Por Martín Espada
Traducción de Óscar Sarmiento
“Cuando México nos envía su gente, no nos envían la mejor… Traen
drogas. Traen crimen. Son violadores”.
Donald Trump, 16 de junio, 2015
Lo despertaron meándole el rostro. Abrió la boca
para gritar en español y su boca se convirtió en un urinal del campo de béisbol.
Scott y Steve: los hermanos Leader, festejando una noche en el estadio Fenway,
donde los Sox le ganaban a los Indios y el novato Rodríguez hacía girar
las costuras de su astuta pelota para hipnotizar a la Tribu. Más tarde esa noche
Steve orinó en la puerta de la celda y Scott les contó a los policías por qué
lo hicieron. Donald Trump tiene razón. Todos estos ilegales necesitan ser deportados.
Era un mexicano en un saco de dormir fuera de la Estación JFK una noche
de agosto y entonces lo llamaron espalda mojada y vaciaron sus vejigas
sobre el pelo. Los abogados en la corte dijeron su nombre: Guillermo Rodríguez,
inmigrante con documentos al día, trabajador del campo, vendedor de botellas
y latas recolectadas en un carrito. Dos extraños aplastaron el cartílago
de su nariz como quien aplasta una lata de cerveza. En sueños recordaba
los zapatos hundiéndose en sus costillas, la barra de metal raspando repetidamente
sus mejillas y sus nudillos levantados, el Chócala sobre su cuerpo.
Donald Trump tiene razón, dijo Scott. Y Trump: Mis seguidores
son de verdad gente apasionada. Sus manos revolotearon
mientras hablaba, manos de demagogo, ni una pizca de sangre bajo las uñas,
ningún vaho de orina que refregar. Él orquestaría la consigna
Construyan ese muro manifestación tras manifestación, bramando
hasta que la sangre se subía a su cara, rojo
como demagogo arrasado por sueños masturbatorios:
un tributo al nuevo conquistador, el Muro levantado por manos mexicanas,
pelo y uñas mexicanos erizados sobre el ladrillo, sangre mexicana
arremolinándose en el cemento como jarabe de frambuesa sobre un helado de vainilla.
El Cinco de mayo sonrió impúdicamente sobre un plato de tacos en la Torre Trump.
Para él no el lago de fuego del falso profeta enrojeciendo
su rubicundo rostro. No para él los demonios de la imaginación puritana
chillando en una lengua extranjera y subiéndose a la ventana
como los demonios inmigrantes que conjura para la multitud.
Ni siquiera para él diez mil años de hermanos Leader
derramando una fuente de meado sobre su cara mientras farfulla para siempre.
El infierno para él es un país donde el hombre de casco
pavimentando el camino a la Estación JFK ve a Guillermo y llama al 911;
el infierno es un país donde los de la ambulancia envuelven en una frazada
los hombros con escalofríos de Guillermo y le limpian la cara;
el infierno es un país donde la enfermera de la Sala de Emergencia
ajusta el goteo de la morfina para que Guillermo pueda volver a dormir.
Miles de kilómetros más lejos alguien deja un sendero de botellas de agua
en el desierto para que cruce la frontera el próximo Guillermo.
Nos contrabandeamos a través de la frontera del sueño de un demagogo:
generales de la Confederación a caballo tropiezan uno tras otro
al lago de fuego de los falsos profetas; cae al lago de fuego
el Muro demolido. Miles de personas de pie, combos en las manos,
esperan los megáfonos y las esposas, esperan los temblorosos revólveres.
A la luz de la luna llena de la linterna cada rostro interroga al interrogador.
A la luz de la luna llena de la linterna cada rostro es el rostro de Guillermo.
Martín Espada (Brooklyn, Nueva York, 1957) es uno de los poetas latinos más reconocidos del momento en los Estados Unidos. Su libro, The Republic of Poetry (Norton, 2006), recibió el Premio Paterson al logro literario sostenido y fue finalista del premio Pulitzer. Este libro incluye una sección completa de poemas que Espada escribió en Chile. La antología Alabanza. New and Selected Poems 1982- 2002 (Norton, 2003) reúne gran parte de los poemas que Espada ha escrito. Su libro más reciente es TheTrouble Ball (Norton, 2011). El poeta es profesor de creación literaria y traducción en la Universidad de Massachusetts en Amherst.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…