Por Antonio Rojas Gómez
La novela que vengo a presentar se titula “El escarabajo ciego”. Curioso nombre, que tiene una razón de ser. El autor la explica en el capítulo 15, página 43. Cito:
“En la región central de Eslovenia hay profundas cuevas donde habita una rara especie de escarabajo ciego. El naturalista aficionado Vladimir Kodrie fue el descubridor de estos coleópteros en un apartado lugar de Celje, y como era admirador de un famoso entomólogo alemán le llevó un ejemplar para que lo bautizara. El entomólogo alemán sentía gran admiración por Hitler de modo que le puso Anophtalmus Hitleris. El Führer agradeció el gesto por vía epistolar, pero ordenó que el suceso se mantuviera solo en el círculo científico. Sin embargo, la noticia se filtró a la prensa y algunos diarios la publicaron. Uno de esos diarios comentó el suceso diciendo: Rarísimo escarabajo ciego recién descubierto lleva el nombre de Anophtalmus Hitleris, en homenaje al Führer.” Hasta ahí la cita.
Como esta es una novela, una obra de ficción, el lector tiene perfecto derecho a pensar que este escarabajo ciego nunca existió, y que su nombre y su inclusión en el texto es una licencia literaria, que el autor tiene perfecto derecho a tomar. Pero no es así. La cita que he leído es rigurosamente exacta. Y les voy a decir más, el Anophtalmus Hitleris se encuentra hoy en peligro de extinción a causa de su nombre. Porque ha sido perseguido y codiciado tanto por partidarios como por adversarios de Hitler. Y corre peligro de seguir la suerte de la Roeschlingia Hitleri, una mosca bautizada también en honor del jerarca alemán, que hoy se encuentra extinguida.
Como se habrán dado cuenta, el libro se desarrolla a la sombra del nazismo, y uno de sus personajes es nada menos que el hombre que tuvo en un puño a Europa y estuvo en un tris de hacerse amo del mundo. Se han escrito millares de páginas sobre él, a las que ahora se suman las 122 de esta novela. Si hemos de ser justos, de aquellos cientos de miles de páginas, la mayoría son diatribas que muestran a un monstruo esperpéntico. Pero si hacemos un esfuerzo e intentamos situarnos en los primeros años de la década del 40 del siglo pasado, veremos que la mitad del mundo odiaba a Hitler y la otra mitad lo adoraba. Esto es válido también para Chile. Aquí hubo muchos partidarios de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, y el Movimiento Nacional Socialista alcanzó protagonismo y resultó decisivo en episodios trascendentes de la vida política, entre ellos, nada menos que la asunción al poder de Don Pedro Aguirre Cerda, que iba a cambiar el destino del país.
Pero volvamos al libro. En el capítulo 10, página 32, nos encontramos con el jerarca alemán. Cito:
“De pie junto a una mesa cubierta con un fino mantel rojo estaba Hitler, a su lado, tan inmóvil como su amo, estaba Blondie, la hermosa perra pastor alemán. El Führer vestía de civil, su estatura media y sus rasgos eran los de un hombre común, mas sus ojos redondos y azules poseían una extraña fuerza. Tomando la iniciativa, Hitler avanzó unos pasos y besó la mano de la médium, luego saludó con amabilidad a Alfredo que estaba bastante nervioso.
–Asiento –dijo Hitler indicando las sillas que rodeaban la mesa. Su voz era suave y contrastaba de manera casi chocante con la violencia de esa misma voz en los encendidos discursos que hacían vibrar a las masas.
Alfredo lo observó en silencio, el pelo castaño oscuro, los rasgos faciales, el ridículo bigotillo, los inquietos movimientos de las manos, nada en aquel hombre hacía pensar en un prototipo de la raza aria, y sin embargo, su presencia provocaba tensión”.
Fin de la cita.
Bueno, ya tenemos una visión del mundo y de la época en que se desarrolla la historia de “El escarabajo ciego”. Estamos en Alemania, años 38, 39, 40 del siglo pasado. Se jugaba el destino del mundo. Y nos encontramos en el seno de una familia de clase media adinerada, cuyo patriarca, Alfredo, es un hombre de negocios próspero, que saca ventaja de la situación. No es político. No es nazi. Tampoco es opositor al nazismo. Simplemente se deja llevar por la realidad cambiante en que se encuentra inserto. Y obtiene espectaculares retribuciones económicas.
