Por Josefina Muñoz Valenzuela
Los problemas de América Latina y de Chile no pueden ser entendidos ni abordados sin considerar la pobreza y la muy desigual distribución del ingreso, hecho que los per cápita siempre ocultan de manera impecable. El “Informe Panorama Social 2013” de la CEPAL sitúa nuestro país entre los cinco con peor distribución, superado por Brasil, Guatemala, Honduras y Paraguay. Para resumir, eso se traduce en que el quintil más rico se lleva el 52,5% del ingreso total y el quintil más pobre un 5,5%.
La encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional 2011 (CASEN) reveló una cifra no solo sorprendente sino preocupante para un país que educa prácticamente al 100% de la población a la que le corresponde ingresar a enseñanza básica y un porcentaje algo menor que continúa educación media: más de cinco millones de chilenos sobre 20 años no tienen cuarto medio. De los casi 12 millones de personas de más de 20 años, más de 3 millones no ha terminado la educación básica y 1,7 millones no ha terminado educación media, entre otras razones por problemas económicos o, en el caso de las mujeres, el embarazo adolescente es un importante factor de deserción.
El insatisfactorio estado actual de nuestra educación -en todos sus niveles- tiene sus raíces principales en los cambios introducidos por la dictadura en la década de los 80, al debilitar la función del Estado y dar luz verde a privados para “emprender” negocios educativos, especialmente en establecimientos de educación básica y universidades. Para ello se cambió la Constitución y surgieron nuevas leyes y decretos ad hoc. Surge el tema del lucro sin que haya voces públicas que lo denuncien, hasta que sí llega a resonar en la sociedad como un grave problema gracias a la “Revolución de los pingüinos”, protestas organizadas a partir de 2006 por estudiantes de enseñanza media principalmente. De todos modos, las leyes sabiamente pensadas cuentan con variados mecanismos que disfrazan el lucro y lo convierten en una inocente oveja, pero, sin duda, logró ser instalado como uno de los problemas ineludibles que deben ser resueltos.
En 1993 y bajo el primer gobierno elegido democráticamente, se dicta una ley que permite que los sostenedores de colegios subvencionados municipales y particulares puedan cobrar a los padres un monto adicional, lo que se conoce como “financiamiento compartido”, bajo los supuestos de que eso mejoraría la educación y aseguraría una corresponsabilidad de la familia.
Los valores a cancelar son muy variables, pero van desde los $3.000 a $50.000 y más, sumas que las familias están dispuestas a cancelar gustosas porque creen que así aseguran no solo una mejor educación para sus hijas e hijos, sino también el contacto con familias socialmente parecidas a las propias, al menos en que todas pueden pagar una cifra similar.
A diferencia de Chile, en otros países la educación particular subvencionada con fondos estatales tiene prohibición de aplicar cualquier tipo de selección o determinar algún tipo de cobro a las familias, porque entienden con claridad que eso genera más segregación y atenta contra la inclusión. A lo anterior se agrega que en los países desarrollados el estado es el gran proveedor de educación, en porcentajes mayores al 90%.
Al existir una subvención por alumno, quien atrae más estudiantes contará con más dinero estatal. Y ahí se desata la competencia por atraer la “mercancía estudiante”:corbatitas de color, faldas plisadas, declaraciones sin fundamento real acerca de sus mejores resultados educativos, sin mencionar que se deben-si es que ello se da- a la despiadada selección realizada por los establecimientos y absolutamente bajo sus parámetros e intereses.
Se ha hablado mucho de la posibilidad de que las familias elijan el colegio al que quieren que vayan sus hijos ya que, entre otros datos, contarían con los resultados de las pruebas SIMCE, pero como afirma Fernando Atria, lo que ocurre en la realidad es que “la libertad no es para los padres, sino para los establecimientos educacionales, que siempre pueden aceptar o rechazar una postulación a través de distintos mecanismos”.
En el caso de los establecimientos municipales, sus malos resultados se explican, al menos en parte, porque en educación básica no hay selección y deben recibir a todos quienes fueron rechazados por los otros. A pesar de eso, algunas investigaciones señalan que los niños de los quintiles más pobres tienen mejores resultados en la educación municipal y están menos segregados que en la particular subvencionada.
