Ineacutes de turba sola Ricardo BugariacutenPor Ricardo Alberto Bugarín

(Breve Selección del libro)

CORRER POR EL AVISO

Leímos el aviso y salimos corriendo. Cada cual pilló al voleo lo que tenía a mano y salimos para la calle. Cuando llegamos al descampado nos la encontramos. Estaba ahí redonda, gigante, inmensa, azul y callada. No se veía nada por los alrededores. Nos fuimos juntando a prudente distancia y cada cual comenzó con sus exclamaciones y comentarios. Algunos decían de acercarse, otros de tirarle piedritas a distancia, otros de hablar por altavoces, otros agarrar un avioncito del aéreo club y mirarla desde arriba, otros de remolcarla hasta la plaza para estudiarla. Se nos fue la tarde completa en disquisiciones y al final nos regresamos cuando ya era noche cerrada. Y allí quedó en el campo, redonda, gigante, inmensa, azul y callada.

TARDE CON ARQUÍMEDES

Arquímedes llamó para citarme en un café. Me dijo que quería revivir buenos momentos. La ilusión del encuentro se fue cristalizando entre jueguitos de manos, enroscaditas de dedos y carreras de miguitas sobre el mantel. Con esa forma clara de mirarnos, nos fuimos enterneciendo y al promediar nuestra conversación, haciendo uso de esa capacidad tan propia de graficar sus expresiones, tomó una dorada medialuna y me confesó que todo objeto sumergido en el seno de una masa líquida recibe un empuje, de abajo hacia arriba, igual al peso del café con leche desalojado. Taza, platillo y mantel quedaron hechos un desastre.

FE DE ERRATA

El egiptólogo me dijo que lo mío era un problema de jeroglíficos. Una falta ortográfica, digamos. Parece que hay que eliminar, por ahí, algunas líneas de un ojo y hay que subsanar, por allí, algunas asperezas porque de lo contrario, cuando me descifren, en lugar de un canto de amor del limo y del ibis en arrullo, se van a encontrar con una puteada ontológica.

CON FABULACIONES

Dicen (y esto habría que comprobarlo) que el bosque estaba hecho una lujuria. La mezcolanza había perdido todo recato (y habría que saber si el recato es de mezclarse con otras cosas) hasta que un día (siempre hay un día) tuvo que ocurrir lo que iba a suceder (y convengamos que casi siempre sucede lo que tiene que ocurrir): el bosque fue petrificado.

A los turistas les decimos otras cosas, les narramos otras razones. Los turistas que vienen hasta acá son muy cultos, muy leídos, están muy documentados. No les vamos a salir con fabulaciones místicas.

PASAJERO

Se me pegó en el colectivo. No bien sentí ese calorcito, me di cuenta. No dije nada. Tratando de no llamar la atención me puse a mirar por la ventanilla intentando distraerme con el paisaje urbano. Cuando íbamos por la subida del norte noté que se movió un poco. Arremetió con mayor seguridad. Fue más preciso y me resultó más punzante. En cada sacudida me parecía que me iba a traspasar. En cuanto pudiera me correría de lugar. Todo intento fue imposible. A esa hora parecía que la ciudad entera había subido a ese transporte. La vuelta del lago me fue infinita y los barquinazos de la costa un suplicio. Decidí que en cuanto me fuera posible me saldría de ese infierno. Me faltaba mucho del trayecto pero en la parada de la ochava grande tomé impulso y descendí. Y se bajó conmigo. Ahora lo tengo en un frasquito y se los voy a llevar, a los del instituto, para que lo analicen. No tengo idea de si estará vivo o si se habrá muerto.

ELECCIÓN

El lápiz se introdujo en el orificio y comenzó a girar. Nosotras lo mirábamos desde lejos. Segura estábamos que con esa artimaña afilaba la puntería. Nos preparamos decididas, que fuera la que fuera. La a, siempre al frente, se sentía la elegida. La pobre ñ, como perdida, pestañeaba de nerviosismo. Lo vimos salir de su guarida y, esbelto y varonil, avanzó sobre la hoja. Y eligió al desabrido 1 que estaba, ubicado primero, en la otra fila.

SIESTA EN EL SÓTANO

Siesta tórrida de Enero. Todos dormían. Abrumados de tedio y calor nos encerramos en el sótano. Ante un mapa desplegado fuimos señalando las zonas que considerábamos que estarían frescas. Nos gustaban las cordilleras y elegimos la de Los Andes para ir recorriendo sus picos. Deslizamos el dedo marcando y nombrando las alturas más notorias. Nos reíamos con algunas confusiones. Cansados ya de tanto transitar por geografías americanas, nos sentamos en el piso y chupándonos los dedos, nos comimos las nieves eternas que habíamos recogido con las manos.

RICARDO ALBERTO BUGARÍN

(General Alvear, Mendoza, Argentina, 1962)

Escritor, investigador, promotor cultural.

Publicó “Bagaje” (poesía, 1981). “Bonsai en compota” –microficciones-(Macedonia, 2014) e “Inés se turba sola”, microficciones- (Macedonia, 2015). Actualmente en proceso de edición “Benignas Insanías” –microficciones- Premio Convocatoria 2016 de Editorial Sherezade de Santiago de Chile.

Diversas publicaciones periódicas y revistas especializadas han publicado trabajos suyos tanto en Argentina como en Ecuador, España, Italia, USA, Venezuela, México y Uruguay.

Textos de su libro “Bonsai en compota” han sido traducidos al francés y publicados por la Universidad de Poitiers (Francia).