Gabriela Aguilera

Tu trayectoria literaria en 3 líneas:
Escritora y tallerista. Ha publicado Doce Guijarros, Asuntos Privados, Con Pulseras en los Tobillos, En la Garganta, Fragmentos de Espejos, Saint Michel, Astillas de Hueso, Guerreros de Dios y En Una Maleta.

¿A quién recomendarías leer esta antología?
A todos los que gusten de la microficción, a los que la escriben y a los que la estudian. A los profesores de lenguaje y a los jóvenes en general.

¿Para qué sirve la literatura fantástica?
Es una de las posibilidades para imaginar mundos diferentes, donde todo es posible.

¿Cuál es tu última publicación (da igual el género) y dónde se encuentra?
La nanonovela En Una Maleta, publicada por Ediciones Imposibles. Se encuentra en venta en ferias del libro y en internet, por cuenta de editorial Sherezade.

¿Seguirás escribiendo microcuentos fantásticos?
Por supuesto, me parece un desafío interesante en microficción.

El cementerio de los desheredados

Gabriela Aguilera

En el cerro arrojaban los cuerpos de los condenados a muerte y los de aquellos que habían sucumbido ante una enfermedad misteriosa. También los de los pobres sin apellido y sin estirpe. Los cualquiera que no valían nada.

Los muertos se levantaban de aquella tierra sin consagrar y deambulaban por la ciudad que en esos tiempos llegaba justo hasta el cerro. Se instalaban junto a la fuente, en las escalinatas de las iglesias y en los lugares que siglos después fueron paraderos de micros. Confundidos, esperaban algo que no llegaba y no diferenciaban el día de la noche. Para ellos, el tiempo era uno solo.

Recibieron contentos a los muertos nuevos, otros cualquiera que fueron a tirar al cerro un día de septiembre. El ejército de muertos se desplazó, incansable, por el centro de la ciudad, las orillas del río y el interior de los edificios.

El país entero se convirtió en un cementerio de desheredados que confundían los espacios. Todavía vagan y esperan algo que no llega. A veces se sientan en los paraderos, las fuentes, las escalinatas. Quieren conversar. Pero nadie escucha sus voces.