Del Ciclo Literatura e Historia
Por Josefina Muñoz Valenzuela
10 de abril de 2016
Participantes de la Mesa: Carmen Berenguer, poeta; Matías Ayala, especialista en literatura U. Finis Terrae; José Ángel Cuevas, poeta. Moderador: Volker Gutiérrez, periodista.
La segunda reunión del ciclo permitió ver cómo la producción poética en dictadura fue también un pilar importante de la “narración” del período, rol que se piensa más propio del género narrativo, el cuento y la novela.
Matías Ayala presentó un lúcido análisis que partió desde la Unidad Popular a la dictadura, para darle la necesaria continuidad, y mostrar cómo la poesía es capaz de dar sentido y articular –desde la dictadura- un momento social que se caracterizó por la violencia y el terrorismo de estado, junto a la aplicación a ultranza de un modelo neoliberal que logró transformar social, económica y culturalmente a nuestra sociedad. En su apretada pero lograda síntesis, destacó los siguientes aspectos y períodos de la creación poética, dando cuerpo a un verdadero mapa de actores y obras:
– Gran presencia de P. Neruda, ganador del premio Nobel y, quizás, “el poeta más importante del siglo XX” que, en sus últimos años, desencantado de lo político, derivó a una poesía más íntima.
– Mayor presencia mayor de N. Parra, desde su Obra gruesa (1969) y Artefactos (1972).
– Salida al exilio de gran parte de los poetas de los 60.
– Apagón cultural (nombrado así incluso desde El Mercurio).
– Enrique Lihn, con una obra en gran parte armada bajo la represión, releva una línea conversacional, coloquial, de raigambre oral, como “El Paseo Ahumada”, en que los mendigos “compiten” por la limosna; también, combina la crítica y el humor y escribe sobre la creación literaria de los jóvenes del momento.
– R. Zurita, en una línea neovanguardista, pero fundamentalmente lírica, combina imágenes y performances. Las obras de D. Maquieira, R. Lira, y J. L. Martínez, aun en líneas más experimentales.
– La poesía femenina.
– La poesía mapuche que, viniendo de una cultura netamente oral, debe escribir en la lengua del “imperio”.
Carmen Berenguer comenzó señalando que estuvo fuera de Chile precisamente en el período 1969 a 1973: llegada del gobierno de la UP y golpe dictatorial. Gran lectora desde siempre, debe pasar a la lectura “clandestina” que caracterizó los años de dictadura. La búsqueda de espacios para constituir grupos fue una tarea importante y entre ellos, la Sociedad de Escritores de Chile (SECh) fue un alero para quienes buscaban armar una política cultural en esos tiempos.
Destacó algunas lecturas que fueron fundamentales para su propio análisis y comprensión de esos años y que, de alguna manera, hasta ahora son “emblemáticas”: el poema “Los helicópteros” de E. Polhammer, (…girando sobre nuestros cerebros, zumbando sobre nuestros cerebros/ que desde allí en adelante/ se limitaron a recordar las épocas previas a/ los helicópteros/ épocas llenas de esperanzas aquellas/…); “Dawson” de Aristóteles España (1985); “Lobos y ovejas” de Manuel Silva Acevedo; “Auschwitz” de Diego Muñoz.
Su tema vertebral ha sido género y política, el que emerge en un contexto de represión. Recuerda que en esos años había que pedir permiso para publicar a DINACOS, que censuraba y visaba los contenidos de medios audiovisuales y escritos, así como toda obra cultural. Por tanto, la producción de textos surge claramente como “desacato”.
La escritura de mujeres se realiza desde diversas vertientes y se hace necesario ir profundizando teóricamente el tema, por ejemplo, S. Fariña, E. Hernández, V. Zondek, trabajan desde la noción del cuerpo; H. Navarro y T. Calderón relevan un lenguaje coloquial. Se agrupan las mujeres y en 1987 se realiza el Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana (del cual Carmen fue una de sus grandes impulsoras), que abordó numerosas temáticas, articuladas por la relación entre la mujer, la escritura y el poder. Además, una actividad realizada desde “el margen”, no desde el discurso académico, tema importante, porque incorpora a lo escritural la expresión corporal, histórica, de género.
