Juan Mihovilovich

Tu trayectoria literaria en 3 líneas

Escritor desde los 11 años, a observación completa y diaria. Cuentista, novelista y poeta ocasional.

¿A quién le recomendarías leer esta antología?
A los jóvenes, principalmente, para alternar la fantasía con el celular y la tecnología.

¿Para qué sirve la literatura fantástica?
Para imaginar nuevos mundos dentro de nuestro propio mundo interior.

¿Cuál es tu última publicación (da igual el género) y dónde se encuentra?
Bucear en su alma, cuentos, Simplemente Editores.

¿Seguirás escribiendo microcuentos fantásticos?
Procuraré hacerlo más continuamente después de esta bella experiencia colectiva.

Risas

Juan Mihovilovich

Durante la tarde, mientras la lluvia inusitada golpeaba incesante los cristales de la pieza, un rumor altisonante comenzó a llegar desde el primer piso. Aclaro que habito el segundo y, como suele ocurrir, no sobrepaso los deslindes del sueño; apenas lo intento una especie de velo diurno, que una mano secreta descorre con tímida osadía, hace que una parte de mí se pierda más allá de su débil densidad. Pues bien, traspuesto el velo entreabierto regreso de improviso a mi estado previo sobre la cama y despierto por ese murmullo llamativo, de a poco convertido en un estruendo insoportable. Agucé el oído y percibí las desconocidas risas estridentes de un hombre y una mujer, que ahora me resultaban familiares y con un ligero acento amenazador. Después el tono subió irremediable por las escaleras como si un ignorado animal saltara hacia mi habitación con aviesas intenciones. Como aún no me despabilaba por completo sacudí la cabeza para ahuyentar ese sonido informe y disparejo. No fue posible. Al contrario: percibí nítido que una risa se desprendía de la otra cobrando vida propia y a medida que ascendía acusadora hasta mi dormitorio intenté retomar el sueño. No sé si lo logré. Con todo, esa risa independiente ni siquiera avisó su llegada como lo hubiera hecho cualquier visitante oportuno. Se limitó a ingresar por la cerradura e inundó destemplada mi espacio personal. Desde esa tarde, que se repite incansable en mis tímpanos ya envejecidos, solo escucho esa risa burlona, despectiva, que no puedo precisar si es propia o definitivamente ajena.