LeonardoDolengiewichLeonardo Dolengiewich nació en 1986 en Mendoza, donde aún reside. Es Técnico Superior en Tiempo Libre y Recreación y estudiante de Psicología. En 2009, participó de la Mesa de microrrelatos, en la Feria del libro de la Provincia de Mendoza. 

Durante 2009 y 2010, coordinó un taller de creatividad literaria para adolescentes en el Centro Literario Laberinto. En noviembre de 2011, participó en las IV Jornadas Nacionales de Minificción realizadas en Mendoza. Publica sus microrrelatos en su blog: mepodesleeraca.blogspot.com

Oportunidad única 

Niñera se busca. U$D1000. Sólo una noche. Requisitos: paciencia, fortaleza física, confidencialidad (excluyente) y templanza suficiente para enterrar niño muerto.

Jack 

Su sueño era hacerse el harakiri más perfecto jamás visto. Dedicó su vida al estudio y la práctica de las habilidades necesarias para lograrlo.

En la casa del herrero 

Los cuchillos no eran de palo pero sí de plástico, de cotillón. Y no por dar  la contra ni por seguir al pie de la letra el refrán, sino por la manía de uno de los niños, que ya había destripado un sapo, dos perros y a una tía abuela que había ido de visita.

La buena cocina 

Parece que no les gustó la cena porque me secuestraron en la cocina, me cortaron una mano y prepararon un guiso con mi propia carne. A punta de pistola, me obligaron a comerlo.

Debo admitir que son buenos cocineros: al fin y al cabo terminé chupándome los dedos.

No juega nadie más 

Cuando él llegaba al borde de la cancha, sus compañeros gritaban, sin mirarlo, “Estamos justos, no juega nadie más”. Cuando volvía del recreo, se hacía el silencio. Cuando sus compañeros estaban aburridos, le tiraban papelitos, piedritas o coscachos limpios.

Pero un día llegó tarde, para asegurarse de que estuvieran todos. Como siempre, cundió el silencio de grandes carcajadas y comenzó el rumor de risitas solapadas. Entonces, él les mostró la boca y les gritó. Les gritó muy fuerte con la boca del arma que blandía sin temblor “No juega nadie más”.

Héroe sádico

Se acercó hasta el borde del acantilado, mucho más allá del límite indicado por el guía turístico. Todos lo miraron, alguno le gritó que volviera, que no se arriesgara. Se arrojó sin inmutarse.  

Cuando no estaba salvando al mundo, Peter Parker se divertía a costa de los turistas que visitaban la ciudad.

 

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 Letras de Chile reproduce estos textos con autorización de su autor.