Por Pablo Aldaco

Es el género literario menos leído. El origen de la palabra viene del griego “poiesis”, es decir, “creación”, “hacer, “crear”. Para Platón es «la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser». Para Martin Heidegger es «el florecer de la flor, el salir de una mariposa de su capullo, la caída de una cascada cuando la nieve comienza a derretirse».

¿Cuántas veces nos enfocamos en saber cuál es el origen de una palabra que soltamos simplemente al viento? La palabra es el árbol. La etimología, el origen de ésta; su causa, su raíz.

La interpretación de las palabras va cambiando con el tiempo, a veces por el reduccionismo de “los tiempos modernos”, de ir cerrando la puerta a todo aquello que va directamente a la sustancia de las cosas, y por limitarnos sólo a su envoltura.

 ¿Es realmente el llamado “progreso”, sinónimo de una verdadera evolución social?

Cierto es que nadie está obligado a practicar el arte de hurgar, como el científico que utiliza un microscopio, el cuerpo imaginario de las palabras que utilizamos día a día: su origen, su causa, su significado, su rasgo semántico, pero vaya este ejercicio.

Vista como un simple pasatiempo del gusto humano, la Poesía hoy se ve como algo secundario y optativo, en un sistema educativo que impone y no propone, que inculca la razón por sobre todas las cosas, que reduce la imaginación a mera fantasía, a ocurrencia, a sinsentido, a algo “fantasioso”, “irreal”.

Definiciones

Desde tiempos de Aristóteles, y más atrás, la Poesía ha sido considerada por los grandes pensadores como un ingrediente esencial de la vida y del vivir cotidiano.

Se podría decir, en términos generales, que hay dos tipos de poesía escrita: la sagrada y la profana. La primera, enfocada en lo “sublime”: “La poesía es la invocación religiosa de la Musa”, según Robert Graves; y la otra es la más terrena, más enfocada en lo concreto, lo tangible, “lo que se ve”, lo cotidiano, pero no por ello es menos poética. Se trata de dos vertientes aparentemente contrapuestas pero complementarias.

La “invención” del “verso libre” y la “poesía en prosa” han enriquecido al género poesía. Desde que los cánones estilísticos cambiaron, el poema dejó de ser rehén de la rima. De hecho, la rima ha caído en desuso. Predomina el poema en prosa y en verso libre.

La poesía y la política. El poeta y el político.

En su recepción como Premio Nobel de 1959, el poeta Salvatore Quasimodo pronunció un discurso sobre este tema. Acá unos fragmentos:

“La poesía no acepta las tentativas “misionales” del político. El poeta no sufre desviaciones morales ni estéticas; de ahí, en ciertos momentos, una doble soledad suya”. “¿Hoy es libre el poeta? Es libre si se presenta como el decorador de plácidos sentimientos humanos”.

“¿Es libre el político? No. De hecho, son las castas que lo asedian las que deciden la suerte de una sociedad, las que actúan inclusive sobre el dictador”

«En el mundo de hoy el político asume varios aspectos, pero nunca le será posible un acuerdo con el poeta: éste se ocupa del orden interno del hombre, y el otro del ordenamiento del hombre».

En una visión más contemporánea, el poeta español Luis García Montero escribe:

“Suele afirmarse que la política es una mala compañía para los poetas. Su poco prestigio actual se debe no sólo al comportamiento dudoso de muchos políticos, sino a la cancelación de las ilusiones sociales de la Modernidad, sustituidas por un pragmatismo económico rotundo”.

“Es cierto que ha habido muy mala poesía política, justificada sólo por la justicia de sus contenidos y por el deseo de sus autores de convertirse en paladines simpáticos de las bellas banderas. Pero también es cierto que, en manos de los buenos poetas, cualquier tipo de exigencia y cualquier preocupación significan una búsqueda inmediata de recursos líricos y de tonos apropiados para dar respuestas literarias dignas a las nuevas expectativas”.

No es que el poeta esté obligado a eso que llamamos “canción o poema de protesta”. De hecho, hay una línea muy estrecha entre el poema crítico de lo social-político, y el panfleto. De ahí que el trabajo del poeta sea, por un lado, equilibrar sus palabras y su retórica entre estas dos vertientes, y no caer en el panfleto.

Hay que poetizar la vida

Así lo propuso en una entrevista el escritor sudcaliforniano Edmundo Lizardi: “Hay que poetizar la vida”.

La poesía es belleza -cualquier tipo de belleza-, como ver la propia luz del día, o encontrar el encanto en un sucio balcón. Sí. Todo depende de cómo veamos “lo bello” y de qué sea la belleza para cada individuo, a partir de su cosmovisión.

Poetizar la vida viene siendo llenar de belleza, energía y sustancia lo exterior que nos rodea y lo interior que nos define: enriquecer la vida con el oro de lo bello.

¿Qué es la poesía para los poetas y pensadores? Pongamos de ejemplo algunas citas, partiendo de la idea de que todos somos poetas, así no escribamos poemas. La Poesía siempre supera al poema.

Robert Penn Warren:

“En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.

Henrik Johan Ibsen:

“Grande o pequeño, todo hombre es poeta si sabe ver el ideal, más allá de sus actos”.

Platón:

“Al contacto del amor todo el mundo se vuelve poeta”.

Voltaire:

“Hay que saber que no existe país sobre la tierra donde el amor no haya convertido a los amantes en poetas”.

Dante Alighieri

“El vino siembra poesía en los corazones”.

En conclusión, casi todos estos personajes coinciden en que la Poesía es un acto amoroso de ver la vida.

La poesía es belleza, aunque el poeta Rainer María Rilke no excluye su faceta contradictoria: “Toda belleza es terrible”.

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