Por Juan Armando Epple
Pena capital
El Chacal
Analfabeto, alcohólico, vagabundo, fue detenido por asesinar a una familia campesina y conducido engrillado a la cárcel. La prensa le dio el apodo de El Chacal. En la cárcel, mientras era sometido a un juicio largo y engorroso, le cortaron el pelo, le dieron un traje de ciudad, le enseñaron a leer y escribir, estudió la Biblia con el capellán del penal, se informaba de las noticias en los periódicos que compraban los gendarmes y al poco tiempo sabia responder de manera inteligente las preguntas de los periodistas.
Cuando se hubo transformado en un ciudadano ejemplar lo fusilaron.
La llamada
-Tiene derecho a una última llamada- le dijo el gendarme.
El condenado a muerte llamó a su casa y preguntó por su esposa.
-La señora salió temprano- le explicó la mucama- me dijo que iba a una boutique a comprarse un traje nuevo, luego pasará a la peluquería y me encargó que pusiera la champaña en el refrigerador.
Su última cena
-La ejecución es mañana al alba- le anunció el capellán de la prisión de Fort Worth. No olvide que tiene derecho a elegir lo que quiere comer esta noche.
Después de pensarlo un poco, el condenado respondió:
-Por favor dígale al cocinero que para esta noche quiero huemul patagónico al horno, puré de papas moradas del Cuzco, postre de pitahaya y jugo de mangostán. Era la fruta preferida de la reina Victoria.
La buena muerte.
En la prisión de Corpus Christi, Texas, había llegado la orden de ejecutar a un sujeto condenado por matar a un guardia fronterizo. Pero la cámara de gas ya no funcionada, la silla eléctrica había carbonizado a los últimos ejecutados y el verdugo que se especializaba en la horca estaba jubilado. La inyección letal había sido prohibida en el estado luego que uno de los prisioneros había quedado en estado catatónico, y sin querer lo enterraron vivo. Los gendarmes se negaban rotundamente a participar en fusilamientos. Esa noche llegó a verlo el capellán:
-Hijo mío, te traigo una mala noticia. Estaba preparado para darte la extremaunción pero me acaban de avisar que tu ejecución se suspende indefinidamente hasta que se invente un método cristiano y a prueba de errores técnicos y humanos.
La tragedia del hombre que se ríe
Los médicos piensan que esto se inició cuando el paciente sobrevivió milagrosamente al terremoto del 2010. Todas las casas de la cuadra se vinieron al suelo, y solo se salvó el retrete portátil donde este hombre leía absorto el diario. Como resultado de la impresión, se le produjo un trastorno neurológico que modeló sus músculos faciales en una sonrisa permanente, con bruscos arranques de carcajadas. Recurrió a diversos tratamientos pero ninguno tuvo efecto.
Debió resignarse a sobrellevar como pudo esta curiosa enfermedad, con consecuencias lamentables.
Para empezar, ya no pudo asistir a funerales ni actos de homenajes, porque cuando lo hacía los deudos pensaban que se burlaba del muerto o que encontraba graciosos los graves discursos laudatorios.
En el banco le negaron el crédito, por más que trató de explicar que se trataba de una emergencia. En los restaurantes no lo tomaban en cuenta cuando reclamaba por recibir un plato equivocado.
Cuando tuvo que correr al hospital con su esposa y una enfermera les anunció muy contrita que la suegra había fallecido, el hombre lanzó una carcajada y el médico lo trató de inmisericorde.
Al poco tiempo su esposa le pidió el divorcio, alegando que con él ya no se podía discutir nada serio.
Su hija nunca le perdonó reírse de esa manera en el momento solemne en que el novio daba el sí frente al altar.
Sus amigos dejaron de invitarlo a ver los debates presidenciales por televisión.
Fue expulsado del cine justo cuando empezaba a hundirse el Titanic.
Cuando este hombre murió, sus parientes y amigos, ya sin rencores, lo acompañaron al cementerio. Algunos no pudieron evitar una sonrisa cuando, mientras bajaba el ataúd, el difunto se despidió con una estruendosa carcajada.
JUAN ARMANDO EPPLE
Es profesor emérito en la universidad de Oregon. Ha publicado libros de ensayo sobre literatura chilena y latinoamericana, además de varias antologías de microrrelatos. Ha sido incluido en antologías de cuentos editadas en Estados Unidos, España, Alemania y Chile. Es autor de los libros de microrrelatos Con tinta Sangre (Barcelona:Thule Ediciones,2004) y Para leerte mejor (Santiago de Chile:Mosquito Editores, 2010).
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…