De cómo el microcuento dialoga con Cervantes y el ilustre manchego [i].

Por Eddie Morales Piña (Universidad de Playa Ancha)

El propósito de este artículo es realizar una breve descripción acerca de la modalidad discursiva del denominado microrrelato y de cómo esta forma escrituraria ha dialogado con el texto canónico de Miguel de Cervantes titulado El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicado en su primera parte en 1605, y con la segunda de 1615 que lleva por título El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha.

 

  1. Brevísima cala en el minicuento

En el contexto de la literatura hispanoamericana, el minicuento tiene sus ilustres antecedentes en la prosa modernista de Rubén Darío, Amado Nervo, Leopoldo Lugones, y luego en la figura ya canónica dentro de los márgenes de este tipo de escritura, el mexicano Julio Torri. La mayor parte de los críticos y estudiosos del tema coinciden en señalar que en la literatura contemporánea, son figuras señeras en el subgénero Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Enrique Anderson Imbert, Juan José Arreola; obviamente, sin olvidar la presencia de Franz Kafka al momento de buscar a los pioneros.

El cuento como género narrativo es uno de los formatos literarios que nos incentiva como lectores para que vayamos a descubrir sus atributos estéticos. Si el cuento en cuanto género ha despertado a lo largo de su historia múltiples maneras de ser definido, con cuánta mayor razón se puede decir que el minicuento de por sí ha impelido a los críticos para que le den su razón de ser, ya que, metafóricamente, el relato breve es como “encender una fugaz cerilla dentro de una habitación a oscuras”, o puede ser comparado con “abrir un paraguas dentro de un ataúd”, aludiendo con ello a algunos de los rasgos discursivos de su textualidad, a saber la búsqueda de lo esencial, la economía narrativa y la condensación absoluta.

El cuento puede ser definido como un artefacto verbal breve; “cuento es cualquier texto que el lector reconozca como tal”, argumenta Violeta Rojo,  una de las estudiosas del minicuento; un cuento al modo tradicional “debería narrar una historia, por pequeña que sea, en la que unos personajes desarrollan acciones”. En consecuencia, “desde un punto de vista convencional, el minicuento no es un cuento tradicional”. Un punto de encuentro entre ambas formas discusivas es la brevedad que,  en este caso, cae dentro de la subjetividad de cómo la entendamos.

Precisamente, es este rasgo caracterizador del minicuento que hace que como relato tenga una variedad de denominaciones para ser nombrado o reconocido; Violeta Rojo manifiesta que algunas de estas expresiones “pecan de ambiguas y caprichosas”. Veamos algunos de estos nombres: el  brevicuento, el microrrelato, la minificción, el microcuento, el cuento en miniatura, minicuento, cuento ultracorto, cuento instantáneo, ficción rápida, ficción súbita,  o como queramos llamarlo. La forma discursiva en comento, ahonda, profundiza en dicha cualidad, ya que tenemos la certidumbre de que todo relato breve puede llegar a ser aún más breve. La brevedad exigida a su máxima potencialidad es como la cualidad intrínseca a esta forma narrativa. Ahora bien, cómo se traduce esto en la página (“…no llegan, por lo común, a las dos páginas, aunque lo más frecuente es que tengan una sola página”). En sentido estricto, la extensión de un minicuento será como para ser leído de un tirón o de un solo vistazo, ya que la hiperbrevedad nos permite empezar y terminar de leerlo en cualquier parte, a la espera del autobús o del verdugo. Luisa Valenzuela sostiene que “el microrrelato, jugoso, redondo, y picante como un rábano recién arrancado de la tierra, parecería ser la forma más actual de prosa”. Valenzuela manifiesta que ella prefiere el término microrrelato para significar la micronarrativa, puesto que el cuento “es casi sagrado (…) (con) una personalidad insustituible”, en cambio, le parece que la palabra relato es “más laxa y permisiva, -agrega-, aunque podría tratarse  de una connotación más personal que académica”.

