Por Beatriz García Huidobro

Esta es una novela breve que se lee rápidamente y sin respiro, muy acorde con la prosa de Mihovilovich que se caracteriza por fluir y sostenerse en monólogos interiores que, aunque sean atravesados por la intervención de terceros, están siempre dominando la escena, como queriendo demostrar que el individuo es receptor y filtro del entorno, que nada puede suceder más allá del cerrado interior de cada cual.

Esencialmente, la historia consiste en unos pocos días en la existencia de un juez, un hombre respetado dentro de la comunidad provinciana, con una existencia organizada y, aunque algo solitaria, socializada mediante actos cotidianos con la colectividad. Un hombre solo pero sostenido y contenido por la rutina y el entorno.

Aunque se menciona la lectura de un libro llamado El contagio de la locura, no hay razón aparente para este creciente sentimiento de desarraigo mental del protagonista ante su medio hasta entonces tan familiar, tan  conocido, tan previsible y en un punto, siempre acogedor y protector del modo en que puede resultar lo consabido, lo acostumbrado.

Sin embargo, no es este sentimiento creciente de desafección con el mundo real el motivo final de la novela. Si bien es el caudal que crece y ahoga, no pretende ser la historia de la pérdida de razón de un individuo, sino que apunta a asuntos más profundos y complejos. Desde la aparente enajenación del juez, se contrasta la realidad y se la percibe en toda su dureza, en su injusticia, en esa profunda tristeza que parece traspasar el paisaje inmenso y desolado y penetrar en las personas, las que a pesar de sus redes y de las palabras y de los buenos momentos, finalmente se hallan solas y desamparadas. Los recuerdos de infancia y juventud no justifican nada y tampoco dan elementos a los que aferrarse: no es en el pasado que se encuentre la esperanza. Menos en un futuro que no existe ni puede planificarse. Y parecería ser que en el presente las capas sociales se vuelven cada vez más impenetrables y la identidad que se le adjudica al individuo desde la mirada de los demás en nada se acerca a la propia visión. Los matices que hay entre unos y otros se contrastan más y más, hasta confundirse en una amalgama de tonos inseparables.

Y así, tangencialmente, se revela otro motivo de la novela que tiene que ver con la imposibilidad de justicia, con lo frágil y arbitrario del poder, con la distancia insalvable entre jueces y juzgados, así como con los estigmas del poder asignado. El hombre escucha y habla, pero entre él y los otros hay un abismo de opacidad y desentendimiento. Y tal vez esta locura no sea sino consecuencia de una extrema cordura ante un mundo imposible.

 

El contagio de la locura

Novela, Lom Ediciones.

Autor: Juan Mihovilovich

 

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Publicado en: www.vuelanlasplumas.cl/