En el caso de los colegios particulares pagados que atienden a menos del 10% de la población escolar, el pago mensual que deben hacer las familias equivale a una cifra muy superior a la remuneración que recibe un gran porcentaje de las familias chilenas, sin contar otros aportes como matrícula y cuota de incorporación. A pesar de eso y de la pertenencia de sus estudiantes a altos niveles socioeconómicos, tampoco logran alcanzar niveles de excelencia similares a los de países europeos que son medidos con la misma prueba PISA. La última medición muestra que los alumnos del grupo socioeconómico alto promediaron 496 puntos en Lectura y 485 puntos en Matemática, mientras el grupo vulnerable promedió 395 y 374 puntos respectivamente, una muestra evidente del grado de desigualdad.
Algunas investigaciones han analizado el papel que juega en una educación de calidad la presencia de mecanismos de segregación, ya sea por el financiamiento compartido, el nivel socioeconómico de las familias y grado de vulnerabilidad, establecimientos educativos del espacio rural o urbano, concentración de alumnos vulnerables superior al promedio. Generalizando, podría afirmarse que la segregación ha ido en aumento en todas las regiones del país y que el nivel socioeconómico es uno de los factores más importantes para explicar los resultados, más que la capacidad educativa del establecimiento.
Una cita para reflexionar sobre próximos cambios en nuestra educación: “En Chile, la segregación escolar afecta intensamente tanto a quienes viven en una condición socioeconómica vulnerable como a quienes tienen una situación acomodada”[1].
Por otra parte, mientras los establecimientos escolares elaboran con ahínco sus procesos de selección para alcanzar así mejores resultados falsamente atribuibles a sus competencias pedagógicas, solo un pequeño porcentaje de las familias puede decidir y seleccionar el colegio al que quiere que asistan sus hijos para que tengan una mejor educación; la mayoría decide por razones de cercanía, porque no hay cobros adicionales, porque simplemente los aceptan, etc. Por otra parte, muchas de esas familias no tienen las condiciones ni las competencias necesarias, tampoco el tiempo para analizar y comparar establecimientos posibles en términos de ventajas o desventajas para sus hijos.
En la década del 60, el porcentaje de estudiantes que terminaba los seis años de educación secundaria alcanzaba una cifra muy inferior al porcentaje total del grupo etario correspondiente. Quizás sería aventurado decir que la educación de esos años era mejor porque el número de estudiantes que accedía a los diferentes niveles era muy inferior al casi 100% actual, por lo que docentes y establecimientos podían atender más “holgadamente” los procesos de aprendizaje de grupos que tampoco, en general, incluían los segmentos más pobres de la población, pero es un tema para reflexionar.
Creo que sí es posible decir que nuestro sistema educativo no ha tenido la capacidad de atender de manera adecuada y pertinente a ese casi 100% de la población que va a la escuela -especialmente en el caso de educación básica- porque está pensado y diseñado para una especie de ente abstracto, que no tiene mayores problemas de salud física y mental, de vivienda, de alimentación, de afectos; un ente, además, muy similar de norte a sur en que, por ejemplo, habitar en un ambiente urbano o rural, pertenecer a una etnia, ubicarse en un determinado quintil, son aspectos que no tendrían efectos relevantes en sus procesos de aprendizaje, razón por la que, entre otros aspectos, no se recogen en los textos escolares que, por otra parte, tampoco están estructurados de una manera más abierta que permita adecuarlos al entorno concreto.
Se ignoran así desde el inicio las grandes diferencias que hacen de nuestra sociedad un mundo muy desigual y diverso y, lo más grave, la situación de aquellos niños y niñas que pertenecen a sectores donde se concentran la pobreza y la vulnerabilidad, la desarticulación de las familias y los grupos familiares, la presencia nefasta de las drogas por consumo y por tráfico. En este último aspecto, hay comunas de la RM donde han debido edificar verdaderos bunkers para que sus alumnos se refugien allí cuando hay balaceras de narcotraficantes, cuyos hijos también van a esas escuelas.