Las diversas denominaciones que recibe el minicuento, encierran una sola verdad, esto es, que los textos mínimos exhiben como rasgo más que evidente su extrema  concisión discursiva. Esta cualidad los emparienta con otros subgéneros narrativos como la fábula, la parábola, la greguería o el aforismo, mientras que la condensación poemática podría confundirlo con el poema en prosa. Por tanto, el minicuento tiene una estructura proteica, esto es, pueden participar de las características de una gran cantidad de formas literarias. Si nos lanzamos a las aguas de esta forma literaria, la inmersión será inmediata, instantánea, para bucear, entonces, en lo desconocido, dejándose llevar por las corrientes subterráneas, descubriendo que la minificción tiene un carácter pragmático, que está teñida por la ironía, la irreverencia y la transgresión; el humor escéptico, el doble sentido y el absurdo campean en las aguas del relato hiperbreve [ii].

2.Con tinta sangre o el minicuento de denuncia:

El lector avisado se habrá percatado de cómo el golpe militar de 1973 provocó también una repercusión inusitada en el quehacer artístico en general, y en forma particular en la literatura chilena. La crítica y los estudios literarios han abordado fundamentalmente lo que aconteció en la narrativa, y de preferencia en la novela. Sin duda que el minicuento no pudo estar ajena al contexto del quiebre institucional, al advenimiento del régimen autoritario y a su consolidación como dictadura [iii].

La frase “con tinta sangre” la tomamos prestada de la obra de igual nominación del escritor y catedrático chileno de la Universidad de Oregon, Juan Armando Epple, quien es uno de los principales estudiosos de este nuevo “género literario” y autor de también de minificción. En este libro (“Con tinta sangre”), Epple nos entrega una muestra llena de creatividad de diversas situaciones que agrupa de acuerdo al sentido de las temáticas en cuatro segmentos: “Las armas y las letras”, “Los dominios perdidos” (el guiño al poemario de Jorge Teillier), “Acta est fabula” (locución latina que significa “se acabó la ficción”) y  “De la literatura y otros males”.

En el año 1990, Juan Armando Epple publicó la “Brevísima relación. Antología del micro-cuento hispanoamericano” (Santiago, Mosquito editores), un libro con características fundacionales de la forma narrativa mínima. En “Con tinta sangre”, Epple reúne varios relatos que tienen como referente el golpe de Estado en Chile. La mayor parte de ellos se concentran en la sección “Las armas y las letras”. Esta denominación tiene un sentido irónico y mordaz con el fin de contraponer dos realidades opuestas hoy en día, pero que en épocas pretéritas y clásicas se daban conjugadas; de allí devino en un tópico de la literatura, tal como se configura en el discurso de las armas y las letras que leemos en el Quijote de Cervantes; este había participado en la batalla de Lepanto, así como Ercilla, el poeta soldado, lo hizo en la conquista de Chile. En la sección de Epple hallamos el contraste entre la fuerza bruta  y la inteligencia. Una de las primeras acciones llevadas a cabo post golpe fue el allanamiento de las universidades y las quemas de libros: el bibliocausto. En “Sobre libros no hay nada escrito” (publicado por primera vez en México en 1975), el narrador que no es otro que el propio Epple trasmutado en personaje, describe con exactitud e ironía una situación para nada festiva; parodia del escrutinio de la librería de Don Quijote, llevada a cabo ni por un Cura ni por un Barbero cervantino: “-Reunir tantos libros, estudiar tanto –murmura el ahora ex estudiante, mientras la patrulla deletrea títulos y el jefe dictamina con un dedo- para que vengan de pronto  cuatro milicos a quemar lo que quieran, y todavía cuadrándose, con cada veredicto, a la orden cabo Gutemberg”.

