Por Miguel de Loyola
Pedro Lemebel estuvo a punto de recibir el año pasado el Premio Nacional de Literatura, por sus crónicas, por sus libros, por sus poemas, por su intensa actividad cultural…
Habría sido un tremendo batatazo del multiculturalismo y de la llamada diversidad, en medio de un clima siempre candente, un verdadero hervidero, como lo ha sido a lo largo de su historia el mencionado y codiciado Premio. Pero ya no lo recibirá. La pelea por la vida y por el Premio para Lemebel terminó. Ahora a descansar por fin en paz. Su lucha no fue fácil, pero muy fructífera, se la jugó en todos los frentes, y abrió un espacio para una realidad oculta y reprimida hasta su deslumbrante aparición en el escenario cultural. No hay duda que muchos le deben hoy a Lemebel su verdadera identidad, porque sin él, sin su historia, sin su literatura, no habrían logrado hacerse cargo de sí mismos como bien lo hacen hoy. En ese sólo sentido su aporte es invalorable. Recuérdese su valor para enfrentarse a la dictadura y de salir airoso cuando la represión homosexual en el país era total. Después las emprendió con las clases acomodadas, vistiéndose de mujer y hablando con el lenguaje de las prostitutas a la hora de presentar sus libros en algún lugar de cierto pedegree. No le temía a nadie, tampoco a la enfermedad que terminaría tempranamente con su vida. Parecía dotado del don de la palabra; a la hora de encontrarse en alguna presentación junto a otros escritores, más viejos, más jóvenes o más célebres, Lemebel llevaba siempre las de ganar. Memorable sería una presentación en la Feria del Libro de Buenos Aires, representando entonces a los escritores chilenos, aplaudido a rabiar por la multitud. Sabía decir lo que muchos no se atreven o no quieren ni pensar, y a decirlo en el momento oportuno, sin ambages de ninguna especie. Sus crónicas son una muestra contundente de lo que era capaz, y de paso, enseñan el país oculto, el Chile ignorado y despreciado por la intelectualidad, donde el hambre y la miseria humana todavía pela los huesos, muy a pesar de la modernidad. La historiografía lo recordará como el que fue, un artista consecuente, quien supo en nuestro medio y en nuestro tiempo darse el ser, como diría Jean Paul Sartre.
Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Enero 23 del 2015.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.