el hombre que atrapaba mujeresPor Miguel de Loyola

Darío Falú es un narrador argentino, cargado de esa ironía sardónica característica, fusión indudable de culturas distintas: española, italiana, británica. Sus cuentos son bofetadas, y también caricias, envueltas por la magia de las palabras.

«Denme una frase y moveré el mundo», apunta por allí  en uno de sus mejores relatos, y lo consigue, mueve y conmueve al lector con sus historias que van de lo cotidiano a lo fantástico y vice versa, entrecruzando lo uno y lo otro. Escribe sin equivocar ni confundir vocablos, como un maestro bibliotecario que ha leído un sinnúmero libros y conoce sus lenguas y nomenclaturas. Hay mucho de Borges en los temas y en la manera enguantada de tocarlos. También está presente aquel estado de ensueño surrealista propio de los escritores del río de la Plata, cuyos sueños recalan en la nostalgia siempre eterna prodigada por la infinitud de los llanos.

En El hombre que atrapaba mujeres, sorprenderán al lector algunos relatos más que otros, dependiendo de sus propias afinidades, porque el libro pulsa diversas cuerdas en tonos mayores y menores, pero todos los cuentos manifiestan la sorpresa y el asombro de quien vive (narrador o protagonista) una situación determinada y por siempre inexplicable, fruto del azar o las circunstancias. El escritor inútil, por ejemplo, pulsa fibras esenciales de quienes sobrellevan la carga del oficio sin ninguna esperanza de arribar a puerto seguro, y se ven enfrentados al cuestionamiento y reflexión existencial respecto al sentido o falta de sentido de su oficio.

En Razones de lo plano, el narrador nos lleva a la vastedad de los llanos argentinos, reflejada muy claramente en el modo dilatado del discurrir del propio narrador. Hay aquí alegoría y metáfora, transposición de lo uno en lo otro, y una clara interpretación psicoanálitica respecto a la naturaleza del pueblo argentino. El sosiego del caminante que no encuentra obstáculos en su camino, dada la planicie por donde avanza, pero si la pesadumbre de lo cotidiano que termina por agobiarlo y aturdirlo en solitario.

En Los viejos el narrador nos lleva de golpe a la realidad a secas, a la vida real y concreta, perfilando un personaje modelo que nos representa, o que muy bien sabemos nos representará en el futuro. Es una visión anticipada del umbral que nos espera, morigerado por el recuerdo de al menos algún acto heroico o de grandeza del pasado, siempre presente en la vida de cualquier hombre para sostenerse a sí mismo y ante los demás.

Los cuentos de Darío Falú son inquietantes, hay de fantasmas y seres extraterrestres en esta serie, y despiertan poco a poco al lector mediante -y aquí está lo interesante por la contradicción que encierra- aquel sopor narrativo de su pluma, por aquel discurrir lento y cansino que arrastra finalmente al lector hasta  su propio avispero: la conciencia individual.

 

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Julio del 2015