Y, a propósito de Cervantes, la sección “Las armas y las letras”, sin duda, que le rinde homenaje al escritor español, que además es el título de uno de los minicuentos. En él se narra cómo un alumno rescata ante el allanamiento de la Facultad un preciado libro: “(…) recuerdo uno de esos cursos mal aprovechados de Eugenio Matus, elijo mi ejemplar del Quijote, y me prometo que si salmos bien parados de ésta lo buscaré algún día para pedirle que me explique su versión del episodio del barbero y del canónigo, porque también falté a esa clase” (Eugenio Matus, sin duda, que era un académico de la universidad que ficcionaliza Epple). En el titulado “Fe de erratas” es un minicuento sobresaliente en que se describe la confusión de personas, con las trágicas consecuencias posteriores: “Yo soy el que apresaron, pero no el que buscaban. Intenté explicarles que aunque coincidían el pueblo, la universidad donde estudiamos, quizá algún panfleto que recogí de paso, mi apellido se deletrea Epple, y él es o era Appel (…)”. Nótese que la conjugación verbal al final del párrafo tiene todo el sentido simbólico del estar en presente o pretérito. 

Precisamente, una de las características esenciales de la forma narrativa es que muestra un extremado cuidado en el uso del lenguaje: “al tener que usar un número escaso de palabras, describir situaciones rápidamente, definir situaciones en pocas pero justas pinceladas, el escritor debe utilizar las palabras exactas, precisas, que signifiquen exactamente lo que se quiere decir” (V. Rojo).

Según Epple, esta forma discursiva habiendo partido como un simple ejercicio de ingenio o de creatividad menor, paulatinamente se fue posicionando en los autores chilenos del programa narrativo de la desacralización (Promis, dixit), es decir, aquellos que escriben a partir de la fractura histórica provocada por el Golpe de Estado en Chile; características discursivas como el motivo recurrente del dolor en espacios de pesadillas o la búsqueda de estrategias de disimulo como la inversión del referente histórico se hacen presentes en el minicuento de reciente data [iv].

     3. Los minicuentos dialogantes con el manco de Lepanto y de cómo maese Soto hizo lo mismo con Cervantes.

En uno de los cuentos de Franz Kafka que quedaron inéditos a la muerte del autor de “La metamorfosis” y publicados luego por su albacea Max Brod en 1953, había uno que se titulaba “La verdad sobre Sancho Panza”: “Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales, empero por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin”.  Como lo recalcó uno de los críticos más relevantes de los microrrelatos, el argentino David Lagmanovich, se trata, sin duda, de un interesante reescritura de la historia cervantina de los personajes mencionados donde Sancho aparece como el verdadero autor del Quijote, quien resulta ser su demonio interior, “una emanación de su propio yo”, y, a la vez, se hace partícipe de las “más locas aventuras” de aquel.

Efectivamente, el texto cervantino siempre ha sido el hipertexto, el texto matriz, generador de otras historias en formas breves o en formas extensas. Los autores de la modalidad discursiva del minicuento dialogan de manera frecuente con el manco de Lepanto y los personajes, motivos y situaciones narrativas que conforman su magistral novela. El recurso retórico frecuentemente utilizado es el de la reescritura, “un procedimiento implícitamente relacionado con la parodia” (…) (que) no implica necesariamente una modalidad burlesca” (Lagmanovich). Clásicos ejemplos son, en este sentido, “Teoría de Dulcinea” (1962) del escritor mexicano Juan José Arreola y “Dulcinea del Toboso” (1966) del autor argentino Marco Denevi. Así, como en la escritura kafkiana, Sancho crea a Don Quijote, en Arreola es Dulcinea quien determina la transformación de Alonso Quijano en caballero andante, mientras que en Denevi, Aldonza es quien termina perdiendo la razón por la lectura de los libros de caballería y “un hidalgüelo  de los alrededores” se trasmuta en D. Quijote con un afán seductor. El texto de Arreola dice así:

“En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta.

Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos.

En el umbral de la vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol.

El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapas a la que tenía enfrente, se echó en pos, a través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas leguas, alanceó corderos y molinos, desbardó unas cuantas encinas y dio tres o cuatro zapatetas en el aire. Al volver de la búsqueda infructuosa, la muerte le aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca.

Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo un destello inútil ante la tumba del caballero demente”.

