Presentación del Libro Santiago Canalla

por Bartolomé Leal

Casa Colorada

SANTIAGO CANALLA es un libro de relatos que nació de una iniciativa internacional para sacar la versión chilena, santiaguina, de una serie dedicada a cuentos noir en ciudades. Aquello estableció limitaciones: número de cuentos a incluir, temáticas espaciales (barrios), cuestiones etarias y de género, extensión. Cuentos inéditos por añadidura. A partir de eso se me ocurrió invitar a un grupo de escritores con los cuales habíamos compartido juntas y libaciones, para darle a la sin hueso acerca de nuestras inquietudes por el género negro. Sacamos una primera compilación en 2015, 10 cuentos, con Editorial Nuevo Milenio. De manera que la génesis fue esa: un grupo de amigos y amigas. Luego se amplió a otros autores y autoras, hasta conformar el lote de 16 que formamos parte de SANTIAGO CANALLA.

Repitiendo la frase hecha: quizá no están todos/as los que son escritores del policial/noir en Chile, pero todos los que están en el libro, sí lo son. Autores/as con libros publicados, con pasión por el género, lectores aperrados casi todos/as, conocedores de sus reglas y enfoques. Buenos escritores, no necesariamente reconocidos como merecen pero que se mantienen en su afán. No voy a dar datos biográficos, hay un resumen con foto en la parte final del libro.

Unas breves palabras sobre los cuentos del libro. Me los conozco casi de memoria y doy fe que los autores/as hicieron continuos esfuerzos para darles una forma perfecta. O cercana a la perfección, no hay que exagerar.

Gabriela Aguilera. Su cuento “La Arlequina” es un excelente inicio del libro. Por cortesía del azar aclaro, el orden es alfabético. Nos traslada al Santiago de las luchas por la independencia y las clases sociales antagónicas en la transición de la Colonia a la República. Un lujo de escritura. Una historia llena de colorido local, de traiciones y pasiones, en la mejor vena negra, ambientada en La Chimba.

Ricardo Chamorro. “La última muerte”. Chamorro no es un narrador de ficción propiamente tal, digamos cuentista o novelista, sino un cronista noir. Destaco su libro sobre la calle San Diego, que me encantó, un referente, ilustrado con fotos del autor. El cuento que hemos incluido en el libro es de su juventud, como me aseguró. Sorpresivo, envolvente, pulcramente escrito. Un valor alto dentro del volumen, se ambienta en algún boliche de la calle Franklin.

Juan Ignacio Colil. “Cosas que no creerías” nos lleva al barrio Plaza Bogotá, una de las más bellas de Santiago. La suya es ua historia que mezcla tráfico de órganos y práctica de la literatura. El texto esconde contexto, sub-texto y pre-texto, ya lo leerán. Digno de mi amigo Juan Ignacio, una estrella ascendente del noir criollo, premiado adentro y afuera, campeón en las redes sociales.

Ramón Díaz Eterovic. “El hombre al que Sarita amaba”. Nuestro súper héroe del policíaco/noir criollo. De porte internacional. Un clásico. No puede sino contribuir con un cuento impecable en su escritura, su desarrollo, su desenlace. Como siempre sus personajes son memorables así como las locaciones en el antiguo Matadero y San Diego, barrios paradigmáticos de Santiago que sobreviven apenas. Cada vez que pesco el libro, releo este cuento, es como un imán.

Eduardo Contreras. “Antes del anochecer”. Mi amigo y colega ingeniero se manda un cuento que no desmerece de sus premiadas novelas. Un cuento de carga neopolicial latinoamericano, comprometido, acusador, vengador. No exento de un humor agridulce y patético, con esos ex resistentes de la dictadura tramando un despelotado ajuste de cuentas por allá por el Cajón del Maipo. Escrito con cacumen además, unos diálogos en una casa del barrio Bellavista que le dan a uno donde más duele. Da categoría al libro (aunque la tiene de sobra).

Poli Délano. “Se lo digo de verdad”. Nos dejó de legado este cuento precioso, nunca antes publicado, una muestra de su virtuoso manejo de la narrativa, que en su apretado desarrollo cuenta mucho más que lo que se lee. El texto de alguien que se fue con una broma siempre en los labios. Transcurre en un barrio Ñuñoa que ahora se eleva a las alturas, paraíso de los ghetos verticales.

