Por Diego Saravia

Idea

Soy una idea violentada por los ecos,
un reflejo en la memoria de los espejos
donde se empoza la nostalgia
Nadie es dueño de algo
o todos son dueños de todo

 

Limonero

Las palabras desbordan mi mente
Que sean un manantial
para nombrar
en el rocío de su mirada
el breve vacío,
el misterio y el secreto
Después seguiré
en la rama del limonero,
callado

 

Cenizas

Te apoyabas en el plátano oriental
como si esperases el otoño
Te oí decir:
«Estás bien sin afeitarte»
y me diste un abrazo de hojas
Avanzamos por la tarde de las vidrieras
hasta la sombra de tu balcón
Al otro día la gente
caminaba por una ciudad vacía
y yo me afeité en la escarcha de la ventana
Puse mi nombre en el árbol
y fui al puerto
donde el cielo guardaba las cenizas
y mi barco alzaba sus velas

 

Nacimiento

Algunas muertes nos abonan
hasta un nuevo nacimiento
Si alguien, alguna vez,
hubiese tenido una certeza
no existirían las palabras

 

Silencio

Desciendo en la noche desde mi balsa,
estrellas se desgajan en el cauce
y lejos se sumergen

Voy por la orilla
envuelto en un poncho de niebla,
heridos mis pies por las ramas
que mudas esperan mi muerte

Voy privado de sentidos,
tratando de alcanzar la llave
que libera el alba

El silencio da y quita,
es camino y frontera
y se mide en llagas

 

Vacío

Tu vacío
me liberó de las honduras
Hay quien dice, incluso, que vuelo

 

Abrigo

Mírame,
ojalá con tu mirada de vertiente
Si no la merezco,
al menos háblame con la niebla
Ya no espero nada,
lo aprendí con tu indiferencia
Pero mírame,
abrígame esta alma mía

 

Baile

Los ángeles se desplazan
y uno remacha
el cofre del tiempo
con los clavos de sus huesos

La juventud baila como ellos,
con su ambición y su cuerpo
desechos

 

Suficiente

El hijo, el árbol y el libro
son cubitos de hielo
para esta botella de whisky

 

La hoja de la noche

Un día aprendí que la noche tiene venas
y su latido se asemeja al paso
de los caballos en el asfalto

Cierta vez con la hoja de su cuchillo
cortó por la mitad mis creencias:
gotas de la canilla retumbaban,
el galope era inaudible en el barro
y los amigos decían
que todo era verdad

 

Cinismo

La sequía es grave
y el hombre chapotea
en su cinismo

 

Diego Saravia es poeta y economista. Nació en Salta, Argentina, en 1972, pero reside en Santiago de Chile desde hace catorce años. Tiene numerosas publicaciones académicas en Economía y 2017 publicó su libro de poemas Meridiano, en Editorial El Español de Shakespeare.