por María Eugenia Góngora D.
“La realidad no se limita a lo que nos es familiar, al lugar común, ya que en gran medida consiste en una palabra futura, aún latente y tácita”.
Dostoievsky, Notas1
En primer lugar, quiero agradecer la oportunidad que se me ha dado de leer y presentar la antología de Diego Muñoz titulada “Microcuento fantástico chileno”.
Su lectura me ha permitido recorrer un territorio nuevo para mí, porque mis lecturas más habituales están lejanas en el tiempo y en los espacios que aparecen en esta antología. La “Concisa presentación” escrita por Diego Muñoz es una muy buena introducción a los textos elegidos, a los criterios que guiaron su elección, y también nos ayuda a recordar los “límites difusos” de la literatura fantástica, así como la polémica que rodea la denominación de un relato como “microcuento”. Coincido en este punto con Diego Muñoz cuando señala que la “concisión” es el rasgo definitorio de estos relatos, independientemente de la extensión medida en caracteres de cada uno de ellos.
En cuanto a la literatura fantástica y a su apertura a tantos mundos literarios y a tantos códigos diferentes, no hay duda que los relatos aquí reunidos cumplen con todas nuestras expectativas. En mi lectura hice unas breves anotaciones sobre los temas y los nudos que me parecieron más interesantes en cada uno de ellos. Y sin intentar en esta oportunidad hacer un comentario de cada uno de ellos, me pareció que en los cuentos aquí reunidos están bien representados los elementos clásicos de la literatura fantástica, si pensamos que sus autores se apropian creativamente de los códigos de otros géneros cercanos; por ejemplo, del cuento de hadas, de la novela gótica, de Kafka y de Borges, así como de ciertos elementos del cuento de terror por nombrar los más obvios. Y al hacerlo, hacen realidad el sentido de la antigua palabra griega fantasía (phantasia), que significa simplemente “hacer visible”. Ellos hacen visible ante sus lectores estas realidades renovadas y las ponen en tensión con nuestras percepciones habituales.
En estos cuentos se nos muestra y se nos hacen visibles el personaje del Doble, los muertos vivientes y las figuras femeninas poderosas, seducidas, seductoras y, a veces, asesinas; nos encontramos asimismo con seres que cambian de apariencia, así como con seres mitológicos degradados, como sirenas y tritones, o bien, con lobos “intervenidos” con cerebros humanos, con personajes de las Mil y una Noches, con fantasmas y con animales que hablan el lenguaje de los humanos, como los de las antiguas fábulas. Y con voces y con presencias que deberán quedar inexplicadas e inexplicables, en una temible indeterminación.
Al enumerar todos estos motivos que nos permiten reconocer rasgos más o menos tradicionales de los relatos fantásticos históricamente surgidos en el contexto de la Ilustración europea desde finales del siglo XVIII y ya desde el siglo XIX en adelante, he omitido un tema que está presente de manera explícita en al menos 40 de los 85 cuentos reunidos en esta antología; y lo omití en una primera enumeración justamente por lo impactante que resulta su aparición reiterada en estos estos relatos chilenos contemporáneos. Ese tema es el de la muerte; los relatos juegan con la muerte de maneras variadas, pero su presencia es “en serio”. Podríamos decir que la muerte es la protagonista de estos relatos y pienso que vale la pena detenerse un poco en esta presencia.
Desde la primera lectura me pareció que la muerte era una referencia casi inevitable, pero su importancia se me hizo más evidente en la segunda lectura. Y releyendo algunos de los textos teóricos que han alimentado la lectura y la crítica de la literatura fantástica, algunos seguramente conocidos por ustedes, releyendo a Todorov, y leyendo por primera vez algunos artículos recientes sobre Todorov y contra Todorov; leyendo por primera vez a Rosemary Jackson y volviendo, sobre todo, al tan influyente estudio de Freud sobre “das Unheimliche”, traducido al castellano como “lo siniestro”, me encontré con algunas propuestas que me parecieron pertinentes para las lecturas que se pueden hacer sobre estos relatos que ahora nos ocupan.
En su bien conocido texto sobre “lo extraño inquietante” o “lo siniestro”, Freud afirma que el psicoanalista no siente sino raramente el incentivo de emprender investigaciones estéticas y afirma que “la actividad psicoanalítica se orienta hace otros estratos de nuestra vida psíquica y tiene escaso contacto con los impulsos emocionales (…) que forman por lo común el material de la estética. Sin embargo, puede darse la ocasión de que sea impelido a prestar su interés a determinado sector de la estética, tratándose entonces generalmente de uno que está como a trasmano, que es descuidado por la literatura estética propiamente dicha”. Y a continuación afirma que “lo Unheimlich, lo siniestro, lo inquietante, forma parte de uno de esos dominios”. Y añade que dicho concepto, aunque se aplique en forma más o menos indeterminada, se puede decir que coincide con lo angustiante y se puede asociar lo inquietante, siniestro y espectral. Y, como sabemos, va a dedicar una parte importante de su estudio al análisis de dos de los cuentos de Hoffmann, Der Sandmann, “El Arenero” y “Los elixires del Diablo” que incluyen, por cierto, el tema del Doble. En ese mismo ensayo se refiere también asimismo al importante tema de la “incertidumbre” de los protagonistas (y de nosotros como lectores) frente a una determinada aparición o frente a una experiencia, incertidumbre que alude al problema del conocimiento asociado a la percepción habitual del mundo y, por lo tanto, a la problematización de lo que podemos llamar “la realidad”, que son algunas de las “marcas” de la literatura fantástica.
