Silvestres y eléctricas. Editorial Cartonera Helecho De, 2015. 

Antología compuesta por: Roxana Miranda Rupailaf (Chile), Poli Roa (Chile), Camila Mardones Vergara (Chile), Lorena Toloza Rocha (Chile), Valentina Paillaleve (Chile),  Florencia Smiths (Chile), Melissa Castillo (Chile), Camila Flores Rivera (Chile), Joselyn Pantoja (México),  Jessica Freudenthal (Bolivia), Sandrah Mendoza (México), Mavi Robles (México),  Johana Medellín (México), Cynthia Franco (México),  Mariana Rodriguez (México), Milenka Torrico (Bolivia), Cristina Pavón Burbano (Ecuador).

 

«Silvestres son cada una de las autoras recopiladas en este proyecto que hemos llamado Libro Labio, donde queremos leer y conocer voces de las actuales mujeres en diferentes puntos del mundo de habla hispana. Los criterios, de selección y el modo de llegar a cada una de ellas son tan particular como sus propios estilos, hemos escuchado y leído fragmentos de sus obras, algunas extensas y otras en pleno desarrollo; Eléctricas y Electrónicas porque ha sido el canal de comunicación que marca desde épocas previas un accionar en el cuerpo de Latinoamérica. La electricidad como precedente de tortura, como también de fuerza y creación en el cuerpo latinoamericano, haciendo una nueva forma de conexión con el grupo de autoras. Internet y su voltaje es el hilo conductor del trabajo editorial y del diseño de sus fotomontajes los cuales tienen como base una fotografía “robada” de los perfiles de Facebook de las poetas. Se propone al lector entrar, hacer click en Silvestres y eléctricas, libro objeto creado y pensado como una experiencia, en lo literario y visual, dejando atrás conceptos clásicos de lo femenino. El ritmo propio de cada propuesta literaria nos permite asomarnos a la poesía libre y sin domesticar”.

Equipo Editorial Cartonera Helecho De Con el mar de fondo.

 

El labio de una América

Por Gaddiel Francisco Ruiz Rivera, Puerto Rico.

En una mañana cubana me besó por vez primera el labio de una América nueva. Hablo de Silvestres y eléctricas, antología de mujeres latinoamericanas que recibí de mano de los editores, PoliRoa y Francisco Vargas. Hacer click en el Libro Labio es dar un beso desde la poesía al mundo multimediático que hemos heredado en el siglo XXI. Su boca es políglota. Componen su tejido 18 mujeres de coordenadas distintas. Ecuador, Bolivia, México y Chile dan nuevo nombre al no-lugar, a la América del tránsito imaginario de la electricidad. abre cierra abre cierra abre cierra. Silvestres, como crecer por la rendija de las ruinas o ir al bosque exorcizándole la histórica pulcritud de jardín. Los pájaros tejen entre una foto y la otra la conexión entre la tierra y el mar. Eléctricas, porque el reloj no olvida el hilo conductor de la tortura, la violencia contra el cuerpo, la pretensión de que enmudezca y desaparezca. Que trague y aguante. Pero este labio se saca plumas de la boca. Se besa entre labios. Labio vagina, labio pescado, labio pene. Boca hueca, saciada, callada. Boca mueca. Bemba pará y colorá. Ésta ya es otra América.

Mariana Rodríguez, lengua irónica que abre la antología, nos revienta entre ficciones varias verdades a la cara: “Tu nombre es Marina Abromovic y eres una marca registrada. Tu nombre es Banksy, eres una marca registrada, y en el tercer mundo pronunciamos mal tu nombre. Tu nombre es Art Brut y llenas páginas y páginas de tesis aburridas. Tu nombre es David Nebreda y tienes un fotolog donde nadie te comenta.” Escapamos al mercado de la ciudadanía para darnos al goce del perreo antes de la desgracia posible. La poesía de Milenka Torrico abunda en tal goce, como un buche de mar coloca la pierna en su entrepierna “o se rompe como una ola y se hace espuma” o “como un pez coleteando entre las manos”, para luego lidiar con las pérdidas. Pérdidas como el crimen impune de José Huenante, desaparecido por carabineros, evidencia de lo lejos que está la democracia de la justicia, y lo cerca que tenemos el prejuicio. Claudia Ávila Cid, por otro lado, erige cuatro pilares de estrofas para un cuerpo que, ante la criminalización del asesinato personal e íntimo, no encuentra sanidad de la cual sostenerse: “las fotos de portada la condenan más que todos los altares”.