Por su parte, el texto de Denevi reza así y tiene una extensión parecida a la del escritor mexicano:

“Vivía en el Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y Francisca Nogales. Como hubiese leído numerosas novelas de esas de caballería, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea del Toboso, mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen, la tratasen de Su Grandeza y le besaran la mano. Se creía joven y hermosa, aunque tenía treinta años y pozos de viruela en la cara. Finalmente, se inventó un galán, a quien dio el nombre de Don Quijote de la Mancha. Decía que Don Quijote había partido hacia lejanos reinos en busca de lances y aventuras, al modo de Amadís de Gaula y de Tirante el Blanco. Se pasaba todo el día asomada a la ventana de su casa, aguardando el regreso de su enamorado. Un hidalguelo  de los alrededores, que a pesar de las viruelas estaba prendado de ella, pensó hacerse pasar por don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en un su rocín y salió a los caminos a repetir las hazañas del imaginario don Quijote. Cuando, seguro del éxito de su ardid, volvió al Toboso, Dulcinea había muerto de tercianas” [v].

La cadena de textos inspirados y dialogantes con el relato cervantino lo podemos visualizar en dos minicuentos del escritor chileno Diego Muñoz Valenzuela, quien en “De monstruos y belleza” (2007) nos muestra a un D. Quijote resucitado para celebrar sus cuatrocientos años, que recorre el mundo dando conferencias y llenándose sus bolsillos de dinero por sus honorarios. Lo trágico de la imagen del personaje es que “con tantos cócteles y cenas de celebración ha engordado visiblemente”. En el otro texto, D. Quijote va cabalgando a celebrar su boda con Dulcinea, quien lo espera en la puerta de la iglesia, mientras le suena el celular; es Sancho quien llama para decirle: “Ella no es quien usted cree que es, don Alonso”. Por su parte, el chileno José Paredes en “Sacrilegios” (2006), en minicuento “Juicio de realidad o el genio de Cervantes”, no sólo reescribe la historia de los tres personajes mencionados, sino que pone en duda las interpretaciones del narrador quien nos traspasa su locura.

El español José María Merino, en un minicuento antologado en “Ciempiés. Los microrrelatos de Quimera” (2005) reescribe la historia del Quijote inventándole una cuarta salida, puesto que un profesor de apellido Souto (la eufonía del apellido con otro académico que fue de estos lares es manifiesta) después de algunas investigaciones logra determinar que un clérigo “sustituyó buena parte del texto primitivo, y su verdadero final”. El minicuento es genial, debido a la vuelta de tuerca que da al texto canónico y que exige de un lector cómplice que sepa desentrañar el nuevo sentido:

“El profesor Souto, gracias a ciertos documentos procedentes del alcaná de Toledo, acaba de descubrir que el último capítulo de la Segunda Parte del Quijote es una interpolación con la que un clérigo, por darle ejemplaridad a la novela, sustituyó buena parte del texto primitivo, y su verdadero final. Pues hubo una cuarta salida del ingenioso hidalgo y caballero, en ella encontró al  mago que enredaba sus asuntos, un antiguo soldado manco al que ayudaba un morisco instruido, y consiguió  derrotarlos. Así , los molinos de volvieron a ser gigantes, las ventas castillos y los rebaños ejércitos, y él, tras incontables hazañas, casó con doña Dulcinea del Toboso y fundó un linaje de caballeros andantes que hasta la fecha han ayudado a salvar al mundo de los embaidores, follones, malandrines e hideputas que siguen pretendiendo imponernos su ominoso despotismo”.

