Un poema de Martín Espada para Jorge Montealegre

Tenemos la oportunidad de conocer un poema inédito de Martín Espada -uno de los poetas latinos actuales  con mayor reconocimiento en Estados Unidos- el cual está dedicado a nuestro socio y amigo Jorge Montealegre. Agradecemos la traducción del poema (escrito originalmente en inglés) a  Oscar Sarmiento, poeta y profesor chileno radicado en Estados Unidos, y al propio Martín Espada por esta posibilidad de acceder a material inédito.

Martín Espada (Brooklyn, Nueva York, 1957) es profesor de literatura, poesía y traducción en la Universidad de Massachusetts, en Amherst. La editorial de la Universidad de Michigan acaba de publicar una colección de ensayos del poeta (2010). La organización de Artistas de Estados Unidos, con sede en Los Angeles, le acaba de otorgar una prestigiosa beca por su obra poética.

El libro enterrado de Jorge Montealegre

 

 

Montealegre, Montealegre: otro nombre en la lista de subversivos.

Los soldados que quemaban sus libros lo obligaron a mirar. En Chacabuco,

campo de prisioneros en un desierto de abandonadas minas de sal, donde la lluvia

nunca salpica el polvo, Montealegre se quedó con una caja de libros

a la que los otros prisioneros le pusieron la biblioteca, cuidando el rectángulo

de cartón como si un pájaro caído luchara por respirar adentro.

Montealegre escribió su primer poema en una celda sin luz,

en una tierra sin lluvia. Los otros prisioneros le dieron

un diploma y una lata de café por sus versos adolescentes.

 

 

Montealegre, Montealegre: exiliado en Roma, las fogatas de Chile

trémulas en su sueño. En su país todo se hacía humo:

los libros y los cuerpos de los desaparecidos. Así que Montealegre

se hizo humo, regresando a casa incógnito a través de los puertos y un cielo desierto.

En Santiago, un compañero le pasó a escondidas la caja de poemas

que el poeta tipeaba de noche en la ciudad de su exilio pero que jamás había visto:

el apellido Montealegre en la tapa, las páginas aleteando y temblando

en sus manos por primera vez, el pájaro en la caja todavía vivo.

Un grupo al que el dictador le había prohibido reunirse se juntó en la vicaría

a escuchar al poeta entonar las canciones de Chacabuco, tierra sin lluvia.

 

 

Montealegre, Montealegre: el poeta leyó los poemas

y las nubes esparcieron gotas claras y gruesas en el desierto

lejos, la primera lluvia en cien años. Montealegre

vagabundeó por el floreciente desierto del libro

hasta que alguien lo tiró de la manga para detener su lengua.

Para, Montealegre, dijo alguien. Ya leí demasiado,

pensó, pero estaba equivocado. La policía se agazapó en un círculo

alrededor de todos, los carabineros golpeando la puerta de la vicaría.

 

 

Montealegre, Montealegre: la fogata de sus sueños regresó,

ardiendo en el jardín detrás de la vicaría. Rápidas manos

arrojaron documentos comprometedores: nombres, direcciones, números.

Montealegre vio su nombre acusándolo en letras negras

en la tapa del libro. Arrancó la tapa y miró

el papel arrugarse en las llamas, pero no pudo decidirse a quemar el libro

para hacer una ofrenda ardiente de esta criatura de corazón palpitante, las palabras

con alas que harían combustión en un aire infernal. Montealegre enterró

su único libro, arañando la tierra, después atravesó la puerta de la vicaría,

manos sobre la cabeza, rodillas mojadas de lodo, a darles la cara a los carabineros.

 

 

Montealegre, Montealegre: el apellido del poeta es, sin duda, Montealegre.

El dictador fue condenado por crímenes contra la humanidad y rígido se fue

de un ataque al corazón cuando supo la noticia. La negra barba de Montealegre

se vuelve gris. Permanece de pie junto a la ventana con una taza de café negro.

Mañana o en cien años el general de carabineros

podría enviar camionadas de palas y los carabineros

cavar toda la noche en el jardín detrás de la vicaría,

perforar mil hoyos en la tierra, y nunca encontrarían el libro.

 

 

Montealegre, Montealegre: él no excavará el libro. El

te diría que los poemas vinieron del polvo del desierto y han

regresado al polvo. El es la lluvia que cayó sobre el fuego en Chile. En una tierra

de libros que ardían, Jorge Montealegre salvó un libro de arder.