Libro Labio pronuncia realidades duras de roer en las ruinas de su no-lugar. Está en su terreno, como recuerda Cristina Pavón: “Todavía conservo un pedazo del territorio perdido, las murallas mohosas que levantó la guerra, mis manos deshabitadas de pájaros, la violencia del mar en mi lengua”. El espacio es otro yo, que en labios de Joana Medellin suena “a la variación polidérmica de la fauna que me crece, extensión última de mi territorio corporal”. Un animal, fiero y tierno, que ama en abundancia, como la cartografía de Cynthia Franco, cuyo mapa incorpora la vulnerabilidad animal de nuestro caminar: “somos un camino largo hasta el venado para que la muerte venga pronto”. 

Silvestres y eléctricas es corriente que no se restringe a la maraña de cables que atraviesa las fronteras de los países. Lo sugieren los pájaros en las fotos de las autoras que suben como un tren de nubes a la pirámide, el mito, la palabra. No teme a la retórica de la muerte. En boca de Florencia Smiths: “boca partida, ajada, emancipada” que ha tolerado golpes y silencios. Traga y aguanta. Como sugiere PoliRoa, hay que: “romper y abrir la boca como si el instinto fuera lo cierto, como si los colores brotaran del ojo, de las aves que aparecen simultáneamente”.

La América que fundan las mujeres de Libro Labio está consciente de la migración, sus derrotas, las ruinas y las amantes, los hombres buenos, los malísimos, los pájaros y las redes. Se mira a sí misma, poesía al fin, para extrañarse. Los labios de Sandrah Mendoza son manos artesanales, “son tinta y escurridiza baba hago con ellas milagritos rosarios de cuentas y cuerdas mentales enredos triviales amarres santánicos pintura rupestre alabanzas sonéticas melodías arrítmicas”. O mientras en Mavi Robles la poeta transita “foros vacuos y discursos yermos”, “en algún camino oscuro retumba la eterna y tenue carcajada de la poesía”. Este camino oscuro del no-lugar escapa a la vigilancia del búho -todo ojo, todo noche-, y Camila Mardones sabe con qué burlar el abismo: “necesito el reloj del conejo y el gato, la infinidad el momento la altura la caída, recordar el lugar donde mis huesos decidieron ser cadáver, abortar esta tristeza”.

La apropiación del lenguaje del mundo la digiere el lenguaje poético y en tal carencia celebran las poetas: “tambre retuerce tronco que padece tantambre” … “¡Brindo por nuestra austeridad querido!”.  Luego la poesía es reapropiada por “el mundo que traduce a la niña bitch, Perra resiente destellos castigados”. Hay lenguas del cinismo y el juego, como muestran Valentina Paillaleve y Lorena Toloza.

Con la voz de Joselyn Pantoja el conejo y el reloj no tienen horas pautadas, pasa es que corren “sus manecillas velozmente”. El tiempo es “un tren de la locura”. En tránsito similar el tríptico de Roxana Miranda anuncia “llevo tiempo en este vórtice, y aunque callada esté yo estoy cantando”. El tiempo no lineal que mastican por un dialógico, conversa con Cold Play, Rammstein, Baudelaire, el padre y la madre.

Pero hay una fuerza de la memoria, presente en Jessica Freudenthal quien se ocupa de la genealogía de sus madres reconstruyendo biografías no idealizadas de logros y metas, madre que “a pesar de intrépida y traviesa tenía un miedo incontrolable a los pájaros muertos”. De hecho, el privilegio de la mente masculina en la lucha por una América para todos es debatida por Camila Flores: “Yo voy a derrocar a esta izquierda muy viril con el dildo de la revolución feminista… me hacías callar en las asambleas… guardo resuelta las horas en que te vea reír”. Risa que hace falta, y Libro Labio es combativo, gesticula sonrisas, muerde el cable.

Contrario a sus autoras, Silvestres y eléctricas no es una marca registrada. Es un Libro Labio que está como para lamerte los pliegues. Boca “tan atractiva y poderosa, bebe su vino en silencio y pasa otra noche, como todas las noches sola”.