La locura cervantina (y recordamos que la loca de la casa, al decir de Santa Teresa de Ávila es la imaginación) se apoderó en algún momento de maese Soto o Souto, porque maese Soto era un catedrático que recorría los campos manchegos en compañía del caballero de la triste figura y de su fiel escudero, en la textualidad del libro cervantino y de toda la caterva de amadises y palmerines [vi]. Hace algún tiempo atrás (2010), antes que maese Soto nos dejara, nos trajo sus minicuentos para que le diéramos la opinión crítica; el manuscrito quedó archivado en el ordenador hasta hace algunos meses en que nos hemos vuelto a encontrar con él; allí estaba el diálogo del maese con Cervantes a quien dedicara esta vida: reescritura, parodia y diálogo intertextual, como en este ejemplo: “Visión sincrónica”: “A  pocos  días de la  muerte de don Alonso y  a la hora nona, la situación de los habitantes de esa aldea manchega era la siguiente: el cura y el barbero descansaban después de haberse saciado de  comer “duelos y quebrantos”.  Coincidían que les faltaba un tercero para sus disputas sobre los libros de caballerías; la criada y la sobrina del hidalgo  no soportaban la  nueva  quietud de la casa; el bachiller Carrasco pensaba que una buena idea sería escribir  la verdadera historia de don Quijote; Sancho, recostado a la sombra de un árbol, seguía inventando nombres pastoriles; la mujer de Sancho estimaba que su marido había perdido miserablemente el tiempo; el resto de la aldea seguía en lo suyo. No lejos de allí, en una aldea vecina, una joven labradora vertía unas lágrimas”.

  1. Coda mínima con Ítalo Calvino

Si hay un autor contemporáneo altamente recomendable, este es, no cabe la menor duda, el italiano Ítalo Calvino, novelista y ensayista de excepción, fallecido en 1985. De entre sus novelas, señalamos “El barón rampante” y “El caballero inexistente”, traducidas al español en la década del sesenta. De Calvino quisiéramos cogernos para ir cerrando con esta coda mínima el texto que hemos desplegado teniendo como intención primera mostrar el diálogo intertextual entre el texto cervantino y la forma discursiva del microcuento. Ítalo Calvino nos legó como ensayista un libro que se llama “Seis propuestas para el próximo milenio”. En la obra se encuentra cinco de las seis conferencias que dio en una universidad norteamericana en el transcurso del año académico 1985-1986. En la obra reflexiona acerca de “algunos valores, cualidades o especificidades de la literatura que me son particularmente caros, tratando de situarlos en la perspectiva del nuevo milenio” (faltaban, efectivamente, quince años para que ingresáramos en él).

Entre estas cualidades que Calvino visualiza en la literatura, se encuentra la rapidez, la agilidad del razonamiento, la economía de los argumentos: “Un razonamiento  veloz no es necesariamente mejor que un razonamiento ponderado, todo lo contrario; pero comunica algo especial que reside justamente en su rapidez”. Calvino sostiene que este principio no pretende negar el valor contrario. “esta apología de la rapidez no pretende negar los placeres de la dilación (…) Rapidez de estilo y de pensamiento quiere decir sobre todo agilidad, movilidad, desenvoltura, cualidades todas que se avienen con una escritura dispuesta a las divagaciones, a saltar de un argumento a otro, a perder el hilo cien veces y a encontrarlo al cabo de cien vericuetos”. En esta conferencia, el autor italiano confiesa que desea realizar “una colección de cuentos  de una sola frase, o de una sola línea, si fuera posible. Pero hasta ahora no encontré ninguno que supere el del escritor guatemalteco Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Es indudable que si Calvino viviese comprobaría con satisfacción que lo que él previó como una cualidad esencial de la literatura está más que nunca presente en la escritura del tercer milenio [vii].

En otras palabras, el patrono que Calvino escogió para su propuesta de literatura, no es otro que “Mercurio, el de los pies alados, leve y aéreo, hábil y ágil, adaptable y desenvuelto…” El minicuento, en conclusión, posee la movilidad y la rapidez mercuriales…Sintéticamente, recordemos sus rasgos esenciales (Epple): a) su extrema condensación narrativa; b) la fragmentación de la unidad narrativa (“hay elementos de la peripecia que quedan fuera de la expresión verbal, y son únicamente aludidos o sugeridos”); c) su estructura abierta (“el relato exige un lector participativo que, además de su familiaridad con la literatura, sepa completar o inferir el sentido de lo narrado”; su apoyo a la intertextualidad (“muchas veces el texto tiene como base una historia o un hipertexto que se supone conocido por el lector, y que sirve de referente básico en el cual se apoya la propuesta creativa”); e) su condición transgenérica (“esto le da una marcada fluidez semiótica, pero a la vez justifica que algunos textos se hayan considerados indistintamente como pertenecientes  a otros géneros”; f) la predilección por el tratamiento paródico o irónico del tema tratado (“transgredir o subvertir los modelos discursivos de la tradición”).