Si bien en términos generales, hoy día podríamos decir que el 100% de los niños ingresa a educación básica y un porcentaje algo menor continúa su educación media, las cifras de deserción señaladas por la CASEN son muy preocupantes, en tanto desnudan un problema que se creía bastante superado y que requiere urgentes medidas orientadas a eliminar las causas y asegurar la continuación de estudios en espacios independientes de los de la educación regular, puesto que ya muchos de esos niños y niñas se han convertido en trabajadores o, en el caso específico de las mujeres, han sido madres adolescentes que deben hacerse cargo de sus hijos sin tener las condiciones de madurez necesarias y sin contar con una mejor formación que les permita acceder al mercado laboral.
Niñas y niños de los sectores más vulnerables nacen y crecen en situaciones de precariedad, de manera muy similar a la experiencia vital de sus familiares cercanos, donde con frecuencia madres, padres, abuelos, son muy jóvenes y han debido hacer y padecer demasiadas cosas para sobrevivir, con un alto costo para su salud física y mental y para lograr hacerse cargo de su descendencia de una manera adulta y responsable.
Pese a todos sus problemas aún sin solución, Transantiago me permite conocer y escuchar una amplia variedad de pares ciudadanos. En el caso de padres y madres con sus hijos, los niños, como todos, hacen preguntas simpáticas, inteligentes, ingenuas… que rara vez son bien respondidas y, luego de la insistencia, terminan con un “cállate” o “quédate tranquilo”, en el mejor de los casos, antes de que se deje caer el coscacho y la violencia verbal. Así, no viven experiencias que favorezcan el desarrollo de habilidades básicas para dialogar y comunicarse oralmente de manera efectiva y afectuosa, requisito fundamental para vivir en sociedad y para continuar aprendiendo a lo largo de la vida.
De ahí la importancia de que el kínder, antes de ser un espacio para el aprendizaje de contenidos, sea el espacio para aprender aquellas destrezas sociales que nos permiten relacionarnos de manera adecuada, pacífica y afectuosa con los pares adultos o niños, con conciencia de que pertenecemos a una sociedad y no somos seres aislados; para pensar y desarrollar el pensamiento creativo y crítico; para estimular la oralidad y el lenguaje; para jugar en un clima acogedor y sin bullying; para aprender a hacer preguntas y escuchar respuestas con atención y respeto; para descubrir e investigar el entorno natural y social. Eso es lo que se hace en Finlandia, que no tiene los problemas nuestros que derivan en que muchos de los hogares vulnerables no son capaces de entregar herramientas adecuadas en estos aspectos, especialmente en el manejo del lenguaje y su fundamental objetivo de comunicar a los seres humanos.
Presupuestos y educación
Finlandia destina el 6,2% de su PIB a educación; Argentina 6,4% para educación y para Chile, Economía y Negocios online (28/11/13), afirma que “la cifra del Presupuesto en Educación más alta en al menos los últimos treinta años, en relación con el Producto Interno Bruto (PIB) chileno, tendrá el país el 2013, bordeando el 4,3% de la economía nacional” (el promedio de los países de la OCDE alcanza el 5,8%).En números globales aproximados, Finlandia tiene una población de 6 millones, Chile 17 millones y Argentina 41 millones.
Desgraciadamente, el dinero tampoco es capaz por sí solo de resolver los problemas que se arrastran por décadas, muchos de los cuales requieren, de manera central, mejores criterios en el sentido de su pertinencia al contexto. No hay que olvidar quelas dictaduras instauradas en muchos países de América desde hace más de cuarenta años afectaron a la sociedad completa y, desde luego, a la educación, que pasa a concebirse como un bien de consumo, un negocio nuevo para emprendedores que absorben la mayor matrícula sin preocuparse de entregar calidad educativa y sin tener que rendir cuentas más allá de ciertos formalismos.
En el caso de la educación superior, su financiamiento es una pesada carga para las familias. Por otra parte, las universidades del estado deben autofinanciarse en un 80%, lo que transforma la vida de sus docentes en un constante accionar para financiar proyectos, más que para desarrollar buenos procesos de aprendizaje y estar disponibles para encauzar y enriquecer las inquietudes del alumnado fuera de las horas de clases.
