Poesía Laura Panizo

por Laura Marina Panizo

Complicidad

Nos amamos todos
los que tiramos monedas a la fuente.

Ellas se concentran en el centro
(inalcanzables a las manos inquietas
de los desconocidos)
y los deseos descansan sobre el ataúd:

vendré a tirar flores
el próximo domingo
y que no sea amado aquel
que no haya sentido pena
por su deseo.

Gravedad

Torpe la manzana
caída.
Se está en el árbol
o en la casa.

“Fresca como la amapola”

Hagamos juntos
el trabajo de los muertos:
aquí sobre la cama
cerremos los ojos e intentemos
capturar las flores inalcanzables
que dejaron nuestros conocidos
fuera del ataúd.

¿A quién la amapola?

Luego a descansar los brazos
que de tanto estirar
encanecieron.
Hagamos juntos el amor
¡ah! pero los muertos no se acoplan.

Que llegue nuestra satisfacción
a ellos.

Algo en el cementerio
salpica mi bienestar
y las flores
se inclinan hacia el jardín.

Que la noche abra un claro
en mi mano
y tome mi bocado, mi ignorancia.

Un soplo en la vocal

A ciertas cosas
no se les permite
entrar
en cualquier palabra.

Por eso siempre terminamos
ocultando algo.

Pero yo repito tantas veces
el secreto
como moscas hay
en el asado frío.

Cambio de Planes

Vienen todos
justo hoy
que no había nadie.
Los que suben hacen chillar la madera
y los que bajan también.
El perro le ladra al perro
y el diariero golpea la puerta
que nadie quiere atender.
La pava que chifla,
el teléfono que alarma
y hoy que pensaba morirme
vinieron todos.

Caza de águila de los Hidatza

Miralo.
Desciende.
Se esconde en la fosa
como si fuera presa
y deja carne fresca
en la superficie.

Nadie desconcentra
al cazador
que acomoda sus manos
suspendidas
en posición de espera:
se detienen los movimientos
como si una pintura
hubiese congelado el gesto.

Mirala.
Desciende el águila
cebada hacia la carroña
como si fuera volcada
por un tobogán
en el éxtasis del impulso.

Pero allí
en el instante en que mantiene
su vuelo
al ras de la tierra
el hombre toma del águila
el cuello
y se retuercen las manos
el ave

el movimiento.

Presa estrangulada.

Miralos.
Juntos expresan
la metáfora de la unión:
el juego disyuntivo.

Tallos de casa

Yo veía estallar jardines
sobre mi nogal.

Todos ellos soñaban
con escupir las nueces
que en julio
eran solo nuestras

(nos hemos reído de niñas
las tres
saltando como bailarinas
sobre sus hojas).

Menos mal
que extensa la sombra
del árbol talado
ejerce el ruido
de las nueces al caer

besamos entonces con las manos
la aguja del reloj
el pecho que lo detuvo
rebozamos de nueces secas
en invierno
y seguimos siendo cómplices
con la mirada más profunda
– hojas de hermanas –
de la envidia de los bosques.

«Un murmullo cada vez más alto»

Exhumación
donde la figura del árbol desplazado
opera sobre la palabra.

Y con tanta calidad
se invade la tierra
que se alza la posibilidad
de un nombre
como si se usara
en vez de pala
su sombra
para no dañar los restos.

Exhumación de cualidades

donde los datos se dilatan
sobre la extensión del día

donde los insectos distraídos
no dicen de quién saben comer
(se les ruega que hablen)
y se alejan.

Conducir los ojos
donde restauración y origen
conviven en el mismo sitio.

Oficio de la perfección:
cuando vienen los nombres
como pájaros
a reconocer sus propios cuerpos.

Secuencias

Que ocurra la huella
en el empedrado

y que la noche se sostenga
en aquel recuerdo.

Infeliz aquel
que no deja rastro
al pasar.

Hasta cierto punto

Es la hora en que alguien
mueve la ceja
para entregarse.

Nadie, sólo quien lo sueña, lo nota.

¿Quién sube?

¿Quién baja?

¿Quién le trae la bandeja al gesto?

Lo demás, rodea

Los dedos que atraviesan el aire
con el movimiento
dejan sus huellas en la nieve
con la densidad de sus sombras.

He ahí
en la pisada del alma de la mano
donde queda la sinceridad
del gesto.

Lo que somos

Todas las piedras
en una sola mano.

Sus dedos la rechazan
y nosotros las amamos
por su promiscuidad.

Todas con todas se rozan
y tan pronto como se acarician
se hacen polvo.

Quienes pudimos admirarlas
en su balanceo
nos hemos sentido
ridículamente acompañados:

también ellas han temblado
antes de desaparecer.

****

Laura Marina Panizo es Antropóloga y Escritora. Licenciada en Antropología Social en el 2003 por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y Doctora por la Universidad de Buenos Aires con mención en Antropología,
Obtuvo becas doctorales y posdoctorales del CONICET y de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).

Actualmente es docente de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Santiago de Chile) e Investigadora del CONICET (Argentina).

En cuanto a sus poemas, ha obtenido varios premios, menciones especiales, y publicado en diferentes revistas y compilaciones. Su primer libro de poesía, “Lo demás, rodea” (2013) fue el ganador del certamen de poesía Leonor de Córdoba, Asociación Cultural “Andrómina”, Córdoba. España. Entre diversos premios y distinciones se nombran la de los últimos años: el 2017, el poema “Por donde entra la mirada” fue reconocida con entrega de Diploma de Honor en el III Concurso Poético Musical – Ermelinda Díaz. MUNICIPALIDAD DE QUILPUÉ. Quilpue, Chile. En el 2016, el poema “Y me lo dijo” fue ganador del concurso «EL PUEBLO YA SABE DE QUÉ SE TRATA» (La Rioja, Argentina) , “Desapariciones”, poesía galardonada con el 3er premio en el Noveno Certamen de Cuento Breve y poesía, Veladas 2016, de Biblioteca Popular y Centro Cultural Veladas de Estudios Después del Trabajo. Avellaneda, e “Historias Recientes”, una compilación de poesías galardonada con la 4ta mención del 10° Concurso Nacional de Cuento y Poesía “Adolfo Bioy Casares”. Municipalidad de Las Flores. Provincia de Buenos Aires.