Por Fernando Jerez

 

Inés Valenzuela ha cumplido el sábado 20 de junio, 90 años. Inés puede dar testimonio de una vida entera en torno a la literatura. Digamos  que a los catorce años, siendo una colegiala, empieza a trabajar en la Biblioteca nacional donde conoce a los grandes escritores de la época, muchos de ellos  ahora injustamente olvidados mientras otros continúan presentes en nuestro tiempo con los mismos méritos de quienes quedaron atrapados en la amnesia de la ingratitud.

Debemos celebrar los años intensos que ha vivido, desde cuando era una muchachita que se entretenía jugando alrededor  de las mesas que ocupaban los escritores y las escritoras, festejándose con perniles, causeos y jarras de vino. Una testigo excepcional y observadora profunda. No recuerdo si fue ella misma u otra persona, quien me contó una anécdota que reafirma cómo Inés desde chica observaba el trasfondo de la vida. Muchas veces, se introducía bajo las mesas cuando festejaban los escritores y, en la privacidad de largos manteles, miraba lo que sucedía en ese microcosmos. En aquel otro mundo, veía piernas de escritores que se entrelazaban a las piernas de las escritoras; y la mano del escritor, la  que no se ocupaba en sostener el cuchillo o la cuchara,  acariciándose con la mano de su vecina que no era la mano de su esposo o el compañero, mientras en la superficie, en la mesa, se disfrutaba alegremente,  a menudo con intermedios de acaloradas controversias.

Según tengo entendido, Inés vio por primera vez a Diego Muñoz en la Biblioteca Nacional. Entonces Inés tenía 14 años y Diego Muñoz 36. Mucho después, en tiempos difíciles para ambos, se reencontraron cuando ella ya no era la chica liceana, iniciándose entonces una amistad que culminaría en matrimonio. Un día, la pareja decidió visitar las librerías de San Diego (lo cuenta el propio Diego Muñoz en sus memorias). Ahí, se encontraron con Pablo Neruda, precisamente en las estanterías de los libros policiales. Diego Muñoz,  gran amigo del poeta le presentó a su flamante esposa. La atracción que demostraba Inés por el género policial llevó a Neruda a manifestarle de inmediato a Diego Muñoz que aprobaba con entusiasmo el matrimonio.

La amistad con Neruda fue sostenida y profunda. Cuando Diego Muñoz publica su excepcional novela «De repente», Neruda escribe: «… Los dos pequeños libros más fascinantes de nuestra literatura son, seguramente, ‘La amortajada’, de María Luisa Bombal, y ‘De repente’, de Diego Muñoz.»

Luego, Inés publicaría su novela «El mundo que tía Paty dejó», sobre el cual Neruda expresa: «Este libro es fresco y jugoso como una pera del Maule, de agua secreta cuya frescura, en medio del bochorno, llega al alma». Por su parte, el escritor Miguel de Loyola sostiene al respecto: «Las descripciones de lugar están acotadas por una pluma de frase corta, precisa. El vocabulario es sencillo y certero. Comunica con la sencillez propia de la sabiduría en el uso del idioma. Las conversaciones sostenidas por Inés con el poeta maulino Jorge González Bastidas en el pueblo que hoy lleva su nombre, pueden leerse como históricas. También las sostenidas con Juvencio Valle en la Biblioteca Nacional…»

Trabajó en los diarios El siglo y Última Hora  y también en varias radioemisoras. En 1995 presidió la Sociedad de Escritores de Chile. Y ha participado con especial dedicación en difundir la poesía popular, y las creaciones de los payadores de nuestro país, quienes en varias ocasiones le han manifestado su reconocimiento en actos de homenaje.

Pasó también varios años acompañada del también escritor  Franklin Quevedo, un hombre de humor ácido, amigo muy querible, autor de varios libros de cuentos y de una obra monumental, «La tristeza del chileno».

Inés Valenzuela es un tesoro de conocimientos no al estilo de las frías, anónimas y distantes bases de datos que nos entrega Google, sino de aquellos que conservan la tibieza de lo humano. De los escritores ha conocido Inés lo que pensaban, lo que combatían, lo que aceptaban de la ética y la estética del mundo que vivieron; sus persecuciones, sus escondites, sus resucitaciones, tantos mártires gloriosos y anónimos. En suma, ha observado lo que hay bajo la mesa del mundo, a centímetros de la superficie, los hechos que muy pocos tienen el privilegio de ver.

Por eso la admiramos y la queremos…