En el ámbito de la educación parvularia, el presidente Piñera y la ministra de educación firmaron recientemente un proyecto de ley que establece kínder obligatorio y una subvención universal para la educación parvularia desde los 3 años. Nadie podría sino alegrarse de tal decisión, pero ¿existe una infraestructura y profesionales necesarios para lograrlo de manera adecuada, más allá de que sea otro formulismo? ¿Qué pasará con los niños y niñas de los sectores rurales que no cuentan con ese nivel de atención cuando deban matricularse en primero básico?
Este proyecto aumenta a 13 años la educación obligatoria y vale la pena recordar que en 1965, hace ya casi medio siglo, el presidente Eduardo Frei Montalva aumentó la escolaridad básica de 6 a 8 años, quedando la educación media en 4 años. Y aún “padecemos” los costos de ese cambio, porque los docentes de básica deben continuar atendiendo 7° y 8° básico, sin haber tenido (y sin tener hasta ahora) la formación más adecuada para un nivel de exigencia y complejidad de contenidos aún mayor que el de los cursos anteriores. Por otra parte, los docentes de enseñanza media sienten que no les corresponde atender esos dos años y cuando deben hacerlo, a menudo lo perciben como un menoscabo a su rol profesional.
En un período en que el nuevo gobierno deberá responder a las acuciantes necesidades de cambio, quizás lo más complejo será establecer el orden de prioridades, porque no todas las demandas pueden ser satisfechas aquí y ahora, pero sí se deben dar respuestas claras al sector involucrado acerca de qué, cuándo, cómo. Es urgente generar políticas educativas para todo el sistema, que orienten el quehacer de los establecimientos en cada nivel.
Parece importante formar equipos que incorporen especialistas y usuarios dedicados a revisar todo lo que sea necesario para alcanzar mejores logros: currículum, marco y bases curriculares, programas de estudio, horas de cada asignatura de los diferentes niveles. Hay una exuberancia de contenidos que no alcanzan a ser vistos con la profundidad que requieren los buenos procesos educativos. Aquí, sin duda, más es menos. ¿Por qué no apostar por menos contenidos, menos memoria, más análisis, más investigación, más pensamiento crítico, más peso de los estudiantes para decidir qué temas de las asignaturas les gustaría investigar, aprender, según sus aptitudes e intereses específicos?
Deberán diseñarse políticas educativas generales para todo el sistema, porque ya pasó el tiempo de la focalización y ahora corresponde aplicar en TODAS las escuelas aquello que se haya demostrado como efectivo a través de los sucesivos programas focalizados, por ejemplo, Programa de las 900 Escuelas a partir de los 90, LEM, PAC… en el caso de educación básica. También, pensar el amplio pero relegado mundo de las escuelas rurales como parte importante de la educación básica, ya que educan un número importante de niñas y niños que más tarde deben ingresar a otras escuelas y liceos de ambientes más urbanos.
El gran logro que significa que cada estudiante cuente con textos escolares para cada asignatura, tal vez no ha sido suficientemente valorado por la sociedad y por los diferentes actores educativos, pero está fuertemente presente en los niveles de educación básica y media. Y en este aspecto hay mucho por hacer, como capacitaciones a los docentes para aprender a trabajar mejor con ellos, abriendo sus contenidos y adecuándolos a sus contextos particulares para lograr la pertinencia necesaria en sus aulas. Dado que los textos escolares se distribuyen gratuitamente a los establecimientos particulares y municipales subvencionados, muchos de los cuales no los usan y obligan a los padres y apoderados a comprar otros, es un tema a revisar y decidir qué hacer en esos casos, ya que implica un alto presupuesto y un gasto innecesario para las familias que no se justifica en términos de mayor calidad. Junto a lo anterior, preguntarse también por las razones y la frecuencia de cambio en función de las necesidades de sus usuarios y de los objetivos de la educación, porque las razones económicas del mercado editorial no son preocupación del ministerio.