Concluyo con “Razones son amores” de maese Epple: “Alonso Quijano, rechazado por la molinera de la aldea, decidió terminar sus días lanzándose contra el molino de viento. Al verlo tan maltrecho el bueno de Sancho, que algo sabía de amores, le puso unas compresas al destartalado hidalgo, inventó la aventura de los gigantes y lo demás es historia conocida».

 

Referencias bibliográficas

-Epple, Juan Armando (1990) Brevísima relación. Antología del microcuento hispanoamericano. Santiago: Editorial Mosquito.

-Epple, Juan Armando (2004) Con tinta sangre. Thule Ediciones.

-Lagmanovich, David (2003) Microrrelatos. Buenos Aires/Tucumán: Cuadernos de Norte y Sur.

-Larrea, María Isabel (2002) El microcuento en Hispanoamérica. En: Documentos Lingüísticos y Literarios. Instituto de Lingüística y Literatura. Universidad Austral de Chile. Nºs. 24-25.

-Morales Piña Eddie, et al. (eds) (2005) Asedios a una nueva categoría textual: el microrrelato. Valparaíso: Ediciones de la Facultad de Humanidades. Universidad de Playa Ancha.

-Morales Piña, Eddie (2004) Ángeles y verdugos, de Diego Muñoz Valenzuela: aproximación al microrrelato de un escritor chileno contemporáneo. En: Asedios a una nueva categoría textual: el  microrrelato.

-Morales Piña, Eddie (2004) El microrrelato en la literatura hispanoamericana contemporánea. Viento Norte, UPLA, nº 15.

-Morales Piña, Eddie (2005) Aproximación al microrrelato en cuatro escritores chilenos contemporáneos: Diego Muñoz Valenzuela, Virginia Vidal, Juan Armando Epple y Walter Garib. En: Nueva Revista del Pacífico Nº 50, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso

-Morales Piña, Eddie (2008, 2009, 2011) (Profesor Guía Seminarios y Memorias para optar al Título de Profesor de Castellano, Universidad de Playa Ancha):

………………………Aproximación a un género fronterizo: los microrrelatos teatrales.

………………………Breve panorama del microrrelato argentino y su caracterización en algunos textos de Enrique del Acebo Ibáñez.

………………………El microcuento en Chile: panorama y análisis de la producción microcuentística chilena.

………………………Intertextualidad en el microrrelato Robinson de David Lagmanovic.

………………………La versatilidad en el microrrelato de Virginia Vidal.

………………………Microrrelato transtextual: un recurso para ser abordado en el aula.

………………………Microrrelato transtextual: un recurso para ser abordado en el aula.

……………………La transformación del texto al hipertexto: la reconfiguración textual en la lectura del microrrelato mediante un contexto hipertextual.

-Morales Piña, Eddie (2010) Prólogo. Sea breve, por favor…Microrrelatos de Enrique del Acebo Ibáñez. En: Viajes en microcuentos. Buenos Aires: Ediciones Universidad del Salvador.

-Morales Piña, Eddie (2012) Le micro-récit chez quatre écrivains chiliens. Des aspects du micro-récit chez quatre écrivains chiliens contemporains: Diego Muñoz Valenzuela, Virginia Vidal, Juan Armando Epple et Walter Garib, en: L`atelier du tilde-Les éditions  à l`Eure latine, Lyon, France. (www.atelier-d-tilde.org).

-Muñoz Valenzuela, Diego (2002) Ángeles y verdugos. Santiago: Mosquito Comunicaciones.

-Muñoz Valenzuela, Diego (2007) De monstruos y bellezas. Santiago. Mosquito Comunicaciones.

-Paredes, José (2007) Sacrilegios. Santiago: Mosquito Comunicaciones.

