Por Darío Oses

Nazis en Chiloé, Miguel Vera. Simplemente Editores, Santiago, 2015.

En un notable artículo Fabienne Bradu advierte que después de suicidarse, Hitler resucitó como personaje de ficción. Luego, la autora hace una revisión de las obras de escritores que han puesto “su imaginación al servicio del misterio que sella una de las figuras más diabólicas del siglo XX.”[1] Curiosamente esta abundante producción narrativa se inaugura en 1943, antes de la muerte de Hitler, con una novela chilena, hoy olvidada, La transfiguración de Hitler del escritor y periodista Tancredo Pinochet. De paso,Bradu hace notar este lejano encuentro de los nombres de Hitler y Pinochet, coincidencia que 30 años después adquiriría una concreción trágica.

En esta tradición de ficciones sobre el Führer se sitúa la novela Nazis en Chiloé, de Miguel Vera, y más precisamente en la línea narrativa de los posibles intentos de penetración en América Latina del Tercer Reich. En este sentido, su antecedente más directo sería Retornamos como sombras, de Paco Ignacio Taibo II, sobre las incursiones nazis en México. Tanto las obras de Vera como la de Taibo son realistas, es decir, ajenas a otra vertiente importante de la ficción hitlerista: la de la magia y el esoterismo.

La novela de Miguel Vera relata un plan que la jerarquía nazi urde desde el Reich moribundo, por crear las condiciones necesarias para llevar a Hitler al sur de Chile, y desde ahí reiniciar la guerra que en Europa está definitivamente perdida.

Esta historia sería una más de las tantas ficciones que circulan sobre el derrumbe del Tercer Reich, si no fuera por el relato paralelo, de cómo un niño de diez años, recibe las claves para descubrir, mucho tiempo después, el plan nazi y las razones de su fracaso. 

El interés de esta novela no está para nada en Hitler ni en el mariscal Keitel, que maneja el plan de instalación nazi en Chile, sino en los personajes chilotes y chilenos, que descubren el plan e involuntariamente lo arruinan, y pagan un alto precio por esta intervención.

Hay en esta obra dos personajes trágicos, el tío Luis Bahamonde y su cuñado Carlos, padre del joven protagonista, que dará con las pistas para reconstruir las desventuras de esos personajes que sin querer son arrollados por las ruedas de la historia.

Bahamonde tiene una carga trágica especialmente dura, porque a partir del descubrimiento de un submarino alemán en la costa de una isla chilota, va enredándose cada vez más en una trama fatal, que va a dislocar completamente su vida de próspero terrateniente local y de marido feliz, hasta convertirse en doble asesino y finalmente en víctima de un grupo de nazis que lo persiguen por pura ambición personal, cuando ya Hitler está muerto, la guerra perdida y no hay ninguna posibilidad  de establecer una cabeza de puente del nazismo en el sur de Chile.

Por su parte, el cuñado, Carlos, es víctima de los cazadores de nazis que, a raíz de unas fotos, donde aparece el temible Walter Rauff, lo creen involucrado con los verdugos de su pueblo o poseedor de información sobre ellos.

Sin embargo, Bahamonde tiene una victoria final, después de muerto, porque la información que la ha entregado al protagonista, cuando era niño, le sirve finalmente a éste, para adquirir una pequeña fortuna que le ayudará a comenzar su vida matrimonial y a ser mediadamente feliz.

Nazis en Chiloé, más que una ficción histórica, es una novela sobre cómo la historia, aun con sus más lejanas réplicas, puede golpear a los hombres y mujeres inocentes.

 


[1] Bradu, Fabienne, “La resurrección de Adolf Hitler” en Dossier, Revista de la Facultad de Comunicación y Letras, Universidad Diego Portales, nº 14, Cátedra Bolaño 2010, pp 7 – 12.