Revisar el número de alumnos por curso, tema sobre el cual existen investigaciones que afirman que no tiene importancia para el logro de buenos aprendizajes, mientras otras afirman lo contrario. Sin duda, grupos de estudiantes de los quintiles más altos tienen sus problemas mejor solucionados gracias a la buena situación socioeconómica de sus familias. Aun así, los colegios particulares pagados expulsan sin más a quienes no logran los promedios que el colegio considera necesario para su prestigio y resultados. Por otra parte, para que el establecimiento particular subvencionado reciba más dinero vía variadas subvenciones, SEP y otros, debe tener un mayor número de alumnos, lo que pone en otro sitio o deja de lado la calidad de la educación entregada. A lo anterior se puede agregar la subvención para quienes tienen alguna discapacidad: como es alta, los establecimientos los reciben con “generosidad”, sin contar con las mínimas condiciones requeridas para una buena atención pedagógica y una infraestructura apropiada para la discapacidad específica, es decir, hay una falsa inclusión y una atención educativa que no es tal. En resumen, la experiencia muestra que no es lo mismo trabajar con 40 niños pertenecientes a los quintiles más pobres, que con 40 niños de familias del cuarto o quinto quintil, porque en el primer caso el o la docente se ve obligado a preocuparse de problemas básicos de sobrevivencia de sus estudiantes y de condiciones de vida que atentan contra el desarrollo de cualquier proceso educativo en la escuela: así y todo se dan tareas para la casa cuando no solo carecen de una cama propia, sino de un espacio mínimo para poner sus cuadernos, materiales que apoyen el desarrollo de la tarea solicitada o adultos que puedan orientarlos.
¿Borrarlo todo y empezar de nuevo?
Creo que nuestra historia educativa ha hecho ese camino muchas veces, tantas como el cambio de logo de cada gobierno y cada ministerio, y sería tanto menos egocéntrico y tanto menos costoso tener uno del país con el subtexto correspondiente. Así, se han ido borrando los logros de diferentes períodos y niveles educativos, según la aplicación de teorías educativas del momento y, en definitiva, no solo no hemos aprendido de nuestra historia, sino que hemos desperdiciado la oportunidad de continuidad y afianzamiento en el sistema, ya que cuando algo ha logrado la permanencia y la apropiación de parte de los actores educativos, se cambia para probar algo “nuevo”.
A través de los años, ha habido desarrollos muy significativos, que aún conservan ese potencial que colaboró a obtener mejores aprendizajes. Mencionaré brevemente algunos, porque creo que aplicarlos en nuestro presente sería positivo, al igual que la implementación de ciertos criterios que sí implican mayores presupuestos, pero también mejores resultados en aspectos centrales a solucionar, especialmente en las comunas o sectores donde se concentra la vulnerabilidad y los problemas sociales más graves.
Educación parvularia:
– Foco en las competencias comunicativas orales y el desarrollo del pensamiento crítico, a través de la conversación grupal y la lectura de textos literarios y no literarios, ya que los temas científicos, adecuados al nivel, estimulan a niñas y niños a mirar su entorno con otros ojos: los del descubrimiento y la comprensión de otro tipo de seres vivos, como los animales, insectos, pájaros, flores; el agua y las montañas, las nubes, las formas caprichosas de la naturaleza, todo lo cual despierta su imaginación y sus capacidades creativas.
– Foco en las relaciones interpersonales con la educadora y con sus pares. Es el espacio para iniciar y reforzar -desde pequeños- el aprendizaje de una convivencia pacífica y democrática, valorando las relaciones afectuosas, sin cabida para el bullying, viviendo lo que significa compartir las ideas, los acuerdos y desacuerdos, las palabras, los números, la colación…
– Muchos libros para aprender a mirar, interpretar, “leer” y decodificar las ilustraciones mediante diálogos grupales. Libros de literatura, de matemática, de ciencias, de historia, para leer sin haber aprendido aún a hacerlo y poder imaginar libremente sus significados, aspecto central para convertirse en lectores capaces de ir desde las palabras impresas a las palabras propias, que es lo que nos convierte en lectores.
