Por Aníbal Ricci
“Hay que cambiar todo para que nada cambie”, frase del ámbito político (también del literario y extensivo a otras artes) define de modo amplio el tono de la novela. El escenario santiaguino aparece violentado por protestas multitudinarias de trabajadores y estudiantes, en distintas épocas de la historia de Chile, que van desde los gobiernos de entre Guerras Mundiales hasta la asonada popular hacia fines del segundo mandato de “El Caballo” Ibáñez. Novela histórica, aunque encierra una profunda reflexión acerca de la circularidad de los movimientos sociales y políticos durante el último siglo. “Los hechos una y otra vez volvían… se reciclaban los buenos y malos momentos”. Lucio Contreras y Balbino Crespi son detectives de “El Servicio”, entidad estatal que vela por el orden institucional del país. Personas de origen humilde al servicio del poder estatal (el supuesto bien común) que debe imperar por sobre los bienestares individuales. El autor les otorga humanidad recurriendo a sus recuerdos de infancia, a la vida de sus padres, para situarlos en la parte inferior del mundo que menciona el sociólogo y economista Veblen, aquel pensador que desenmascaraba a los ricos que explotaban a la clase trabajadora. Es el libro de cabecera de Crespi, no tanto porque lo entienda, sino debido a que en su interior guarda los cabellos de su amada, su Laura de tez blanca, ese amor que jamás se concretó y que representa la pureza que nuestro protagonista siempre quiso alcanzar. La novela es excepcional al contrastar los designios de las clases dirigentes con las del ciudadano de a pie. El absurdo de obedecer órdenes que atentan contra gente que podrían haber sido sus propios padres o incluso podrían ser sus hijos. Balbino Crespi es un funcionario honrado que trabaja para el Estado (incluso devolvería un tesoro hallado por azar), pero que antiguamente se desempeñaba revendiendo objetos comprados a bajo precio en los velorios (una especie de especulador de poca monta) y que incluso es involucrado en una estafa bancaria contra un hombre acaudalado que supuestamente acaba de morir. Hay humor negro, hábilmente trabajado por el autor, en esos oficios que dependen de la muerte de terceros. En resumen, Crespi era un embaucador que con los años se ha vuelto más honrado que el mismo Papa. El hecho de haber conocido a Laura cuando huía de la justicia lo ha marcado para siempre y, con el paso del tiempo, actualmente se desempeña como un representante de la ley. Todo lo que rodea a la novela escapa de las manos de este personaje que va siendo aprisionado por las circunstancias y que, las vueltas de la vida, ahora defiende a los poderosos. Es una absurda jugarreta del destino, esa rueda que gira sin parar. Incluso la peripecia de novela negra que da origen a la novela (un cadáver, el oro) se resuelve sin que él tenga participación: el azar lo salva de su propia ingenuidad. Narrado en un lenguaje directo, de frase concisa y eficiente, Fernando Jerez nos va involucrando en la vorágine de la historia, la personal y la con mayúscula, para luego hacernos parte de los recuerdos de su protagonista, que aguarda la muerte ante los hechos que simplemente no pudieron ser. El Portal Fernández Concha es para el autor un verdadero portal del tiempo que ve cómo los acontecimientos se repiten una y otra vez. Y el lector avezado constata que los problemas que originaron esas protestas sociales de antaño todavía siguen sin resolver de cara al nuevo siglo.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…