“Lo demás fueron los árboles y el viento”. Novela de Rubén González Lefno
Por Patricio Osses Herrera
En medio de la neblina nocturna, invernal y valdiviana, Luciano Aedo Arias con las solapas de su abrigo levantadas, camina mirando hacia ambos lados de la calle, lo acompaña Rogelio Tapia de la Puente, de porte alto, lentes de marcos negros, dando largos pasos. Se dirigen por la calle Libertad hacia el río, «nuestras vidas son los ríos…» ese río ancho profundo y verde, el río que es el umbral y que separa, la vida cotidiana al lado de acá y al frente»… los árboles y el viento»
El párrafo anterior pertenece a la realidad. Existieron esas personas, esos eran sus nombres, ese su hábitat, ese su caminar, digo existieron porque ya no están ¿Qué sucedió? ¿Qué hacían? ¿Cómo eran? Es lo que intentará narrar en un desarrollo no lineal, desde la memoria, Rubén González Lefno en esta novela «Lo demás fueron los árboles, el viento», los árboles de la selva valdiviana, el viento, que si proviene del sur o llamado «puelche» trae buenas señales: si viene del norte, trae lluvia y algo más.
En esta novela, en el título parece decir de eso no voy a hablar: como en La Araucana: «no las damas, amor, no caballeros…» de los árboles y el viento no. Opera como contrapartida, contaré acerca de lo que está a este lado del río «la vida de un grupo de militantes revolucionarios realizando acciones milicianas para enfrentar la dictadura sangrienta».
Comienza el texto: amanece y mientras se desplaza al lado del río, la memoria le dice que algo ocurrió ahí, la memoria como un lugar con preguntas a veces sin respuestas. «El río, sus aguas quietas, el lugar, el espacio físico omnipresente en el relato, como lo es también la muerte. Y surge «como un barrido» el pasado que relatará esta novela: «la ciudad sitiada…»éramos tremendamente felices quitándole espacios a la muerte» y después de doscientas diez páginas plenas de vida militante «estoy cerca del río» nuevamente, mirando su fluir incesante, pero ahora con recuerdos dolorosos.
Es el relato de un participante, de un testigo, de un militante que junto a muchos otros actúo sin mezquindades, a este lado del umbral, a este lado donde está la vida, por una existencia mejor para todos.
El narrador tiene total conocimiento de todos los hechos y va desde el pasado…»aquella tarde debíamos de recibir a alguien importante», para luego situarse en el presente muchos años después. La novela adquiere dinamismo con la llegada de Luciano, un personaje importante, desde Santiago, con experiencia en el trabajo clandestino.
Junto al accionar de militante y a las primeras acciones se muestra la inexperiencia, el sentido del humor, las reflexiones del narrador situado en el presente. Acciones que van formando el temple necesario para acciones de mayor envergadura. Ya sea en Corral, Valdivia, Temuco, Concepción, Santiago, se filtra en las palabras la nostalgia de la familia, la soledad de la vida clandestina, los diálogos siempre compartimentados, el miedo también. «No existen temores más horribles que los miedos clandestinos». La vida militante transcurre con sobresaltos, en reuniones, en casas de seguridad, en buses, en la calle, en un lugar de siempre propicio para la represión y el asesinato a mansalva.
La realidad se muestra en su aspecto profundo: un bolso para los transeúntes es absolutamente eso, para los militantes es la vida salvaguardia de una operación en la montaña.
Y en medio del relato la presencia ominosa de la muerte, mostrada en su aspecto más servil, los agentes de servicios de la represión, agentes sin nombres, sin rostros, solo presentados en su accionar delictivo.
Si bien el hilo conductor del relato lo tienen Luciano, Rogelio, Lonko Nelson, más tarde, las narraciones intercaladas ayudan a profundizar la atmósfera general del relato, dan cuenta que los personajes vienen del pasado activo, comprometido y militante y que, si ahora están en el sur de Chile, resistiendo, el pasado «no es pecado de juventud» como dicen los renegados; ellos están con profundas convicciones de una sociedad más justa: «vivíamos para hacer aquello que considerábamos necesario».
Como es el caso de Torito: militante en su juventud, participante de la guerrilla de Neltume 81, escapa del cerco militar; preso en Perú, durante 23 años, acusado de ser un guerrillero. Cumplió toda su condena. De regreso en Chile con la misma actitud combativa.
Como es el caso del narrador quien ya en los años 70 participa en la causa socialista. En el primer año de la dictadura realiza acciones de propaganda en la clandestinidad junto a Rogelio, conoce a Luciano. No lo muerde la muerte en agosto del 84, solamente porque no estaba en la zona esos días tan aciagos… se escapa de la muerte…no de los recuerdos, y cuarenta años después nos entrega este relato «imaginario poblado de realidad». Mucho tiempo pasó. No. así es la creación artística, lenta y profunda, como el río omnipresente en el relato.
En las narraciones intercaladas aparecen mujeres víctimas directas o indirectas del accionar represivo como es el caso de Antonieta, la hija de un militar torturador que recuerda al oficial alemán «del niño del pijama a rayas», el daño sicológico causado, «cosas horribles que mi padre había hecho». La niña al saberlo, más tarde, se cambia de apellido como lo hacen hoy algunos hijos de torturadores reconocidos en una versión más de la inutilidad del mal.
La historia de María Alicia, auxiliar de enfermería en el hospital San Juan de Dios durante el golpe militar, testigo directo de las atrocidades golpistas.
La historia de esa estudiante de Asistencia Social para el año 73, «que un dolor permanente cargaba en la mirada» producto de la bestialidad militarista que la priva de su ser femenino.
La narración de ‘paréntesis de colegio’ nos muestra el ambiente juvenil de los años 70, la relación con los profesores, las huelgas, el desarrollo de una fiesta para obtener dinero, de la democracia liceana, las condiciones de líder de Roberto Mono Acuña, quien el año 1970 es elegido Presidente del Liceo de Hombres de Valdivia, más tarde reaparece en la montaña de Neltume, como activo participante.
La presencia constante del perseguidor y de la muerte, los seguimientos, las detenciones de militantes, los interrogatorios, los informes no aceptados por algunos acerca de indisimulados seguimientos de la represión a militantes, tienen concreción en la llamada oficialmente Operación Alfa Carbón, en el mes de agosto del año 1984, destinada y planificada como acción punitiva, para eliminar físicamente a militantes revolucionarios del sur de Chile, en la novela ocurre así:
– Luciano: asesinado
– Rogelio: asesinado
– Lonko Nelson: asesinado
– Raúl: asesinado
– Juan José: asesinado
– Mario: asesinado
Asesinados al lado de acá del umbral… “lo demás fueron árboles y el viento».
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…