Poemas de Nicolás López- Pérez

Por Nicolás López- Pérez

TEORÍA DEL VIAJE

 

Michaela, los viajes nos reúnen con el afecto

¿sabes quién será capaz de evitar mares y cielos?

Es la tierra, esclavizada por raíces sangrientas,

el deseo de una vida constreñida entre ciudades hacinadas,

nos obliga a vivir juntos, enterrando los barrios periféricos.

Cada día añoramos el destello de las imágenes viscerales

mitad fantasía mitad realidad, agitadas por el abecedario.

Los turistas las han deteriorado.

Aunque mañana, tragando calles y bulevares

seguiremos adentrándonos en la gran ciudad

en cualquiera de sus formas, ciertamente verás

sobre la extravagante novedad del universo

bosques, tiempos pasados, ventanas de un tren.

Pasa que nos queremos apropiar de todo

para rendirnos ante la pena presente

mientras la ciudad exhibe sus amarguras

trueques de miedos, deseos, ilusiones

tan brutales como una dictadura suramericana.

No llores mi vida, tampoco sé lo que quiere este mundo.

 

Viajamos para no olvidarnos del otro

en todos los países, en todas las geografías

habitamos para volver a los recuerdos

como dos viejos derritiéndose en el horizonte.

Puedes preguntarle a tu teléfono quién eres.

Quizás el mundo no ha sido demasiado sincero.

No llores mi vida, un grafiti me dijo qué hacer.

Cada ciudad es un viaje, igual que la luz del sol.

A las ciudades vamos, nos impregnamos de humo.

Las esquinas de la droga, las casas de los poetas

los museos de la depresión, patíbulo de futuros,

esas son las ciudades. Los rascainfiernos, palomares,

como las prótesis no son ni nunca serán parte del cuerpo.

A la próxima casa entre los escombros, esperando grúas

obreros y materiales, el veneno de la nueva vida en común.

 

Las ciudades nos han deteriorado.

Dime, Michaela, ¿estamos muy lejos de ellas?

No confundas las geografías con mis versos,

en cualquier historia seremos niños indomables.

 

PICHILEMU

 

Cada verano, cada estación en realidad,

consumido hasta el centro de las cosas

estás consciente que el milagro

por el que todos esperamos

está esperando

hasta que el Pacífico se destruya

el continente no regrese al mar

y los moluscos sean envenenados por la tierra.

 

Rayos del día, ósculos solares

la locura no ayudará en nuestra tormenta

ciertamente volveremos a morir

Cada otoño, suspirando amargas lluvias

nos mutilamos con el veneno de la noche.

Llueve a cántaros.

La lluvia suspira al pueblo, olas feroces

se desgañita cuando crece cuando crea

su tinta gutural baña los tejados de lata

canto al cántaro            destinos a destinos

entre bosques y curvas de carreteras asesinas:

Pichilemu telúrico, ayer mañana siempre es hoy

pétrea frontera, faja de lágrimas migrantes

bosque emboscado, cielo gris

salvaje, tus aguas añiles deliran

emprendemos el rumbo

a barlovento de pólvora y pisadas

entre egregios cerros y arboles

bramando hasta el último bote de pescador

tripulaciones desertarán entre los más pobres

jalando y llorando la bencina de sus senderos

se ahogarán en el tránsito a dunas apolilladas 

y arderé, caeré porque el milagro jamás tendrá lugar.

Caeré hasta que no pueda seguir cayendo más

mi voz esparrancada de la vida a solas, náufrago mental

un cuerpo como todos los otros cuerpos,

pero diferente si tú miras la cicatriz de su alma.

Abres la puerta del océano y boca abajo arreó su desazón.

 

TRABAJO

 

Derrochar la juventud

detrás de un escritorio

sosteniendo el bolígrafo

y entintando expedientes.

Beato aquél burócrata,

con ansias espera

las cinco de la tarde.

 

ROMA, III

 

Todos los años comienzan con un calendario de Roma,

con los meses pasa lo mismo, las estaciones bailan al

ritmo de golpes y puñaladas en los Campos Cataláunicos

donde conocimos que la guerra sí se puede empatar.

Aunque Merobaudes cante a favor de Aecio, los vientos

soplan para vernos borrachos en una cuneta imperial

dudando de nuestra inmortalidad y viendo como el

amanecer se hace amo y señor de la ciudad eterna.

Pienso si entre las ruinas existe la melancolía y confieso

que los autos pasando en la noche revelan a la humanidad

mucho más que noticiarios y redes sociales.

Me dices—las estrellas son ejércitos que entierran el pasado.

Tienes razón, y sigo bebiendo la grappa más barata del almacén.