Educación básica y media:
– En el caso de educación básica, conservar en 1° y 2° al menos, el ambiente educativo cálido y lúdico del kínder, en que el refuerzo positivo tiene un rol central y no la nota de una prueba que mide los aprendizajes más formalizados de cada asignatura.
– Disminuir el número de alumnos por curso, al menos en los sectores de alta vulnerabilidad y violencia social, porque en ellos, más allá de las excelentes capacidades y dedicación de cada docente, no es posible desarrollar buenos procesos de enseñanza aprendizaje, en tanto las carencias y la violencia aprendida, así como el manejo precario del lenguaje-entendido más como una oportunidad de agresión que de comunicación- no lo permiten y afectan la fluidez, el desarrollo y logro de los objetivos educativos.
– Privilegiar la heterogeneidad del alumnado, para promover el aprendizaje entre pares que aportan sus diferencias de manera similar a los porcentajes en que se encuentran en la sociedad, sin segregaciones ni concentraciones artificiales.
– Revisar la pertinencia curricular y privilegiar las instancias para la reflexión por sobre la memorización.
– Trabajo por proyectos, los que dan libertad a los estudiantes para escoger y desarrollar una gama más amplia de intereses personales en cada área, así como subtemas que les permiten desplegar (y también descubrir) sus habilidades específicas para redactar, pintar, aplicar matemática, decidir, entender aspectos de las relaciones sociales presentes y pasadas. Además, les exige aprender a trabajar en equipo -habilidad fundamental durante sus años escolares, pero también en sus futuras actividades laborales- y cooperar con el buen desarrollo y logro deseado en un tiempo previamente acordado, y desarrollar un pensamiento crítico y reflexivo en un período de tiempo más extenso, que permite apreciar los resultados parciales y flexibilizar ideas y acciones de acuerdo a las observaciones concretas del proyecto en marcha. Fue uno de los grandes aportes de Dewey, muy valorado por el gran educador chileno Darío Salas, y aplicado especialmente en la época de los liceos experimentales, que también se distinguieron por sus políticas de autodisciplina orientadas al logro de buenas relaciones entre los estudiantes y entre estos y los docentes. Aprovecho de recordar que dos Premios Nacionales de Educación, Hernán Vera Lamperein (2001) y Héctor Gutiérrez Muñoz (2005) hicieron clases durante gran parte de su vida en el liceo Darío Salas, en el que tantos como yo aprendimos a pensar y a decidir qué y cómo queríamos aprender.
– Buenas y variadas bibliotecas de aula, además del gran aporte que han significado los Centros de Recursos de Aprendizaje (CRA), que mejorarán aún más mientras más libre sea el acceso a ellos. Pasear entre los libros permite descubrir y vitrinear es un requisito indispensable para comenzar una relación que permanezca y se incremente a través de los años: la atracción de un título incomprensible, el bichito de la portada, la bailarina, un gato cojo, un paisaje desconocido, un bosque que parece invitarnos a algo misterioso e inquietante…
La educación y la salud son temas fundamentales y en ambos campos ha habido avances importantes, pero persisten puntos ciegos que o no han sido recogidos por las políticas educativas o han sido pensados, fundamentalmente, desde un lugar muy alejado de los usuarios naturales que sí tienen mucho que decir sobre su propia educación.
Buscar culpables nunca ha colaborado a solucionar los problemas; es cierto que hay malos docentes, como hay malos doctores, malos abogados, malos ingenieros…; familias preocupadas y despreocupadas de la educación de sus hijos se encuentran en todos los quintiles y por muy diversas razones; estudiantes inmanejables que hacen casi inviable el desarrollo cotidiano de una clase… La tremendamente desigual sociedad en que vivimos, tema invisible y desconocido para un alto porcentaje de ella, requiere más que nunca de respuestas diversas desde un estado capaz de asumir esta realidad y dar respuestas atingentes.
Diciembre de 2013
[1] Evaluación de la segregación socioeconómica de los estudiantes chilenos y su relación con el financiamiento compartido, investigación de J. P. Valenzuela, C. Bellei y D. de los Ríos, FONIDE 2006, p. 50.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…