“Memorias de un asesino en serie”

Por Eduardo Contreras Villablanca

No puedo comentar “Memorias de un asesino en serie” sin hablar un poco del autor. Los que conocemos a Bartolomé Leal, podemos dar fe de su bonhomía. Es un gran impulsor de proyectos colectivos en el ámbito del género negro, y ha apoyado de diversas formas a aquellos que se van abriendo camino, como yo. En paralelo a su prolífica trayectoria literaria (más de veinte libros publicados) en el ámbito profesional, por años desde Naciones Unidas hizo importantes contribuciones al desarrollo industrial de países emergentes, al medio ambiente, la sustentabilidad y el análisis del cambio climático. Incluso participó en misiones de paz en Kosovo.

Dentro de su amplia obra en el noir, ya sea como solista o a cuatro manos como Mauro Yberra, sus protagonistas son los que investigan y persiguen a los autores de los delitos. Son libros escritos “desde el lado de acá”, cara a cara contra el mal.
¿Por qué comienzo por esta presentación que resalta las virtudes de Bartolomé? Porque “Memorias de un asesino en serie” está escrito en primera persona, y el narrador personaje describe capítulo a capítulo de forma muy vívida, los crímenes cada vez más cruentos que comete. Todos ellos justificados desde la lógica de la mente enferma de este asesino serial, con una contundencia tal, que el lector termina por convencerse que estos crímenes ocurrieron, y que el asesino es efectivamente el autor del libro. Así que parto por dar fe que Bartolomé es un ciudadano ejemplar, solidario, trabajador, generoso, muy afable, y desde luego libre de toda sospecha.

Este comentario inicial, no sería necesario si el libro no lograra crear de la forma que lo hace, la necesaria credibilidad en el personaje y sus historias, algo difícil de lograr cuando el crimen no es uno sino una seguidilla, y con capítulos donde son varias las almas que se van para el patio de los callados. El autor se mete en la piel del personaje y convence. El viaje de Bartolomé al lado oscuro, resulta un viaje plenamente exitoso.

El tono y la atmósfera del libro tiene bastantes referencias al cine, de paso pude comprobar que el autor y yo tenemos gustos cinematográficos bastante similares. La obra completa para mi gusto deja una reminiscencia de Quentin Tarantino, que se refuerza con las ilustraciones de Walter Gómez que suman al estilo pulp fiction. En este libro Bartolomé muestra ese tipo de talento del director estadounidense para llevarnos a situaciones extremas, no aptas para personas demasiado escrupulosas, pero matizando las tremebundas escenas con adecuadas dosis de humor negro. Es más, creo que si esta obra de Bartolomé, cae en manos de Tarantino, será inevitable que “Memorias de un asesino en serie” llegue a la pantalla grande y se transforme en un éxito de taquilla. Solo queda esperar que el sanguinolento director norteamericano no se cohíba ante algunas de las escenas del libro, y no le dé por censurar los episodios más violentos.

Pero la obra no solo matiza las escenas crudas con humor negro: cada tanto también surgen profundas reflexiones, como cuando el innominado asesino serial nos dice que “Convertirse en un perseguido es tal vez el sino de todo asesino en serie. Lo saben bien los soldados, sobre quienes rara vez cae ese mote descalificador. Aunque lo son en esencia. En particular en esa franja de frontera, de tan difícil definición, que es la represión a la población civil desarmada…, en casos contados se les acusa de asesinos en serie. Eso queda para nosotros, los civiles…”.

Pero hay más, el autor logra que el lector se vaya involucrando con el personaje. Si bien sus primeros asesinatos parecen propios de un sicópata, luego las circunstancias lo van envolviendo de tal forma que algunas de sus siguientes tropelías resultan ajustes de cuentas o actos justicieros, como en caso de los seudo extraterrestres antropófagos, o el ajusticiamiento del asesino de la bella Melba.

Estas encrucijadas en las que el protagonista actúa como vengador, la vileza del resto de los personajes que a ratos hacen que el protagonista figure como el bueno de la película, nos hacen coincidir plenamente con Andrés Laguna, que en el prólogo de la novela señala que la obra, lejos de ser una apología del crimen y la violencia, es “algo así como el retrato rabioso de una sociedad totalmente corrupta y enajenada”. Una sociedad, agrego yo, en la que para mayor contrasentido y locura, quienes deben combatir el crimen cambian de ropaje y se transforman en asesinos, aún en democracia, aún en estos días, como en el reciente caso del asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca a manos de carabineros.

No me queda más que invitar a leer y estremecerse con este libro. Para quienes sean de espíritu muy sensible, recomiendo hacerlo preferentemente de día, lo más temprano posible, lejos de lo que debiera ser el sueño reparador de la noche, para evitar así que el lado oscuro se apodere de sus imágenes oníricas y los deje desvelados por unos días.

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