Rebanadas de felicidad

En algún lugar leí, o escuché, que en España le dicen torta. Me parece gracioso que, en cualquiera de las dos lenguas, al imaginarlas, esas representaciones abren más mi apetito: me chillan las tripas del hambre que cruje por el vacío en el estómago.

Y te cuento esto, Juanito, para que sepas que sí te quiero; que los regaños y correctivos que te propino no son todos por culpa tuya. A veces, me invade una frustración cuando me preguntan, tú o tu madre, ¿qué vamos a comer? y yo no tengo respuesta alguna.
Sé que entiendes que el dinero está escaso, lo vives encerrado en la precariedad de ese cuarto. Mi niño, te pido una disculpa, seguramente mañana será igual, y pasado mañana también; pero hoy no.
En la plaza, una señora me contrató para que arreglara una fuga de agua en su apartamento. Por eso traigo el pastel. Es tu quinto cumpleaños, y ahora sí lo vamos a celebrar.

Un vuelo a casa

Llegué temprano al aeropuerto porque para mí dos horas no son suficientes para beber tanta valentía que inhiba mis temores. Es inexplicable mi miedo a volar, me turba y ya.
Por eso me volví experto en revolver sabores: inicié con un par o tres cervezas, oscuras porque ése es el color que mejor se lleva conmigo; después pedí de tres a cuatro vodkas pintados de agua tónica, con decoraciones de cáscara de limón. Y fue allí, en ese preciso momento en el que mi mente se despejó: solté un par de tumbos y ande con alegre rumbo. Comenzó mi embriaguez a transformarse en osadía.
El denuedo se convirtió en patriotismo, y me bebí unos caballitos: ¿Cuánto tequila? A quién le importa, sólo unos cuantos, los necesarios.
Ya gasté la primera hora; lo que vino a continuación fue pura fiesta. Emborracharme fue lo mejor que le pudo suceder a la sala de espera: organicé la conga, me convertí en una especie de anfitrión, uno tan amigable que, azafatas, pilotos, pasajeros y demás trabajadores aeroportuarios, me agradecieron que los distrajera de la mezquindad de su día a día, que su zozobra deje de serlo por al menos un par de horas.
El guateque se volvió de magnitudes épicas. Los observé tan ufanos que no repararon en cómo los policías me cargaron en hombros. Escuché que alguien vitoreaba mi nombre. Me sacaron y colocaron en un carro.
Ese taxi me regresó a mi hogar, hacia donde yace mi mujer y los chillidos del que dicen que es mi hijo: otra vez a soportar esa vida que intentaba dejar atrás.

Apropiación familiar

Esta mañana mi esposa conoció a mi amante. La cosa no estuvo tan mal como se esperaría. Podría decirse que fue un encuentro cortés: la educación se sobrepuso a la ira, al enojo, a la molestia por la probable usurpación de funciones.
Mi concubina y yo retozábamos solaces sobre la cama que todas las noches compartía con mi cónyuge, cuando ésta nos sorprendió al entrar al cuarto. No había hecho ningún ruido, hasta que abrió la puerta de la habitación.
Era poco menos de mediodía, regresé del banco y me justifiqué en la oficina con un falso testimonio con el que argüí enfermedad. Supuse que mi mujer no llegaría a casa sino hasta después de su clase de yoga y de recoger a nuestros hijos de la escuela, a la hora de la comida.
Sospecho que ella pensó que la piltra sería para ella sola, para disfrutarla a sus anchas. Bueno, ella tampoco estaba sola. Cuando se adentró en nuestro lecho me despegué de su hermana, justo en el momento en el que ella soltaba la mano de su ascético instructor.
Perdón, ofrezco una disculpa, dije que mi esposa conoció a mi amante, y eso es una imprecisión… Ahora que lo pienso, mejor me apresuraré a solicitar el divorcio, para que todo este malentendido quede, formalmente, entre familia.

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Cristopher Josué Escamilla Arrieta es mexicano, modelo 83, nació un 25 de diciembre en las afueras de la gran ciudad; es un opinador desmesurado, aficionado escribidor de fantasías fugaces. Como productor radiofónico, hacer ruido es su nombre y jugar con el silencio su vida. Y como cuentista, relatos suyos aparecen publicados en las antologías en Internet: 50 palabras, 100 palabras, Letras Itinerantes, y Esta noche te cuento.
Además, edita el portal en internet de la Revista de minificción y otros cuentos: Prosa Nostra Mx.