Por Maritza Castro

 

Laura Bustos Navarrete nació en San Carlos, Ñuble, el 9 de septiembre de 1884. Fue la segunda y última hija del primer matrimonio de Nicanor Bustos con doña Margarita Navarrete. Desde que empezó a hablar manifestó una inteligencia superior. A los cuatro años, fue víctima de una epidemia de tos convulsiva. Muchos niños murieron como consecuencia de dicho brote; no obstante, Laura, gracias a los excelentes cuidados que recibió, pudo sobrevivir a él, quedando anémica y con sus pulmones estropeados. Y por mucho tiempo se temió por su vida. Por eso poco iba al colegio, siendo la lectura en casa una actividad que le daba mucho placer.

Laura empezó a pedir por escrito lo que quería a contar de los ocho años, con mucha gracia y estilo, firmando -incluso con nombres supuestos- cartas que hacía arrojar a veces al escritorio de su padre, otras al correo. Hija de un hombre de bastante fortuna, lo que más hacía era pedir ropa, calzado y juguetes, por lo que se deduce de sus escritos y lo reseñado en sus “Rimas”. Ello motivó a su padre a pedirle, una mañana de marzo de 1896, que sólo si hacía sus solicitudes en versos, aprobados por él, obtendría lo solicitado. Ella no accedió a estas nuevas condiciones. Pero cuando su padre volvió a casa a almorzar, lo esperaba una composición de ocho cuartetos octosílabos en que pedía un vestido.

Nicanor Bustos en esa época trabajaba en el Juzgado de Letras de San Carlos. Laura fue a recibirlo a la mañana siguiente de aquella, en que por primera vez le pidió que escribiera versos, a la plaza de esa ciudad con el poema “Al Sol”. Él, encantado, le pidió otro poema a la Luna, y Laura se lo escribió inmediatamente. Tras una breve estadía en Chillán, ciudad a la que la familia se traslada en mayo de 1896, donde la salud de Laura empeora, se le diagnostica tisis pulmonar. La llevaron en diciembre de 1896 a Alico. Reside tres meses en los fundos Mortandad y Lara. Su salud sigue empeorando. Entonces, su padre la traslada al fundo Quimpeumo, al poniente de San Carlos, en el que fallece el 29 de Julio de 1897. Fue enterrada en el Cementerio de San Carlos, y su tumba hoy está perdida entre las más antiguas del lugar.

Sus rimas están ordenadas en principio bajo ese título. Luego, “Biblioteca”, “En el campo”, “En Chillán”, “En Alico”, “En el fundo Quimpeumo”. Su padre las hizo publicar el 29 de Julio de 1899 (1), día del segundo aniversario de la muerte de Laura. La primera reedición de su obra se hizo el año 2010 y fue financiada por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, donde se agrega un estudio preliminar realizado por Natalie Guerra, Belén Fernández y Michele Benavides.

Maritza Castro Frías
Sobrina nieta de Laura Bustos

Santiago, agosto de 2018.-

(1) El libro en otras partes indica ser de 1898. Estas discrepancias se atribuyen a la dificultad de corregir pruebas de la época.

Poemas de Laura Bustos Navarrete

 

A la luna

 

Yo estoy admirando
La noche importuna,
Que se va acercando
Y atrae a la luna.

En la noche lenta,
¡Quién por la fortuna
Vela más atenta
Que la linda luna!

Pues yo no pensaba
Que muy oportuna
Su luz derramaba
La pálida luna.

No lo he comprendido
Y con razón suma:
Me falta sentido
Que admire a la luna.

Pues yo no sabía,
Como otra ninguna,
Lo que embebecía
La fúlgida luna.

Mi razón voy dando,
Para hablar como una
Que estaba admirando
La faz de la luna.

A mi papá una queja

 

Con usted yo tengo rabia,
Lo cual no lo ha de ignorar;
Y esta rabia que yo tengo,
Bien caro le ha de costar.

Desde luego pues le digo
Lo que ya debe saber:
Que conmigo no se enoje
Y comprenda su deber.

Cuando algo le debo a usted,
Se lo tengo que pagar,
Que pagar bien pagadito
Y siempre me ha de engañar.

Y si esto usted desmiente:
La muñeca que he pedido,
Y al vestido y crema fría
¿Qué le habrá sucedido?

Y ¿las botas que pedí?
Un par no más me ha pagado;
Y ¿las medias? Mis lectores,
Unas malas me ha comprado.

Para que hagamos las paces
Un escudo me dará;
Y si usted no me da escudo,
Mis estrofas no verá.

Una flor

He visto una hermosa planta,
herbácea y muy delicada,
la que da cuando en cuando
su florcilla perfumada:
y es tanta su lozanía
que despierta poesía.

Un día, vi en su follaje,
un botón recién nacido,
el que no daba perfume,
pero muy lindo y pulido:
y tan bello verde adorna
que mis sentidos trastorna.

Y al día siguiente a ver,
voy el botón, con orgullo,
pero en su lugar hallé
el más fragante capullo,
que de un modo hasta insolente
alzaba al cielo su frente.

Aunque del cambio asombrada,
fui al siguiente, a ver a mi bella…
pero me hallé confundida
al ver cual radiante estrella
a una flor alabastrina,
¡muy hermosa y purpurina!

Y que en su seno ostentaba
varias gotas de rocío,
y plegaba su corola
por salvarlas del estío;
y la brisa tan galana
de la flor estaba ufana.

Feliz vivió aquella flor
algún tiempo, y celebrada
de los hombres, aves, flores
y de brisa perfumada:
pero un acto sucedió
en que la vida perdió.

Porque la desgracia quiere
del feliz ponerse al lado:
sucedió que quiso el sol,
¡cuál céfiro enamorado,
a la bella flor besar
y su hermosura admirar!

Pues el cumplir su deseo,
el sol, tanto se embriagó,
que con su cuerpo de fuego
¡a la bella flor quemó!
¡Y tuvo este triste fin
aquella flor de jardín!

 

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