Gonzalo Hernández. “Mi Yale”. Hace rato que Gonzalo es mucho más que un joven narrador noir. Es un explorador de los bajos fondos, de los barrios feos y la gente mala. Este cuento suyo se halla entre sus textos más logrados. Trata a su modo los temas de la migración y los deseos, el fetichismo y las máquinas. Una joya que no vacilo en recomendar. Transcurre en la Vega, que se muestra entera en su canallesco esplendor.

Galo Ghigliotto. “Rara”. Me gusta decir aunque puede sonar fuera de lugar: cuento de poeta. Riguroso en elegir cada palabra. Pienso en Rilke, en Dylan Thomas… Galo rompe las convenciones narrativas del género para contar con sonido y furia una historia que rezuma horror. En lugar idílico para peor: el rio Clarillo.

Sonia González. “Lo que se respira”. Sabemos del alto calibre cuentístico de Socia, de su estilo, de su misteriosa atmósfera narrativa, como en este cuento que no señala calles ni barrios, pero es un Santiago fantasmal, que esconde todo el miedo interior, no el municipal; un Santiago más trastornado que pintoresco. Placer de lectura en estado prístino esta nueva incursión de Sonia en el noir.

Julia Guzmán. “Anatomía adversa”. Bueno, Julia ya había mostrado en una notable novela su predilección por el tortuoso mundo de los canallas de colleras, ambo de marca y corbata, donde nos presentó a un detective/librero entrañable, que se entusiasma, elucubra y se aburre, el cual reaparece en este cuento hondamente feminista, extraño y surreal. Los personajes se mueven entre Providencia y la Estación Central, las librerías y las aulas.

Toño Freire. “Alba Rosa Rojas” ¡Oh, no! ¡Rakatán ataca de nuevo! Y de qué manera. Bello y policromático título para un cuento que involucra a un grupo de hermanas que ejercen aquel viejo y vigente oficio en calles míticas de otra época: Ricantén y San Camilo. Una tragedia es investigada por el reportero Rakatán que no solo payasea sino que además muestra su lado piadoso y benévolo.

José Gai. “Justiciero”. Don Pepe Gai es un maestro en dos géneros mayores: la narrativa policial/noir y el cómic. Es por eso que en este cuento se prodiga no solo en narrar los hechos sino en ilustrar/dibujar algunos momentos del relato. Ver el libro para creer. Sin embargo, hay algo destacable: su temática: la demolición de los barrios tradicionales para construir torres lucrativas. Y hay alguien que se opone de manera enmascarada y letal, por ahí por calle Santa Isabel y alrededores.

Helios Murialdo. “Cable a Tierra” es de una sobriedad y precisión que hace honor a la mente científica de Helios y contradice algo su exuberancia cuando se sumerge en la producción novelística. Los computadores no son inocuos ni neutrales, pueden llegar a ser asesinos y no estamos hablando de ciencia-ficción. No digo más para que no se pierdan este magnífico cuento, otro punto alto del libro (y son hartos). Un plus: la acción tiene lugar en lugares cuicos, parte del Centro y la Ciudad Empresarial.

Antonio Rojas Gómez. “Hijo mío”. No hay necesidad de repetir lo bien que escribe Antonio, y este cuento suyo lo demuestra, donde el noir no proviene del que narra, ni del entorno, ni de la calle, sino de las entrañas mismas, aquel horror que no es materia de elaboración literaria sino de drama familiar, de ese dolor proveniente de la cotidianidad demolida por la desgracia, en esa clase media que suele residir en lugares como Las Condes o Ñuñoa.

Eduardo Soto Díaz. “Un asesinato postergado” se inscribe dentro de la más reputada ortodoxia del noir. El suyo es un cuento siniestro, amargado, oscuro. Los personajes espetan palabras como quien mete bala o asesta un navajazo. Negrura en tono mayor, amplificada por la zona donde transcurren los hechos: la Quinta Normal, calle San Pablo.

Bartolomé Leal. Finalmente, no me refiero a mi cuento “Ángel exterminador”, que ronda por los barrios residenciales, por Batuco, por Colina. Que otros hagan el elogio o lo demuelan, solo deseo señalar que cualquiera que encuentre algún parecido con la realidad lo hace de mala leche. Es ficción pura, destilada como el veneno de una araña de rincón.

Bartolomé Leal
12 de abril 2019