 

Reseña a Silvestres y eléctricas

Por Diego Ponce Canzobre, Uruguay

Dieciochos poetas, silvestres como el perfume de la tierra, y eléctricas como gemido del cielo, nos regalan un profundo poemario del cual es imposible salir ileso. Las páginas de este libro de estética cartonera, es una síntesis de estilos literarios, conducidos por un hilo común, donde el dolor, la desidia a causa de la desesperanza, la rebeldía, el amor, y hasta destellos de un halo metafísico, se fusionan para concluir en una voz única que, nos ruge desde el corazón femenino y latinoamericano. Voz que no puede dejar de ser escuchada por nuestro continente.

Mariana Rodríguez (México): a través de un monólogo interior que no nos da respiro, acompasado al vértigo de los acontecimientos cotidianos, reivindica la indolencia de la mera diversión como consecuencia de un profundo desencanto. Cada verso es una puñalada de ironía, que no tiene empacho en concluir, en un meneo de cola que le saca la lengua a la muerte.

Milenka Torrico (Bolivia): con una poética de vuelo que se mezcla con rasgos claros y rebeldes, el amor femenino en su máxima expresión, es el recuerdo de una edad tierna, donde las aventuras tienen un toque de nostalgia, proveniente de los cuerpos de las amigas-amantes.

Melissa Castillo (Chile): gime versos dolorosos que nos recuerdan las atrocidades que vivió nuestra América. Nos duele José Huenante, lo lloramos desde el poema.

Claudia Ávila (Chile): nos estremece la carne con imágenes del inmenso dolor, que carcome el corazón de la ¨gran pecadora¨, la mujer, la madre, la condenada; siendo la sangre, la tripa, el feto, vestigios de enredos de ¨serpiente¨.

Cristina Pavón (Ecuador): con un lenguaje de suma belleza, donde los recursos literarios fluyen con total naturalidad, pinta de colores intensos, las emociones que, como niños heridos, asoman sus rostros desde los espejos.

Johanna Medellín (México): con imágenes erigidas por un lenguaje poético que raya lo sublime, nos transporta a un mundo personal; ofreciendo tantas interpretaciones posibles, como lectores sumergidos en sus textos. Las formas, sonidos, perfumes, y colores, hacen de sus textos, laberintos de ensueño.

Cynthia Franco (México): con el tono propio de una realidad alternativa, reflexiona a través versos irónicos, alude al surrealismo de nuestra realidad, como si sus normas impuestas no fuesen las dueñas de nuestra ira.

Florencia Smiths (Chile): ruge desde el labio partido, con ritmo visceral, su propio desgarro de mujer, mostrando sus heridas de guerra. El amor y el dolor en la boca que se abre, para dejar de ser sumisa.

Poli Roa (Chile): hace del mar, de la cordillera, del viento, y de toda belleza natural, un componente fundamental de su poesía, matizadas por su interior, con versos que respiran un halo metafísico, ya sea desde lo amoroso en todas sus formas, o desde el erotismo más sublime.

Sandrah Mendoza (México): pinta su interior y su feminidad con versos de rasgos futuristas, que alternan entre lo reflexivo y lo imaginativo, con precisión eléctrica.

Mavi Robles (México): da un nuevo sentido a lo sagrado, siendo la poeta, portadora de esa cruz, que ha sido propia desde el inicio de la existencia.

Camila Mardones (Chile): con una poesía riquísima en símbolos, tan ecléctica como fascinante, cuestiona el sentido de la libertad, dándole un nuevo significado

Valentina Pailaleve (Chile): hace de las imágenes horrorosas un culto a la belleza, una belleza profunda, donde la muerte, el erotismo y la maternidad, son claves del lenguaje poético.

Lorena Toloza (Chile): es una chica ¨bitch¨, que manifiesta su poética rebelde de forma única, irrumpiendo con ritmo de frenético e imagines de alta sensualidad.

Joselyn Pantoja (México): en un juego de opuestos entre la magia insinuante y el tedio de la realidad, plantea una poética reflexiva, donde el cuestionamiento interior asume el hilo conductor.

Roxana Miranda (Chile): con versos que sostienen una estética mágica, rozando la cumbre de lo ritualista, invoca al amor apasionado, para retenerlo como a un pez en el fondo del mar.

Jessica Freudenthal (Bolivia): con destellos de poesía en su prosa, narra historias que, desde las raíces familiares hurgan lo social.

Camila Flores (Chile): fuerte, así es la poesía feminista, fuerte y necesaria; y a la vez tierna, con la ternura que fue robada, y que se enciende en el puño, como símbolo de reivindicación.