Por Sergio Reyes

“Lo llamaban Comandante Pepe”, novela de Rubén González Lefno, publicada en octubre de 2017, narra la vida política de Gregorio Liendo Vera, joven magallánico, ejecutado por la dictadura cívico-militar en octubre de 1973.

 

En abril de 2018, tuvimos en Punta Arenas, la oportunidad de conversar con el escritor de esta novela, relato e imaginación de un período de la vida de Gregorio.
Se toma la vida del magallánico en su segundo año de estudios en la Universidad Austral de Valdivia. Aquí ya Gregorio había abrazado militancia en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Lentamente, el autor narra las vivencias de Gregorio en dicho ambiente universitario, y algunas burdas acciones de pseudo preparación militar urbana, para ir dando forma seguramente a la línea político-militar del MIR en la práctica. En este punto, se inserta, como acostumbrará hacer el escritor a través de esta novela, un capítulo sobre la vida de Gregorio luego de haberse graduado del Liceo de Hombres de Punta Arenas, y cómo después de ejercer como inspector del mismo establecimiento decide irse a estudiar “al norte”. Esto, aunque parezca una rareza, termina con el traslado de toda su familia inmediata a Santiago, donde el mozalbete iniciaría sus estudios universitarios. Esto, de parte de los padres, por supuesto para proteger y apoyar al hijo. Allí murió su padre Isidoro Liendo. Al poco tiempo Gregorio partiría a estudiar al sur.

En medios sus estudios en la Universidad Austral, Gregorio y sus compañeros “descubren” la aplastante belleza de la montaña y sus contradicciones sociales y económicas. Estas condiciones actuarían como un magneto para los jóvenes miristas. En medio de la majestuosa belleza de la montaña, se enterarían de la trágica historia de explotación de los trabajadores a manos de compañías cuyos dueños solamente se movían para aumentar sus ganancias a cualquier precio, humano o ambiental. Como corolario, el relato da cuenta de esta nueva fuerza política revolucionaria que emergía fundamentalmente de jóvenes intelectuales, quienes cuestionaban el reformismo de los partidos tradicionales y privilegiaban la acción directa de los “pobres del campo y la ciudad”. En ese contexto entonces, Gregorio, se inserta en un proceso de rebelión de trabajadores madereros que se toman varios fundos, donde desfilan nombres y localidades remotas para quienes no conocemos dicho territorio.

Dice el relato, “Una vez consolidada la toma de Carranco y producidas las ocupaciones de Trafún y Paimún, después de la expansión de las ocupaciones por la cordillera al sumarse otros cinco, diez, quince fundos tomados por los trabajadores, Pepe y sus compañeros no volvieron a tener descanso.” La contribución de Gregorio y sus compañeros del MIR fue entregar apoyo organizativo, estratégico e ideológico y, en ese proceso, se ganaron el respeto y reconocimiento de los trabajadores.

Al fin el Comandante Pepe –según narra el libro—no fue ni comandante, ni siquiera Pepe. No hubo tal formación militar guerrillera, como especuló la prensa chilena, la derecha y la izquierda reformista de su tiempo, sino un grupo de jóvenes, luchando codo a codo con trabajadores que se atrevieron a cuestionar en los hechos a sus patrones. Los fundos tomados siguieron trabajando, se racionalizaron los horarios de trabajo y surgió la solidaridad obrera y la recuperación de la dignidad del trabajo. Eventualmente, estas experiencias de gestión directa de los trabajadores, fue cambiada por la intervención del estado administrado en ese tiempo por la Unidad Popular, bajo la dirección de lo que el autor llama a través del libro, el “doctor Allende”. Pero, las demandas laborales ganadas no fueron revertidas.

Luego, llegó la hora del fascismo, que cayó también con especial saña revanchista hasta la montaña donde estaban Gregorio y compañeros. “Ocurrió durante la noche. Patrullas de militares asolaron los predios, allanando las modestas viviendas, deteniendo trabajadores y buscando especialmente a quienes habían sido dirigentes sindicales o militantes socialistas, comunistas y miristas.” A partir de ahí la labor del escritor es intentar develar los hechos que llevaron a la ejecución sumaria de Gregorio y muchos de sus compañeros. Esto se dio después del asalto fallido al retén de Carabineros de Neltume, donde Gregorio participó, pero la decisión de hacerlo fue tomada por los trabajadores mismos. Gregorio, su compañera Yolanda, y otros compañeros fueron detenidos un 18 de septiembre de 1973. 12 fueron los fusilados. A Gregorio lo asesinaron la tarde del 3 de octubre de 1973, un día antes que el resto de los compañeros.

Así terminó nuestro coterráneo, lejos del frío y el viento implacable de nuestras tierras. Quedará, sin embargo, para siempre en el imaginario de los que pensamos en estas cosas, que reconocemos el valor de los que se atreven a luchar hasta morir, en cualquier lugar de la tierra. Por eso, gracias al autor por su trabajo para ayudarnos a entender lo que no supimos, lo que no vivimos.

¡Viva Gregorio Liendo! Porque como dice la canción del venezolano Alí Primera los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos.