Por Antonio Rojas Gómez
“Un abrelatas con pretensiones humanas”, así se autodefine Tom, el cyborg protagonista de esta novela, en conversación con Rubén Arancibia, el científico que lo construyó (Pág. 16). En realidad, es bastante más humano que un abrelatas.
En primer lugar, por su aspecto, pues su estructura metálica está recubierta por una piel artificial perfecta que en nada se diferencia de la que solemos usar. Luego, porque es autónomo, actúa por cuenta propia, sin esperar órdenes de su creador. Y enseguida, porque distingue cabalmente el bien del mal, lo que es propio de nuestra especie moralmente apta. Y elige el equipo del bien en este partido, que no tiene nada de amistoso, y que conforma la trama de una historia cautivadora.
Puede que Tom sea conocido para los lectores aficionados a la ciencia ficción, que hayan leído su primera aventura, “Flores para un cyborg”, merecedora en 1996 del Premio del Consejo Nacional del Libro a la mejor novela publicada aquel año, y fue editada también en España donde recogió comentarios elogiosos. Aquí vuelve en gloria y majestad para sorprendernos con sus cualidades de inventor. Él mismo es un invento, y genera nuevos ingenios, unos bichitos minúsculos, microscópicos, que cumplen funciones de espionaje y aun de cirujanos exitosos al salvar la vida de uno de los personajes más amables hacia el final del libro. ¿Podrá la inteligencia artificial llegar a resultados tan sorprendentes y valiosos en la vida real? Lo ignoramos. De lo que sí estamos seguros es de que en el territorio encerrado en las páginas de esta novela se logra de manera convincente. Y eso es lo que distingue a la buena literatura, generar mundos a los que el lector ingresa, en los que participa y convive con los personajes, ampliando sus experiencias y alimentando su sensibilidad y su inteligencia.
Quienes se aproximan a la literatura con un afán clasificatorio, tendrán dificultades para instalar esta novela en alguna de las naves del gran supermercado de la creación artística. ¿Es una típica novela de ciencia ficción? ¿Es novela negra? ¿Es política? ¿Social? Yo diría que es todo eso y más: simplemente humana.
La trama nos sitúa en el Chile de hoy. Una organización perversa, Génesis, sobrevive en las sombras esperando el instante de dar su zarpazo para recuperar el poder de que gozó en tiempos predemocráticos. La integran malos malos, que buscan alcanzar sus metas ultimando a buenos buenos, entre los que se encuentran Tom, Rubén y algunos personajes más, en especial un viejo profesor sumergido en un océano libresco, que resulta entrañable. Hay acción, contubernios, crímenes, escenarios que van desde tugurios de mala muerte a mansiones con parques ubérrimos por los que pasean faisanes dorados. La tensión va in crescendo y está matizada por pinceladas de fino humor.
En suma, “Las criaturas del cyborg” es una novela bien construida, amable pese al espanto que destila su argumento, de lectura fácil, envolvente, que da mucho que pensar. Un producto maduro de uno de los buenos narradores chilenos de la actualidad.
(Publicado parcialmente en El Mercurio de Valparaíso, 22 de mayo de 2011)
Las criaturas del cyborg, Simplemente Editores, 216 páginas.
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