Alfredo pertenece a la llamada clase media alta. Está casado con una mujer de ascendencia judía a la que adora, y que padece de una enfermedad cuyo diagnóstico es incierto. Su familia se completa con una sobrina, que viene a sustituir a la hija que no pudieron concebir. A ellos se incorpora una prima de su mujer. Son cuatro personas, tres mujeres y un hombre del cual todos dependen. Eso era común en aquel tiempo. Hoy, por fortuna, algunos hombres podemos sobrevivir gracias al talento de nuestras mujeres.
Lo que pretendo decir es que en esta historia todos nos sentimos interpretados, todos tenemos nuestro lugar. Y los hechos, traumáticos y dolorosos, que por fortuna no nos correspondió vivir, nos llegan como un golpe de corriente eléctrica, que nos remece y nos mueve a preguntarnos ¿y si fuera yo? ¿Si yo tuviera que tomar esa decisión? ¿Si me encontrara en una encrucijada similar? ¿Si hubiera vivido en esa época?
No existen respuestas únicas para preguntas semejantes.
Jorge Muñoz Gallardo nos sitúa en una posición que nos lleva a cuestionarnos como seres humanos.
Esa es la gran meta de la literatura.
Ahora, en un análisis técnico, debemos decir que el autor utiliza una forma narrativa convencional. Quien narra es un observador en tercera persona, que aun cuando no posee toda la sabiduría sobre la historia que se va a desplegar, conoce muy bien de lo que está hablando y a los personajes que participan en ella. Pero, sin que lo advirtamos, la voz de este narrador externo e impersonal es apropiada por alguno de los protagonistas. Entonces, la visión de lo que acontece nos llega a través de la mirada de uno de sus participantes. Y difiere de lo que sabíamos. Ahora hay un acento, una opinión.
Pero cuidado. Uno de los valores de este libro es que en él no predominan opiniones. Si alguien teme a Hitler, otra voz lo justifica. Si a Churchill se lo califica de borrachín, no falta quien lo sitúa como cima de los líderes mundiales, por sobre Hitler, Stalin y Roosevelt. Estamos en la Europa de la preguerra, de los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Vivimos lo que viven los personajes, la inestabilidad de Alfredo, los dolores de su esposa Antonia, los recuerdos de la tía Irma, estampados en su diario de vida, los sueños de la joven Constanza.
Todo aquello se nos va brindando sin que varíe la voz narrativa. No existe un quiebre, de la primera a la última página sentimos que el narrador nos está entregando las instancias que se suceden una tras otra y configuran la trama. Pareciera que el abuelo sabio nos invitara a conciliar el sueño a nosotros, niños tiernos que aún lo ignoramos todo lo de la vida. Pero está muy lejos de ser así. El autor no nos convida a dormir. Nos invita a despertar de una pesadilla que aún nos estremece. Y nos pone frente a los ojos el mundo que no ha variado tanto en 80 años.
Hoy, más que ayer –y mañana será más que hoy—surgen brotes nazis a lo largo y ancho de la geografía mundial. Puede que los conflictos actuales difieran de aquellos que condujeron al holocausto de 1940, pero bien pueden conducirnos a extremos similares. Es cierto que se ha avanzado, pero permanecen anclas perniciosas que abona la ignorancia.
Podrán preguntarme, y conmigo al autor de este libro, por qué escribir hoy de sucesos que ocurrieron hace tanto tiempo y se suponen superados. Yo voy a responder por mí, espero que Jorge Muñoz Gallardo no me desmienta.
Porque la literatura de hoy y de siempre, tiene un único tema: el ser humano, que nunca se agota. Si el nazismo lleva 70 años ensombreciendo al mundo, y hoy su sombra vuelve a cernirse sobre nosotros con creciente fortaleza, habrá también alguna fuerza que lo equipare. Pero para eso es fundamental que no olvidemos la historia. No aquella historia de los textos oficiales, sino la de aquellas vidas mínimas de las que habló González Vera, que son las vidas nuestras, las de Alfredo, Antonia, Constanza y la tía Irma.
Los invito cordialmente a leer esta novela, seguro que sabrán disfrutarla y que al cerrar su última página se sentirán distintos que al abrir la primera.
El adentrarse en la novela de Taro Rivera y peinar canas, me hace viajar a un pasado no lejano y…