Capilar

por Diego Muñoz Valenzuela

Que yo esté presente en esta simple y significativa ceremonia en que liberamos este libro de Lilian Elphick para que navegue, explore y afronte novedades y riesgos, no tiene demasiada novedad. Creo que me he convertido en parte obligada del ritual de lanzamiento, y lo digo con agrado, con cariño y con alegría. Espero mantener este cargo tan honorífico en el futuro próximo, porque esto equivale a decir -junto con muchas otras personas bien informadas- que esperamos mucho más de su trabajo creativo en el ámbito del microrrelato.

He escogido la denominación que asumo la misma Lilian ha escogido: microrrelato, aunque sabemos que compite con muchísimos, quizás demasiados otros nombres: microcuento, minificción, microficción, minicuento, cuento brevísimo, minirrelatos y más… Lilian cultiva con mano precisa y creativa el microrrelato desde hace mucho tiempo: 2007 si fijamos el hito de su primer libro del género publicado, Ojo travieso. Sabemos que es preciso anticipar varios años de trabajo silencioso, y antes de eso, lecturas y deliberación interna, para llegar a ese primer libro tan meritorio. Es un trayecto extenso.

Lilian Elphick con talento, constancia y osadía ha construido una obra singular en el género narrativo brevísimo, y eso le otorga un puesto de honor dentro de la galería de autores de habla hispana, como atestigua su inclusión en una amplia variedad de antologías y muestras publicadas en Latinoamérica, España y otros países. Cuando se habla de la microficción chilena, Lilian Elphick es nombre obligado junto a próceres notables como el recientemente fallecido, amigo entrañable y notable escritor, Pedro Guillermo Jara (a quien le digo “salud” y con una reverencia agrego “hasta pronto”), Pía Barros y Juan Armando Epple. Esta, podría decirse, es la delantera de nuestra selección, donde brilla una serie de nombres cuya enumeración sería lato exponer, porque en Chile el género ha experimentado un desarrollo rápido y nutrido en los años recientes.

Lilian ha ganado un puesto único y significativo por su exploración de frontera en el límite con la poesía, uno de los bordes borrosos que delimita el impreciso dominio del microrrelato. Esta tendencia filo-poética se manifiesta hace varios años, primero fue subrepticia, apenas insinuada; luego más y más intensa. Algunos hemos ido percibiendo estos cambios graduales, no obstante las precauciones que haya tomado la autora para no prevenirnos de sus incursiones. Esta avanzada hacia la poesía no constituye infracción; por el contrario, la vemos como una invasión virtuosa apta para paladares literarios refinados.

Confesiones de una chica de rojo (2013) es el cuarto libro de microrrelatos de Lilian Elphick, donde va más allá de escribir microtextos individuales con pluma eficaz y de bellos trazo -ya en sí una tarea compleja en los planos narrativo y estético- sino que asume el desafío de crear series de microrrelatos que a su vez constituyen sistemas. Y todavía más: constituir un cuerpo global (como libro) con partes fuertemente interrelacionadas, cuyo efecto conjunto transmite una intención del autor.

En Diálogo de tigres (2011), el tercero de nuestra autora, Lilian empuja el género hasta las fronteras con la poesía y la filosofía, empleando como materiales la imaginación, la fábula, el lenguaje y el erotismo, alcanzando un resultado de considerable belleza. Este libro nos habla del dolor esencial de la existencia, de sus grandes ámbitos de incertidumbre: el sufrimiento, la muerte, el amor y el desamor. De otra parte también puede leerse como una gran metáfora sobre el autor y sus creaciones, vástagos desprendidos definitiva y brutalmente de su matriz uterina.

Disfrazado de poema en prosa, el microrrelato expandió sus dominios hasta invadir las fronteras de la poesía. Renunció a la brevedad extrema, no así a la concisión, para acercarse al cuento. Cargado de filosofía se acercó peligrosamente a los dominios del aforismo. Aprovisionado de humor y belleza se arrastró hacia los límites del chiste. Y con microcargas dramáticas y buenos diálogos las emprendió con la comarca del teatro.

Con el tiempo el microrrelato eclosionó, sumo fuerzas con sus congéneres y se convirtió en libro. Y comenzó a ganar adeptos, autores y lectores. También bastantes detractores… Hay quienes han llegado a descalificar por secretaría los libros de microcuentos que concursaban en el género cuento en grandes certámenes. Por suerte, nuestra Lilian Elphick rompió este silencio son sabor a ninguneo cuando ganó en 2010 el Premio Mejores Obras Literarias con esa estupenda obra de joyería llamada Bellas de Sangre Contraria (2009), su segundo libro del género.

En el origen estuvo Ojo travieso (2007), excelente volumen que abre la colección de Lilian Elphick. Más recientes son K (2014) y El crujido de la seda (2016), publicado por la prestigiosa editorial española Menos Cuarto.

Dicho todo esto, Capilar es un paso nuevo y seguro en la senda de Lilian Elphick dentro del microrrelato. Hay continuidad y cambio, como es de esperar en una autora desarrollada y aventurera. La voz poética, la intertextualidad, el juego con la historia son recursos recorridos, pese a lo cual siempre aparecen renovados y sugerentes.

Emerge con fuerza la referencia a la época de la dictadura y sus huellas de dolor y muerte, que ha tenido una presencia menos gravitante (no ausente ciertamente) en su obra anterior. Ahora las alusiones a esta época – si no el escenario directamente- aparece con intensidad dominante en muchos textos cargados de pasión y profunda significancia. Eros y Tánatos conversan en esta clase de textos, lo cual resulta natural para quienes vivieron la adolescencia y la juventud bajo el influjo de la represión sanguinaria del fascismo criollo. Viene a representar un reconocimiento de la matriz donde la autora -más allá de sus deseos- estuvo sumergida como todos los autores de su generación. De alguna forma es natural que estos hechos atroces resurjan con el paso del tiempo, en lugar de pasar al éter del olvido: al contrario, emergen con fuerza porque constituyen una carga potente en todos los ámbitos humanos. Un golpe militar y la experiencia de 17 años de dictadura constituye un golpe brutal a las emociones, el cuerpo y el intelecto de varias generaciones de jóvenes. En esa matriz nos volvimos escritores, como forma de sobrevivencia y liberación o lucha por la libertad; no por una posición en los puestos de venta de libros, en los canones académicos o presencia en los medios de comunicación.

Otra tendencia más desarrollada que en los libros que conocíamos -y no es que no estuviera presente- es el humor, eso sí que dentro de una estructura que lo dota de trascendencia, de una parte, y de sentido estético, de otra. El mero chiste en este libro carece de espacio y eso se agradece, porque se ha llegado a producir una confusión en este aspecto. La intención de cualquier texto literario, en particular la minificción, debe ser primordialmente estética, lo cual no obsta para el uso del humor, pero tampoco lo eleva a la condición de recurso necesario, ni mucho menos. Incluso asumiendo la posición de considerar primario y estructural lo estético, se tiende con frecuencia a entender que lo lúdico constituya un rasgo obligado en la microficción. La mayor parte de este libro tiende -a mi modo de ver- a demostrar la idea que expongo, de modo que el microrrelato es un territorio libre, abierto a todos los temas y todos los recursos.

Solo me queda reafirmar lo esencialmente ya dicho: estamos ante el trabajo de autora cuyo trabajo es trascendente -y en el futuro lo será aún más- porque es una aventura de frontera, indagación permanente, búsqueda sincera y arriesgada, todos sellos que celebro y ahora mismo aplaudo.