-Rojo, Violeta (2010) Breve manual para reconocer minicuentos. En: Cuento en red, nº 22, otoño 2010.

-Rotger, Neus y Valls, Fernando (eds.) (2005) Ciempiés. Los microrrelatos de Quimera. España: Montesinos.

-Valenzuela, Luisa (2002) Escritura y secreto. México: F.C.E.

-VV.AA. (2005) Con pocas palabras. Muestra de microcuentos. Santiago: Mosquito Comunicaciones.



[i] Una primera versión de este trabajo fue leído como ponencia con el título de “Revisitando el microrrelato en Chile: constantes y temáticas” en las II Jornadas Tendencias Actuales en Creación y Crítica Literarias en Latinoamérica y en Chile, efectuadas entre el 24 y el 25 de octubre de 2013 en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Playa Ancha.

[ii] El lector interesado en profundizar teóricamente en la forma discursiva del microcuento o microrrelato, puede consultar: Morales Piña Eddie, et al. (eds) (2005) Asedios a una nueva categoría textual: el microrrelato. Valparaíso: Ediciones de la Facultad de Humanidades. Universidad de Playa Ancha. Además, una buena síntesis de diversas teorizaciones puede encontrarse en las tesis dirigidas por mí en torno al tema y que se encuentran indicadas en las referencias bibliográficas.

[iii] Para una revisión de la situación del microrrelato en el concierto de la literatura hispanoamericana y chilena reciente, cfr. mis artículos: Morales Piña, Eddie (2004) Ángeles y verdugos de Diego Muñoz Valenzuela: aproximación al microrrelato de un escritor chileno contemporáneo. En: Asedios a una nueva categoría textual: el  microrrelato (indicado en la nota precedente); Morales Piña, Eddie (2004) El microrrelato en la literatura hispanoamericana contemporánea. Viento Norte, UPLA, nº 15; Morales Piña, Eddie (2005) Aproximación al microrrelato en cuatro escritores chilenos contemporáneos: Diego Muñoz Valenzuela, Virginia Vidal, Juan Armando Epple y Walter Garib. En: Nueva Revista del Pacífico Nº 50, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso.

[iv] Cfr. Promis, José (1993)  La novela chilena del último siglo. Santiago: Editorial La Noria, especialmente la parte referida al programa narrativo de la novela de la desacralización. El lector avisado también puede consultar el artículo de Promis “Programas narrativos de la novela chilena del siglo XX”, publicado en 1994 en la Revista Iberoamericana, vol. LX, y reproducido en el libro Ensayos y tentativas. Escritos de José Promis. Selección y prólogo Eddie Morales Piña (2013). Valparaíso: Editorial Puntángeles, pp.267-277.

[v] Cfr. el análisis que realiza David Lagmanovich acerca de la reescritura del texto cervantino por el escritor argentino Marco Denevi, incluido en el libro teórico Microrrelatos publicado en 2003 en Cuadernos de Norte y Sur (Buenos Aires-Tucumán); pp. 134-140.

[vi] Con la frase maese Souto o Soto nos referimos a nuestro colega profesor Luis Soto Escobillana, fallecido en 2012, quien se desempeñara inicialmente como académico del área de Literatura Española en la Universidad de Chile, Sede de Valparaíso, y luego en la Universidad de Playa Ancha donde enseñó fundamentalmente la Literatura Española Clásica. Un gran conocedor del texto cervantino que lo llevó a la reescritura de las aventuras y desventuras del ilustre manchego, el hombre de la Mancha, en microrrelatos que tuve la suerte de leer y comentar con maese Soto en más de una oportunidad. Los microrrelatos de Luis Soto Escobillana se encuentran inéditos.

[vii] Cfr. el libro de Italo Calvino Seis propuestas para el próximo milenio (1985). Se trata de las conferencias que el autor daría en la Universidad de Harvard; el tema de las conferencias  se referían a los valores literarios que debían ser prioritarios en un futuro próximo: Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad, Multiplicidad y Consistencia. La obra de Calvino es una obra imprescindible de leer.