José Ángel Cuevas comenzó recordando el desprecio generalizado que ha tenido la poesía política, para afirmar que, en dictadura, no cabía otra cosa. En la Unión Chica no se hablaba de poesía política y Tellier, uno de los habitués del bar, la despreciaba. En el Instituto Pedagógico se vinculó con los grupos América, Escuela de Santiago. En ese contexto de muy diferentes posturas, su reflexión personal en términos de creación fue: yo escribo lo que yo quiero.
Aparece Zurita, vinculado al Departamento de Estudios Humanísticos, y Chile vuelve a revivir poéticamente en el desierto. Patricio Marchant, profesor de filosofía del DEH, cuenta que en México le dijeron que en Chile no había filosofía, pero sí poesía. Así como todos los poetas han tenido su ámbito especial de creación, para Cuevas “la inmensa grandeza de los hechos” fue la que lo llevó a escribir. Eran años de conocer el mundo viajando “a dedo”, soñando hacer realidad las utopías, conocer la guerrilla en Perú, la revolución cubana, el Che, en fin, la anhelada transformación del mundo.
Se reconoce como vagabundo de barrios, de calles, lo que ha querido traducir a una poesía política en la que el creador es un observador de su propia vida en el contexto que le tocó vivir. Es un hablante generacional, primero, de un período de libertad total y luego, de una ocupación total, un Auschwitz que nunca pensó vivir. “Cuando el pueblo intentaba hacer algo más justo, vino la respuesta feroz”. Y ese es el gran desafío: cómo poner eso en la poesía chilena y cómo hacerlo bien.
Asistimos a tres presentaciones fundamentales que, cada uno a su manera y según su experiencia vital y profesional, intentaron quizás una de las tareas más difíciles: articular e interpretar hechos y fenómenos de los cuales son participantes y observadores a la vez, en un período de tiempo de varias décadas, de grandes cambios personales y sociales, pero donde hay un hilo conductor que es la propia obra, el propio pensamiento, las ideas compartidas.
Las intervenciones del público afloran para recuperar sus propios recuerdos del período: las primeras agrupaciones culturales, el Colectivo de Escritores Jóvenes, los grupos universitarios, los recitales clandestinos. Carmen Berenguer recuerda al grupo Polifemo, a Jaime Lizama, la poesía de la calle. Pepe Cuevas recuerda al grupo Andamio que salía a escribir rayados en los muros en los terribles 78, las lecturas en la oscuridad en poblaciones de La Granja, volantes con poesía…
Carmen habla del significado de la derrota y la crisis del 73, de lo que no alcanzó a ser; una crisis generalizada en términos de logos, de representación del mundo. Aprecia como pendiente un análisis de lo que significó la derrota, desde la izquierda o desde los partidos políticos.
Todos los recuerdos se van potenciando y enriqueciendo colectivamente. Hubo un momento de nuestra sociedad chilena en que la ocupación de una buena parte de ella (creadores, políticos, estudiantes, trabajadores…) era hacer realidad las utopías, entre ellas, quizás ideas que ahora parecen simples como libertad, igualdad, fraternidad, que vertebraron la Revolución Francesa. También, pensar en la defensa de las ideas y el valor de los grandes ideales. Personalmente, recuerdo el impacto que me causó leer el libro de Carmen “Bobby Sands desfallece en el muro” (1983), que sigue día a día, 66 días en huelga de hambre hasta la muerte, al miembro del IRA y poeta, del que incluimos “Último día”: “He plantado ya la bandera/ de Irlanda en los acantilados/ libre mar de mi celda”. Carmen finaliza leyendo poemas de su libro “Mi Lai”, que recoge experiencias de vida en otro país, con otras lenguas, pero posibles de articular entre sí.
Pepe Cuevas lee el poema “El sueño de Kiko Rojas”, estremecedor, recorre en cuatro páginas el día 11 de septiembre de 1973. Citamos los dos versos iniciales y los dos finales: “Kiko Rojas duerme en su cama de Conchalí, el pobre,/ y sueña que es 11 de septiembre de 1973. (…) Kiko Rojas despierta./ El sueño finaliza”.
Los dejamos invitados al tercer encuentro del ciclo, el día 14 de junio, y a leer a nuestros escritores, en esta ocasión y con mucho énfasis, a Carmen Berenguer y a José Ángel Cuevas.
El adentrarse en la novela de Taro Rivera y peinar canas, me hace viajar a un pasado no lejano y…