Después de una muy detallada lista de expresiones en distintas lenguas que coincidirían en alguna medida con la expresión alemana “das Unheimliche”, con las connotaciones que hemos mencionado, Freud hace notar que el antónimo de Unheimlich, es decir, Heimlich, posee más de una acepción y que, entre los numerosos matices de sus sentidos, hay uno en el que coincide justamente con su contrario, con su antónimo. Heimlich, que viene de Heim, el hogar, es por una parte lo familiar, lo confortable, lo doméstico, lo protegido y lo seguro. Pero también es lo secreto, lo escondido, lo furtivo, lo misterioso, lo impenetrable, lo que pertenece a las artes mágicas y ocultas, y tal como su palabra antónima, es también lo peligroso, justamente porque está oculto.
En su búsqueda de las acepciones de Heimlich y de Unheimlich, (del cual llega a decir, significativamente, que éste último es uno de las especies de lo Heimlich) Freud cita al filósofo Friedrich Schelling (1775-1854) quien, escribiendo acerca del surgimiento de los himnos homéricos en relación a los antiguos mitos de los griegos , dice así “Se denomina Unheimlich todo lo que, debiendo permanecer secreto y oculto…no obstante, se ha manifestado” (Philosophie der Mythologie, GW 12, 234 / 2,2 649),. Y agrega Freud por su parte, insistiendo en lo novedoso de esas palabras, pero sin duda sacándolas de su contexto inicial: “Nos llama la atención una nota de Schelling, que enuncia algo completamente nuevo e inesperado sobre el contenido del concepto de lo Unheimlich: Unheimlich sería todo lo que debía haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado”.
Desde luego que esta frase de Schelling merece una reflexión detenida; en esta oportunidad, solo quisiera llamar la atención sobre ella en el contexto del interés de Freud por un relato fantástico y por el personaje del Doble, que él interpreta desde su perspectiva y su experiencia como psicoanalista. Pero, además, mi propia lectura de la frase de Schelling, (también leyéndola fuera de su contexto original y pensándola en relación con los cuentos que aquí estamos presentando) se centró, desde un primer momento y en primer lugar, en la aparición reiterada de la muerte en una serie de relatos que nos quieren conducir a cambiar nuestra percepción del mundo habitual y conocido. Y es justamente esa presencia la que nos debería llevar a preguntarnos por el contexto social y político en el que surge esta narrativa. Quiénes son sus autores y sus lectores y en qué circuitos culturales surgen y se proyectan estos relatos fantásticos; y, por cierto, quizás lo más importante, contra qué imagen de la realidad y contra qué formas del conocimiento de la realidad se están proyectando. En este sentido, y siguiendo a Rosemary Jackson, podemos preguntarnos cuál es la subversión que está proponiendo esta narrativa que tenemos ahora entre manos2.
Estas preguntas me parecen válidas, porque sin duda estos cuentos nos quieren llevar a conocer y percibir de otra manera lo que nos es familiar, nos quieren recordar que hay otras vidas, por así decirlo y otras realidades hasta ahora aparentemente invisibles y, en ese sentido, se puede afirmar que comparten ciertas características interesantes con la que se puede denominar “Escritura de Revelación”, habitualmente inscrita en el ámbito religioso3. Además de todas aquellas figuras, presencias sugeridas y apariciones que inevitablemente nos producen incertidumbre y a veces angustia, está por sobre todas ellas, la presencia de la muerte. Y aunque Freud insiste en la distancia que existe entre la representación de lo siniestro en la literatura y la experiencia vivida, me parece que la muerte está justamente en una frontera que nos resulta difícil marcar y establecer.
Para terminar, me parece importante reiterar lo que se nos revela en estos relatos, y en particular aquellos en los cuales se nos revela la cercanía de la Muerte, aquella que conocemos desde siempre, la presencia familiar y temida a un mismo tiempo, la que diariamente tratamos de olvidar, en parte quizás porque sabemos que forma parte de nuestro futuro y del futuro de todo lo que conocemos. Recordemos de nuevo aquí las palabras de Dostoievsky: “La realidad no se limita a lo que nos es familiar, al lugar común, ya que en gran medida consiste en una palabra futura, aún latente y tácita”.
Y así, en estos relatos no son solo las percepciones alternativas del mundo y los ‘monstruos engendrados por los sueños de la razón’ que dibujó Goya los que “salen a la calle”, sino que, al leerlos, nos vemos también forzados a enfrentar nuestra cercanía con nuestros temores y con nuestros deseos, así como a plantearnos de nuevo las palabras que por ahora están “latentes y tácitas” y que deberán comparecer para nombrar el futuro.
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1 Citado por Rosemary Jackson. Fantasy. The Literature of Subversion. London: Methuen 1981, p. 19.
2 Rosemary Jackson. Fantasy. The Literature of Subversion. London: Methuen 1981.
3 El último libro del Nuevo Testamento es, como sabemos, el Apocalipsis, literalmente, el libro de la Revelación, poblado de imágenes y de profecías del final de los tiempos.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…