P o r  R a m i r o  R i v a s

El caso del escritor Omar Saavedra Santis (Valparaíso, 1944) resulta singular por varias razones. Forzado, como tantos intelectuales chilenos, a partir al exilio en 1974, permaneció treinta y cinco años en Alemania. En ese país se desarrolló como escritor, publicando novelas, cuentos, obras dramáticas y guiones de cine y televisión.

Obtuvo importantes premios literarios y fue traducido a varios idiomas. Sin embargo, a su retorno a Chile en 2009, se transformó en un perfecto desconocido. El 2011 publicó la novela Prontuarios y claveles, sólido texto de más de cuatrocientas páginas, de novedosa temática y elaborada realización, que pasó inadvertida por la deslavada crítica nacional, más obsecuente con los sellos transnacionales que con los editores independientes del país. Nos parece realmente desalentador que a un autor de excelencia como Omar Saavedra le suceda algo tan inmerecido. Pero nuestro sistema político y económico lo permite, inmersos en un neoliberalismo en donde el arte ocupa el patio trasero de la casa.

 Ahora Editorial Etnika, dirigida por el poeta Gonzalo Contreras, nos presenta un nuevo libro, Stella Artois (2013, 204 páginas), compuesto por tres textos de diversa extensión. Los dos primeros, por su desarrollo narrativo y estructura, así como por el número de páginas, se podrían considerar como nouvelles : Ars Culinaria (66 páginas) y Simetrías discretas (106 páginas). El tercero, Stella Artois, el más breve (14 páginas), se podría conceptuar como del género cuentístico.

         Omar Saavedra es un autor atípico entre nuestros narradores. Leer sus relatos, siempre originales y, por momentos, casi extravagantes, o simplemente dejarse llevar por su lenguaje de manifiesta perfección, poco usual en los prosistas actuales, siempre más cercanos al coloquialismo, causa una llamativa extrañeza y admiración. Los orígenes o influencias de su escritura, habría que rastrearlos en la literatura europea, en especial entre los autores franceses o italianos del siglo XIX. Su amplia cultura, le permite crear atmósferas narrativas de gran versatilidad. En nuestro medio, salvo Francisco Rivas, es difícil encontrar otro escritor que logre tal interrelación de tan diversos elementos culturales en sus textos, como Omar Saavedra.

         El humor es otra característica en este autor, un humor muy peculiar y solapado, un humor más bien enajenante y que se niega a aceptar la seriedad de ciertos valores inmutables o ciertos ritos inculcados por la sociedad. Un humor más próximo al absurdo de la realidad, una alteración de la condición humana y que se ve enfrentado a una situación desacomodante, contraria a la normalidad cotidiana. Los personajes de Saavedra están siempre incómodos en un medio que no les pertenece y ellos tratan infructuosamente por representar.

         El conjunto se inicia con la nouvelle  Ars Culinaria, la sugestiva historia del cocinero Melanio Altolaguirre, que cada mañana arregla su estropeada vestimenta para dirigirse a la agencia de empleos domésticos que mantiene el Ejército de Salvación en las cercanías de la Estación Mapocho. Para matar las horas de espera, el resto de los cesantes le solicitan que les hable de esos platos exquisitos que sabe preparar y ellos nunca disfrutarán. Melanio, mediante un discurso didáctico y poético, recrea cada  manjar subyugando a la audiencia. Facultad oratoria que lo conduce a su propia fatalidad, al ser contratado por un sindicato de obreros para dictar charlas a los trabajadores. Debido al éxito de éstas, se le pide que las extienda a las poblaciones marginales, causando las suspicacias de la dictadura, que ve en Melanio un oculto subversivo.

         Simetrías discretas, en cambio, es un relato mucho más elaborado y extenso. Es una historia articulada en base a la alternancia de dos niveles narrativos. Lo interesante es que uno de ellos se sitúa durante la dictadura de Pinochet, en la década del 70, y la otra vertiente a inicios del siglo XVIII, en la ciudad italiana de Cremona. Época en que el duque Marsilio Farnese de Piacenza llamaba a concurso a los artesanos de la ciudad para que participaran en el certamen de fabricación de violines, cuyo ganador era celebrado con grandes pompas. Puesto privilegiado que el maestro Antonio Stradivari ostentaba desde el año 1665, hasta la aparición de Giuseppi Guarnieri, quien lo destrona ante el asombro del pueblo. Violín famoso que corre extraños avatares de mano en mano, hasta su desconcertante fin que cerrará la historia tras un elaborado desarrollo argumental. La otra vertiente del relato, está centrada en Gideón Peñaloza Casalmaggiore, oriundo de Limache y exiliado desde 1975 en Colonia, después de sufrir múltiples apremios físicos. Existencia común que se relacionará con el mentado violín varios siglos después.

         El último texto, Stella Artois, es un cuento de sólo 14 páginas que describe el encuentro de dos viejos amigos en Bruselas, después de 33 años de alejamiento. Historia cruzada por la nostalgia y los recuerdos de juventud.

         El conjunto, al igual que su anterior novela, Prontuarios y claveles, es una obra excepcionalmente bien escrita, que merece la atención crítica de los medios y nuestro reconocimiento por un trabajo de altísimo valor literario.

 

Artículo publicado en Punto Final, 20/ 12/ 2013/.-