Por Patricia Espinosa
En junio de 1963, el crítico literario Vicente Mengod señalaba en La Segunda: “He aquí un cuentista directo, un escritor que relata sin perderse en telarañas ni lugares fuera de lo común”, refiriéndose al autor de Una noche sin tinieblas (1963), conjunto de relatos que inauguró la ahora extensa obra literaria de Ramiro Rivas.
Lo cierto es que Rivas se ha dedicado por ya medio siglo a escribir fundamentalmente cuentos, sin perderse, como dijo Mengod, en lugares fuera de lo común. Sin embargo, el territorio de lo común para Rivas tiene dimensiones bastante particulares.
Corazón Virgo, su nuevo libro de relatos, reincide en lo que ya es parte fundamental de su estilo prosístico: merodear por la conciencia de un personaje en permanente desajuste con su entorno. Cada narración de Rivas no suelta jamás a un personaje que arrastra una soledad de la cual es imposible escapar y que determina una condición de pesadumbre que perturba cada acto de la vida cotidiana.
Ubicado en unos difusos años 80, el volumen insiste en la ausencia de futuro, y la vida, por lo mismo, se limita al día a día, en un contexto de individualismo impuesto por una permanente amenaza. La dictadura se va entrometiendo en las vidas cotidianas, en la amistad, los amores, el trabajo, la pérdida del tiempo, dando lugar a una forma particular de sobrellevar el fracaso, donde sólo queda en pie una resistencia muda, anulando cualquier rasgo que pudiera llamar la atención. Aun así, el deseo no se detiene, y es por ello que la escritura de Rivas jamás se despega del erotismo, de la sexualidad, de las ganas de entablar un vínculo o de buscar el momento adecuado para vengar la traición amorosa o política.
A comienzos de los 70 surgió en Chile una narrativa del entusiasmo que la dictadura devolvió hacia la angustia y desazón que marcó a los cultores de la llamada generación del 50. Ramiro Rivas es un claro ejemplo de esto, quedando en él sólo algunas huellas del vitalismo setentero. Pero el dolor ya no tiene la carga filosófica de sus predecesores cincuenteros, sino que se materializa, se vuelve doméstico y total, porque la posibilidad de recomposición de un orden es sacada de escena. Así, los personajes parecen destinados a transitar y generar afectos unilaterales de manera desesperada. La respuesta a la hecatombe del individuo y de la historia deriva en la urgencia de exponer la intimidad en medio de la rabia y el arrobo.
Desde el permanente uso del monólogo interior y empapada de derrota, la escritura de Ramiro Rivas corre imparable, rítmica, bullente de imágenes, adjetivando con entusiasmo y poetizando sin respiro. Más allá del relato final, que desentona sin miramientos, Corazón Virgo es un libro valioso que permite recuperar la vigencia de uno de los más interesantes cuentistas nacionales.
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En Las Últimas Noticias, 1-10-2013
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.