 

 

 

 

 

 

AMSTERDAM

 

Aterrizamos en el Amstel

Cuatro de la madrugada, intemperie fría

el maquillaje que llevabas, al río añil

estoy enamorado del fin de mes

bicicletas averiadas encima, pedaleamos el agua

avances de crédito, cuentas bancarias a tope

todo el fruto tras escupir los pulmones

pasamos las penas en cualquier coffee shop

1327, el origen de la ciudad estalla en el menú

miras como el aceite salta de las papas fritas

o pones una servilleta para absorber el mundo

antes que el humo de los cogollos quemándose

haga por sí solo el vendaval de carreteras impresionistas

Michaela, del boceto fantástico

otros van a hacer una etnografía

de nuestros viajes, se inyectarán

las teorías sobre los argonautas del pacífico chileno

por intestinos y cerebros en llamas;

dos almas perdidas en la noche de Ana Frank

nosotros, en uno de los miles de universos

cotidianos, corrientes, donde no llega la prensa

siempre anhelamos estas cunetas de drogadictos

como el reverso de un lienzo clavado por adicciones

mientras la realidad se me deforma boca arriba

formándose entre fractales, vértigo, degrades

un manto fracturado, parálisis de los movimientos

tu rostro oscila entre un arcoíris piloso y con mucha luz

mis manos envejecidas, Michaela

siéntelas, porque la lluvia nos caerá como cólera

y lucirá como esos óleos que Van Gogh jamás concluyó;

la ensoñación está muerta de miedo, encañonada

paranoica; escalofríos y la sensación de más

volvemos al coffee ship, un vaso de agua para ti

unas pupilas dilatadas, unos brownies en frente

salimos escupiendo humo por los ojos rojos

descansas en un banquillo, yo en el quiosco

compré dos paquetes de tulipanes,

se los daré a mi madre cuando vuelva.

 

METATEORÍA DEL VIAJE

 

“… la impresión de habitar un lugar fabricado por completo por la velocidad del desplazamiento”

Michel Onfray

 

Abrir y cerrar

las puertas de la ignición

de una tierra                 de un mundo

las páginas de un libro ajeno

los golpes del amanecer

fragmentos contra la ruina

y la conciencia, un momento fúnebre

El mapamundi se ajusta a lo que dijo el cartógrafo

 

donde los hombres muertos perdieron sus huesos

se bautizan las primeras ciudades

el origen corresponde a un temperamento

y los temperamentos son territorios y geografías

globos terráqueos afilando lápices

banderas, capitales y gente inventando la vida

 

cuando las ciudades son inventadas

su historia nos hace sentido

como Behaim brindando junto a Colón

Nos hacen sentido las cosas que siempre han estado ahí

 

El fin de la geografía,

azuzada por la melancolía de reyes

y la porfía de viajeros imaginarios

lugares imposibles se hablan

tan verosímiles como desde el que lees,

todos los momentos son creados

a cada palabra esputada;

boca de la tierra

una escopeta de la que me toca morir

 

ciudades confusas

ciudades y muertes

ciudades y signos

verdades guturales

cualquier ciudad es todas las ciudades juntas

separadas

trastornadas

en deseos que nacen al mirar un mapa

 

las ciudades reciben viajes

en la medida que los viajeros sufran

o en que los mapas pueden ser heridos a muerte

 

el viaje y el recuerdo

historia natural de una poesía propia

 

El comienzo de la geografía,

propiciado por los primeros vagos

más allá de las palabras, las experiencias

tan verosímiles como la que vives al leer esto

todos los momentos son destruidos

a cada silencio entre oraciones;

vulva de la tierra

habitaciones sordas en que me toca dormir

 

las ciudades están en mi barrio: son los pasajes

un turista rechaza el sentimiento

el viajero tiene la carga de adorar cada nombre

 

el viaje y los fantasmas literarios

son la poesía ajena de una historia propia

 

las ciudades son inventos de los extranjeros

como respuesta a su vagabundeo permanente

 

“errante y extranjero serás en la tierra”

(Gn, 4: 12)

BÚSQUEDA

 

Entre papeles blancos y lápices pasta

artesanos y panaderos

provincianos y trúhanes

desdichados y engañados

cuadernos marca Mistral

cinta adhesiva tres-eme

casetes pirateados de Bob Dylan

estoy buscando mi lugar en el barrio,

donde moriré luchando por la frontera

yo solo quería seguir en la tierra, jugando a las bolitas.

 

VARSOVIA

 

La desesperación es mi existencia.

El pensamiento no me asiste

se me aprieta el pecho,

respiro cuesta arriba

sin girar la cabeza hacia el infinito.

Las explosiones desgajan a los cadáveres.

 

Primero de septiembre:

la niebla entre los suburbios

la ciudad abolió calles y edificios

al punto de una geografía despedida

como flecha suicida como incendio

al gueto de la historia en vigor.

La desesperación es no poder concentrarse.

Borrarlo todo.

El dolor se desfigura

si el espanto espantado

vomita la ciudad

Lo posible y lo necesario:

dejar de ser

ser otro

o simplemente olvidarlo todo.

 

La desesperación es el perdón que no llega.

 

Después que pasan los tanques

aparecen los muros

sordos e indolentes

ellos arrojan al espíritu

de regreso a la caravana

queríamos ir a Auschwitz

nos abandonaron en Treblinka

 

desesperadas esperanzas vienen

desesperadas hecatombes vienen

 

El día que me dejé llevar

por la desesperación

en hora y media

un corazón dejó de crujir

el gas sarín abrasó la noche

y una vida completamente rota estalló.

 

La desesperación es el momento de olvidar.

Yo no estoy desesperado, soy desesperación.

 

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Nicolás López-Pérez (Rancagua, 1990). Abogado, reside en la ciudad de Santiago de Chile. Administra la mediateca de poesía universal del ayer, “La comparecencia infinita”. Publica ocasionalmente en “Prosopofía para perros”. Actualmente escribe sus primeros poemarios.