Registro de fracasos imperdonables de Santiago Canalla

por Julia Guzmán Watine

Santiago Canalla es una compilación de relatos breves de autores chilenos actuales realizada por Bartolomé Leal. En ella se narran crímenes perpetrados en barrios de las comunas de Recoleta, Independencia, Santiago Centro, Estación Central, Las Condes, Huechuraba, Providencia, Lampa, Ñuñoa, Quinta Normal, Pirque y San José de Maipo. Como señaló Marcelo González (1), este libro demuestra que la capital de Chile “está inundada de estos sujetos (los canallas), hasta la médula; corre por sus venas una sangre oscura, maldita, perversa”.

En este sentido, me llaman la atención la víctima y ese detective o personaje que fracasa y que constata su insignificancia frente a un entorno canallesco y casi absurdo. Aquella o aquel presiente la derrota, en primer lugar, ante la imposibilidad de realizar actos para ayudar, investigar o concretar una indagación, como si el mundo o el universo se confabularan contra la voluntad y ejecución de sus expectativas. En segundo lugar, vive su infortunio a causa de su miopía existencial, como si le fuera imposible identificar y descifrar correctamente los indicios, tanto en la investigación como en su vida. De esta forma, su tozudez lo dirige inexorablemente hacia el abismo. En tercer lugar, se presenta su descalabro en la venganza. Esa revancha es el reflejo de la imposibilidad de defenderse o de actuar en un presente remoto o no tan lejano. ¿El victimario del pasado se convierte en víctima o sigue siendo algún poderoso venido a menos, que mostró su talón de Aquiles? ¿La venganza, una señal de impotencia pasada, puede aliviar un sufrimiento indeleble y extenuante?

En fin, cada derrota y cada revancha marcan su itinerario particular de odio y dejan como impronta una promesa de vacío. Por último, se presenta la derrota en la creación. Los personajes frustrados por sus vidas o sus situaciones injustas de las que se sienten víctimas, crean realidades vengativas, reveladoras, evasivas. ¿No se presentará la literatura, en algunas ocasiones, como vía de escape de alguno de los estímulos maléficos que golpean la vida? ¿Esa creación dentro de la creación no se convierte en el espejo más lúcido de una falta de visión que se comparte tanto en la ficción como en la realidad?

Bartolomé Leal (2) en la presentación del libro Santiago Canalla hizo un recorrido por todos los cuentos que aparecen en el libro y Antonio Rojas Gómez (3) en su comentario, además de referirse globalmente a la compilación de Leal, se detuvo en tres autoras que aparecen en ella (Gabriela Aguilera, Sonia González y Julia Guzmán). A continuación, me referiré a dos de los seres derrotados de Santiago Canalla y ellos son los personajes centrales de Juan Ignacio Colil y Antonio Rojas Gómez.

Al leer “Cosas que no creerías” de Colil surge una pregunta (una de las virtudes de sus relatos es que pueden convertirse en un punto de fuga para mil divagaciones): ¿Hay conversaciones entre “Cosas que no creerías” y la novela El reparto del olvido? Trevor, detective principal del cuento, es un personaje secundario en la novela y en ambos textos se presenta una ambigüedad que admite lo inadmisible. Sin embargo, en “Cosas que no creerías” se trasciende lo fantástico y hay una expectativa ante la aparición de un mensaje cifrado, de códigos de otra esfera, como viajes en el tiempo y mafias perennes que confían ciegamente en el lector (confían más de lo que debieran, a no ser que aquellos personajes tengan una información que los seres comunes y corrientes no pueden obtener dadas sus limitaciones cotidianas).

Por lo tanto, este cuento hay que leerlo con atención, hay que tomar nota de las preguntas, digresiones, pistas y claves. Se requiere de un lector que siga las aventuras de otro lector, el detective; se invita al lector que se convierta en detective; se confía en un lector ficticio que no debe leer una novela desaparecida y en un lector (de este lado) que debe armar un puzle. En resumen, se cree en un interlocutor atento que admite la variedad de misterios que van desde uno mismo hasta el territorio vasto de otros tiempos.

En cuanto al inolvidable relato “Hijo mío” de Antonio Rojas Gómez, pienso que no hace falta ser madre o padre para entender el tema de las expectativas o, más bien, de las expectativas truncadas. Basta con ser hija, amigo, prima o, siendo sincera, basta con ser uno mismo. No hace falta explicar que es difícil confiar en el que no ha seguido a ojos cerrados el camino fijado por los ojos del otro. Aquella o aquel que decepciona ya no sorprenderá a nadie.

El discurso del protagonista es una admirable paradoja (o, tal vez, una ironía) porque, en primer lugar, la exposición es distante, aguda y al mismo tiempo expresa un sufrimiento intenso que abandona o es ajena a la voz del que sufre. En segundo lugar, es desgarradoramente profundo en el recuento de una vida superficial y miope, porque se muestra el error de medir aquella existencia solo a través de metas cuantificables y concretas. Entonces, en la reflexión morosa del protagonista, se produce una suerte de redención inútil porque se orienta a un futuro ya inexistente. Se convierte en una inservible y cruel comprensión del error, de la certeza de todo un itinerario equivocado.

En este triste y lúcido relato hay que intentar ser detective para leer entrelíneas y captar el sentido y el móvil del último crimen. La derrota del protagonista se convierte en un reflejo meticuloso y asesino que no perdonó y no perdonará a nadie.

Para finalizar, presento las últimas preguntas, quizás algo redundantes, que transitan por esta capital y sus personajes perdidos y episódicos: ¿qué mensaje se decodifica en estos cuentos tristes, pesimistas y desencantados? ¿En qué mundo habitamos o sobrevivimos? ¿Cuántos discursos morosos atiborrados de expectativas truncadas, de reveses, de revanchas ejecutadas y vacías; cuántos autómatas, inmersos en la impotencia de los itinerarios ciegos, reflejan los millones de vidas embotadas, simultáneas y ajenas que se cruzan sin saberlo entre soledades y desmanes?

Julia Guzmán Watine

Bartolomé Leal (compilador), Santiago Canalla, Editorial Espora – Rhinoceros, Santiago, Chile, 2019.
Autores de la compilación: Gabriela Aguilera, Ricardo Chamorro, Juan Ignacio Colil, Eduardo Contreras Villablanca, Poli Délano, Ramón Díaz Eterovic, Toño Freire, José Gai, Galo Ghigliotto, Sonia González Valdenegro, Julia Guzmán Watine, Gonzálo Hernández, Bartolomé Leal, Helios Murialdo, Antonio Rojas Gómez y Eduardo Soto Díaz.

(1) https://www.letrasdechile.cl/home/index.php/comentarios-de-libros/2932-que-es-un-canalla.html
(2) https://www.letrasdechile.cl/home/index.php/comentarios-de-libros/2931-presentacion-del-libro-santiago-canalla.html
(3) https://www.letrasdechile.cl/home/index.php/comentarios-de-libros/2949-santiago-canalla-bartolome-leal-compilador-cuentos.html
(4) https://www.letrasdechile.cl/home/index.php/cronicas/2933-lanzamiento-de-santiago-canalla.html