giordanoPor Miguel de Loyola

En La soledad de los números primos asistimos al desarrollo de la vida de los jóvenes inmersos y angustiados por los problemas de la juventud actual, donde la anorexia, drogadicción, sexismo, individualidad, sólo son las más fáciles y equivocadas válvulas de escape para liberar la verdadera angustia existencial del hombre de todos los tiempos.

 

La novela está cruzada por la aguja de la intriga por saber cómo se resolverán los conflictos expuestos en sus primeras páginas, y desarrollados morosamente en las posteriores. En ese sentido, la obra del joven escritor italiano, responde a una estética clásica y tradicional en la forma, acusando su mayor novedad en el fondo, por la mirada renovada de los temas, mirados desde una perspectiva juvenil, acorde a los parámetros de la llamada posmodernidad que escindió todos los tabúes sexuales y psicológicos. Se trata de la historia de dos adolescentes prototipos de la juventud actual.   

Matia y Alice, los protagonistas, comienzan su conciencia de sí, después del paso por una experiencia traumática durante la niñez, la que en ambos casos se atribuye toda responsabilidad, e incluso culpabilidad a los padres. Es decir, se acusa aquí a los padres de inocular en los hijos los problemas físicos o mentales que arrastrarán en el futuro. En ese sentido, responde a esa idea generalizada en la juventud de todos los tiempos, respecto a la búsqueda de los culpables de sus propias imperfecciones. Una generación que culpa a su antecesora de sus problemas, es casi un lugar común hoy ayer y siempre. Lo interesante es ver salir libres a los jóvenes de esa idea preconcebida, lo que en principio no ocurre en la novela, porque en ningún momento veremos a estos jóvenes dispuestos a resolver ni a cortar por sí mismos sus traumas juveniles. Siempre habrá  remitencia hacia el pasado como algo completamente determinante del futuro; olvidando, o más bien, ignorando la libertad de lo que llamamos futuro, eso que llamamos porvenir y que puede cambiar la vida no sólo de los jóvenes, sino también de los adultos. Somos nuestros posibles, sostiene Heidegger, entendiendo la vida como una posibilidad, y no como una determinación. Somos libres, pero responsables de nuestros actos, es la propuesta sartreana, y que bien cabe aquí que recalcar. 

La historia de ambos jóvenes corre al principio en paralelo, estableciéndose una especie de contrapunto entre ambas vidas, pero el relato los reunirá en la adolescencia, cuando ambos ya, sesgados por sus traumas personales y conscientes de su soledad, se conviertan en amigos y casi en pareja, buscando de esa manera la pertenencia a la llamada normalidad de la que nunca se han sentido parte en la casa ni en el colegio. Será en ese momento cuando cobre sentido la metáfora hacia donde apunta el título de la novela, insinuando que las vidas de estos seres, y la de todos los seres, porque la metáfora tiene alcance universal, se asemeja a los planteamientos teoréticos del interesante fenómeno matemático de los números primos: “Los número primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre otros dos números, aunque ellos más separados entre sí. Son números solitarios sospechosos, y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que en esa serie figuraban por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que ellos querían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían. Esto último lo pensaba sobre todo por la noche, en ese estado previo al sueño en que la mente produce mil imágenes caóticas y es demasiado débil para engañarse a sí misma”.

Es decir, hay detrás de esta novela un trasfondo filosófico bastante más profundo de lo que en  principio trasluce, y que induce al lector a ir mucho más allá de los hechos planteados, permitiendo reflexionar acerca de esa maravillosa posibilidad de la vida de conectar en medio de esa cadena infinita con un número primo semejante a nosotros, como ocurre en el caso del encuentro y amistad entre Alice y Mattia. Ambos solitarios, ambos extraños y traumados, insertos en una normalidad que no es la suya, se entienden y pueden, o podrían, llegar a construir su propia normalidad si ambos pusieran su voluntad en ello.    

En La soledad de los números primos asistimos al desarrollo de la vida de los jóvenes inmersos y angustiados por los problemas de la juventud actual, donde la anorexia, drogadicción, sexismo, individualidad, sólo son las más fáciles y equivocadas válvulas de escape para liberar la verdadera angustia existencial del hombre de todos los tiempos.

 

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Agosto del 2012