En la ceniza espiral

Héctor F. Ranea Sandoval. Poeta, escritor, científico nacido en Argentina (1950). Docente universitario. Ha publicado en Nuevo Reino el poemario “Profundo Corazón de la Marea” en el año 2000 y actualmente colabora en la selección de poesía del blog Poemia. El fuego de Heliconia, junto a otros integrantes del Grupo Heliconia, del cual es co-fundador, a partir del año 2009.

Algunas de sus poesías han sido publicadas en A garganta da serpente y Letralia, entre otras. Participa de la actividad de poeta también traduciendo al inglés o al italiano y viceversa en forma esporádica.

Como crítico de Arte obtuvo en 1989 una mención en el Concurso Nacional de Crítica de Arte organizado por la Fundación Feinsilber y en 1999 el Primer Premio en un concurso similar, participando con ensayos sobre el Arte Argentino.

Participa desde 2008 en los blogs de narrativa Químicamente Impuro, Breves No Tan Breves, Ráfagas y Parpadeos, que actualmente son gestionados por el Grupo Heliconia y una publicación en la antología Grageas 2, conducida por el escritor Sergio Gaut vel Hartman, en 2010. Sus narraciones han sido generosamente publicadas en otras páginas de Internet y blogs internacionales, en particular La Idea Fija, Agitadoras, La Sonriente Cocina de Peloncha, El callejón de la carne e Il sogno del Minotauro entre otros.

Se dedica también a la Divulgación Científica. Es autor de «Los Cazadores de la Unificación Perdida», publicado por Colihue (1993). Está casado con Marina Miani, tiene un hijo. Su hobby es la Historia del Arte y de la Ciencia.

 

http://grupoheliconia.blogspot.com/2010/11/hector-ranea.html

 

En la ceniza espiral

A Carlos Barbarito

 

Pregunta primera: ¿Qué flota en la espiral?

Una escalera, un vértice y si es un nombre,

el verdadero nombre de las cosas.

Entonces protagonizan la hélice

esas palabras que tiran del entendimiento.

Golem plural son pura vela también

pesando para siempre los vientos.

Entrelazadas en una danza

en el calibre de un poema,

en una fulguración de la que el Sol

es mero reflejo sin pecado ni memoria,

las palabras apenas devanan lo que la espiral describe

en secreto.

 

Pregunta segunda: ¿Qué ceniza aprendió a volar en un poema?

El aguardiente que agigantó la sombra

una tarde en el sendero en que, todos los días,

como una máquina de parir dolores,

nace una palabra que se recoge como bálsamo

que se hace nacer de las inmundicias de la acera

para bruñir un enamorado círculo, una línea

o el caudal de un río que en la turbiedad aclara el llanto

y con ese río armar los puertos, las moliendas, el ojo amado

la copa de silencio de la que beben los poetas solitarios

en secreto.

 

Pregunta tercera: ¿Qué pregunta es esa que lamenta una respuesta rápida?

La respuesta al capitán cuando la nave

sólo navega al garete o guiada por las aves

es que nadie respondiendo veloz ha resuelto

el gran enigma del valor de las palabras.

La pregunta no tiene una respuesta breve.

La vela tensa puede parecer al ojo congelada

pero la tensión se ve en el tiempo,

cuando la nave trata de salir de esa tormenta

soportando los enormes empujes de los alisos

de las trombas llenas de tiempos, de sabios

de poetas.