Por Carlos Manuel Casali

Abelito

– La puta que te parió Fernando – Dijo Abel y salió a la vereda con el cuchillo en la mano.

Salieron casi todos. Yo me quedé sentado mirando fijamente. A mi derecha el hermano de Abel tocaba la guitarra bajito y detrás del mostrador, el bolichero, repasaba un vaso…

De pronto Fernando transpuso el umbral, le sangraba la mano derecha pero no paraba de moverla mientras insultaba.

Cuando se calmó pidió una venda. El Cantinero apoyó el vaso y comenzó a cortar el trapo lentamente…

– ¡Pero dámelo entero! – gritó Fernando y se lo enrolló en la mano mientras pegaba media vuelta y se perdía en la noche…

Poco a poco fue volviendo la gente.

A mi derecha el hermano de Abel tocaba la guitarra bajito.

Un hombre empezó a recitar algo…

Desde atrás del mostrador salió un anciano con un lampazo y pasó un trapo seco sobre las manchas de sangre.

 

La tía nena

Entró a la habitación desesperada. Todo estaba saliendo mal.  Se subió a la cama y dio vuelta el crucifijo. Lo dejó mirando la pared y se arrodilló. El teléfono comenzó a sonar…

Habló unos pocos minutos, se subió a la cama y comenzó a golpear el crucifijo contra la pared. El teléfono volvió a sonar…

Habló sólo unos segundos…

Fue hasta la mesa le luz, tomó un paquete de curitas y amorosamente comenzó a vendar al Cristo.

 

Marta y Raúl

Raúl Nicasio Parino gritaba mucho.

Marta razonaba.

Cuando sus argumentos se volvían más certeros, él gritaba más fuerte.

Inteligencia. Etereidad. Refinamiento. Belleza. De eso se enamoró Raúl Nicasio.

Por eso la golpeo por primera vez.

Por eso la mató.

 

Ivana

De pronto desapareció del barrio. Su perfume ya no flotaba sobre la vereda. Quedó un halo, una sombra errante que, en poco tiempo, fue devorada por las sombras.

Y yo con ese dolor, con esa ausencia, extrañándola como se extraña un perfume en la vereda, aun cuando ya no se recuerda ese perfume.

 

El Peludo

El peludo mira para abajo, solo ve tierra.

El águila flota en el cielo. De pronto entra en caída libre. Cae derecho sobre el caparazón del peludo, clava sus garras y se eleva.

El peludo no entiende bien lo que pasa.  Se siente agradecido de poder ver todo ese paisaje que desconocía.

Tan absorto está en la belleza revelada, que no ve venir la muerte.

 

Vacaciones

Estuvieron casados 25 años. Murieron juntos. Los enterraron juntos. Cuando llegó la inundación sus cajones flotaron juntos.  Juntos se los llevó el río. Juntos llegaron al mar.

Mecidos por las olas, mantuvieron una conversación eterna. Cuando llegaron a otro continente fueron enterrados juntos.

Con la paciencia que da la eternidad, esperan, la próxima inundación.

Cuesta arriba

Cuesta abajo

La loma desciende suavemente a lo largo de diez cuadras. Después la calle continúa hasta llegar al mar. Desde allí viene caminando una figura masculina.  Marcha por el centro de la calle.

Aquí un perro duerme entre cartones y desechos que ha amontonado la noche. Allí el hombre desaparece tras una pequeña loma y en unos segundos vuelve a aparecer. La silueta se agranda. Se acerca inexorablemente.

Comienza a subir la loma final. El animal mueve la cola para espantar algunos insectos cercanos. El hombre camina hasta que termina su ascenso, mira hacia los cuatro costados y se echa a dormir junto al perro.

El animal se incorpora intranquilo y se aleja caminando. Marcha por el centro de la calle. La loma desciende suavemente a lo largo de diez cuadras…

Aquí un hombre duerme entre cartones y desechos que ha amontonado la noche. El animal se va, de vez en cuando mira hacia atrás, pero continúa alejándose

Después la calle se estira hasta llegar al mar. Hasta allí camina el perro, lentamente.

 

Hugo

Hugo trabajó para comprar puchos.  En realidad, es el único motivo por el que trabaja. Hoy cortó el césped en la vereda de una vecina…

Ahora entra a mi casa. Lo saludo y se sienta. Durante unos minutos está en silencio, mientras preparo mate enciende un cigarrillo. Larga el humo y mira al cielorraso. Tiene los ojos extraviados…

De pronto dice:

– ¿Ves? Así es el dinero… Se hace humo. –

 

El bicho García

Tomó el arma y la sopesó. Sabía que detrás de la puerta estaban sus padres mirando televisión. Después la otra puerta, la que daba al exterior que tanto temía…

– ¡Pero ya no! – Se dijo y puso el arma en la cintura.

– ¡Pero ya no! – Repitió.

Abrió la puerta y atravesó el comedor. Sus padres lo vieron salir. Cerró la puerta, sacó el arma y disparó hacia los cuatro costados hasta vaciar el cargador.

Afuera no había nadie. En la arboleda del vecino más cercano las gallinas cacareaban molestas por el ruido. Poco a poco fue ganando el silencio…

Entró a su casa con la cabeza gacha y el arma en la mano.

Sus padres todavía miraban televisión.

 

Carlos Manuel Casali nació en septiembre de 1962 (y actualmente vive) en Darregueira, provincia de Buenos Aires, Argentina. Participó de la Antología trinacional “Borrando Fronteras” editada en el país por Macedonia Ediciones. Fue editado en la revista cultural “La mordida del pájaro de papel”. Fue seleccionado y participó en la antología “100 hombres contra la violencia de Género.