones, reparten la voz de la memoria, son los jóvenes que siguen fielmente el camino que ha marcado Capuchita dentro del bosque. Donde pueden hallar migajas de pan, en este pleno invierno. Con esa visión, el Libro se va destilando, gota a gota. La sangre menstrual (no la violeta) lo baña. Cada pasaje, cada paratextualidad, cada cita es una red inmensa de una revolución en ciernes. El yo-poético desea y que el amor vuelva a fluir / para nosotros.

En esa noche sin luna, Capuchita recibe un nuevo informe. Se debe limpiar el bosque, se debe rearmar el jardín. La tarea de destilar es un proceso largo, donde se separa cada uno de los arquetipos para crear el libro. En el cuaderno, el tiempo ha pasado, las cosas parecen estar calmas. Ella continúa el camino encomendado, aunque no vea en la oscuridad ningún signo de vida. La oscuridad es mucha, y Capuchita piensa en sacarse la capucha. En lo de la abuela, en “Memoria obstinada”, sabe que muchos pájaros igual siguen extintos. Durante el invierno crecen las malezas que después hay que sacar desde la raíz. Y ella se encuentra sana y salva. En el árbol donde Víctor Jara también está apoyado, Capuchita se sienta cómoda. Revisa el cuaderno mientras sigue esperando que se termine de destilar por completo, cada palabra, cada metáfora, cada nota, cada especie dentro de un bosque tan grande.

La hiel, el veneno, deja de ser el veneno con el que Capuchita se ha enfrentado. Ahora, puede tomárselo, para mostrarse a sí misma todo eso que en su viaje ha aprendido: cómo reconocer a los lobos con sus discursos, cuáles son los discursos que ella ha de tomar y reproducir, cuáles son los informes que importan, de dónde llegan esos informes, por qué han de ser importantes las leyendas, cuáles son las historias de las abuelas y, después de todo, cómo regresar tranquila y poder vivir con amor en la aldea. Además, la hiel ayuda, al igual que el alcohol, a calmar los dolores de las heridas expuestas gracias a la amargura y la nostalgia, además de por los cazadores que todavía no han logrado cazar al lobo, ni han logrado destruir a Capuchita. Los cazadores han de seguir destruyendo, pero Capuchita ya sabe cuáles han de ser las armas con las que vale la pena luchar.

Los jirones sucios sabré exponer

La abuela cae, en una noche sin luna, debido a la búsqueda insaciable de los cazadores. Los lobos se quedan quietos mientras el cazador encuentra el arma-cuaderno de Capuchita. Ella salvo a sus lobos. Ella escuchó de su abuela caída. A ella le dolió que todo siguiera. Los jirones después de haber vuelto a la aldea, saber que dentro del bosque todavía las cosas no siguen tan diferentes. La casa de seguridad ya no es segura, ahora todo está subvertido, el miedo consume a la aldea. Las semillas luchan durante el invierno contra el hielo y el frío. El veneno ingresa nuevamente en todos los poemas, están los pájaros desapareciendo y El cuerpo intoxicado de una loba / fue encontrado en la cocina.

Entre estos jirones, pedazos de bosque, la canasta se ha vuelto urna. Las cosas que llevaba dentro son solo un retazo de lo que alguna vez fueron. Ahora, el mantel se encuentra manchado de vino, sangre y semen. Capuchita, con su útero ya gastado, ha renunciado a sus ropajes. Ahora, arenga. Arenga exponiendo todo aquello que no se ha logrado hacer y todavía hace falta para que el jardín vuelva a surgir en el medio del bosque, donde corresponde. Sin cemento, con una historia más larga, ahora puede pedirles a otros que acaben con el reino de las esporas. Ahora, Capuchita ya ha aprendido de la oscuridad, la ha podido contar con esa lengua, transmitirla para que el camino se siga armando hacia el centro del bosque.

Ese jardín es la memoria, que ella ve como veneno de sí misma, como también está lleno de plantas carnívoras o rosas silvestres. Ella ha tomado cada planta que pudo del jardín, al salir al bosque, pero en el bosque esparcidas entre millones de otras memorias. El bosque es un eterno jardín por donde las sombras se mueven, con las que todavía se sigue luchando, porque los lobos se han vuelto a poner la chaqueta. Esa rabia, rencor, con la que Capuchita ha visto todo y contado, tras la capucha negra que no deja que le vean la cara, es lo que la ha movido para utilizar un cuaderno, utilizar esa arma, para que el miedo se disperse.

De esta manera, y a modo de conclusión, Alejandra del Río ha escrito un poemario donde se puede realmente comprobar un camino para reencontrarse con la idea de familia, la idea de sororidad, de genealogía, para comprenderse en la memoria de todos los muertos, los pájaros desaparecidos, que se han perdido en una lucha que todavía no ha terminado. Una lucha que es con uno mismo, mostrándose todo el bosque, inconsciente, con el que uno tiene que aprender a convivir, aunque pueda tranquilamente por momentos vivir en la aldea, proteger a los lobeznos y escuchar cómo los pájaros comienzan a cantar una vez más.