pensamiento replicantePor Aníbal Ricci

¿Nunca ha retirado a un humano por error?

Rachael (Blade Runner)

Creo que de verdad existo y que Dios no borrará de un plumazo mis pensamientos. Dejo a los niños en el centro de estudios y me desplazo rumbo a la oficina. Conduzco un Audi que me aísla de los problemas del trabajo y de los ruidos de las instalaciones. El sistema de sonido es sofisticado y ocho micro-parlantes me hacen sentir en el espacio exterior. La música de Wagner no parece agradarles a mis hijos como tampoco cautivaba a mi ex mujer. Nacieron conectados a artilugios tecnológicos; a su edad mi padre ni siquiera me dejaba reproducir sus CD. Escuchan sonidos a través de auriculares, parecen disfrutarlos y me da algo de envidia. “Esa no es música”, les digo y experimento un déjà vu ancestral. No entiendo por qué Astrid deja que hagan lo que les plazca. Antes de casarnos compartía todo con mi mujer, nos gustaba Pedro Aznar, pero mi dedicación al trabajo nos arrastró “donde hace un siglo se escuchaban voces”. Nos separamos hace dos años, aunque mi tristeza dilata el tiempo y me enfrasca en pensamientos confusos. Mis hijos no llenan el vacío y requiero de otras mujeres, de otros extractos y recuerdos para lograr revivir viejas emociones. El placer es un pasatiempo exquisito, pero el encanto de mi concubina me hacía disfrutar del presente. El pasado es sólo un sustituto que permite recomponer mis daños neuronales. Ingreso a la estación de trabajo y reviso las fórmulas en la pantalla virtual. Nadie entiende las teorías que vengo trabajando desde hace décadas. Mis compañeros me creen un dios por entender lo sobrenatural, cuando yo sé que sólo es una forma de trasmisión de energía. La activación de ciertas zonas del cerebro me ha permitido transformar el pensamiento. He logrado trasladar objetos, primero a distancia y posteriormente al pasado. Objetos del presente que no existían hace unos años. En poco tiempo habré introducido cambios que supongo alterarán la tecnología del futuro. Mi mente se bifurca en distintas direcciones, permite curvar el espacio-tiempo, pero en todas ellas no puedo aplacar la tristeza. El amor no viaja en el tiempo, se va desvaneciendo conforme avanzan las experiencias. Cada vez es más difícil conversar con mis hijos. No los comprendo y los veo como seres inferiores. Entiendo el funcionamiento de computadores cuánticos que yo mismo he diseñado, pero me aburre cuando mis hijos me piden implantes retinales. Prefiero refugiarme en el trabajo y transferir lo que he aprendido a mis colegas. Son mentes a las que es difícil explicar nuevos conocimientos, pero todavía cuentan con emociones que no han sido alteradas por la transposición temporal. Esta máquina sólo proyecta pensamientos de mi mente, supongo que gracias a la mutación genética de mi cerebro. Mis hijos no la heredaron y los expertos tampoco han encontrado otros especímenes que la posean. Tras cada conexión mis sentimientos hacia ellos se han vuelto violentos. Francamente los odio, los considero responsables de que Astrid dejara de quererme. Mi mente es valiosa y deseo amplificar mi legado. Creo que me convertiré en el primero de la especie en viajar al pasado e incluso seré responsable de saltos cuantitativos en la ciencia. Ahora sé que la fuerza de gravedad es una ilusión, una simple deformación del tiempo. Siento que mi pensamiento se acelera, aunque he perdido la noción de velocidad. Me retiro del complejo y conduzco por la autopista. Mis pensamientos se confunden con emociones extrañas. Supongo que viviré hasta los cien años, pero si sufriera un accidente la humanidad no podrá subsistir otro ciclo solar. Necesito de fármacos para dormir y las conversaciones ajenas me resultan agotadoras. Prefiero la soledad de mi estación de trabajo para evitar sentimientos destructivos. No quiero asesinar a nadie, aunque mis instintos son cada vez más retorcidos. El sexo ya no es satisfactorio. Procrear con mentes inferiores me da repugnancia; sólo tendría interés por ver cómo reacciona otro ser humano tras la pérdida sucesiva de órganos. El enlazamiento cuántico de las partículas sub-atómicas me está volviendo loco. Si logro transportarme al pasado quizás deje atrás estos pensamientos suicidas. Tengo que descuartizar a una mujer, deseo venganza, soy el hombre más inteligente del planeta. Requiero encontrar una salida lo antes posible. Haré un viaje hacia el futuro si no resuelvo el pasado. Las civilizaciones más avanzadas entenderán mis problemas y podrán restaurar mi mente. El futuro será una infinidad de posibilidades de replicar pensamientos infernales, horizontes alternativos que también estarán contaminados. El miedo me sofoca y abro la puerta del habitáculo para lanzarme al vacío. Otro ser superior decidirá que todas esas vidas futuras son improductivas y hará una transposición temporal para suprimir este sufrimiento antes de que contagie otras galaxias.