Carmen Schaub

Nace en Santiago de Chile.  Cursa sus estudios en el Colegio Alemán de su ciudad natal, completando posteriormente el primer y segundo nivel de Pedagogía en Inglés y Alemán en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile.

Emigra a los Estados Unidos de N.A. en 1967 y a comienzos de 1974 se radica en España, desempeñándose como secretaria ejecutiva trilingüe.  

De regreso en Chile, asiste al Taller Literario dirigido por Mauricio Redolés (1994) y al Taller de Autobiografía Creativa de Gonzalo Millán (1997). Desde 1995 participa de manera intermitente en el Taller de Poesía La Trastienda, dirigido por Alejandra Basualto.

 

 Publicaciones:

 

“Desde el rojo silencio” (poesía), Editorial La Trastienda (1996).

“Jueves 19:30” (Antología poética),  Editorial La Trastienda (1998).

Texto del Catálogo para la exposición de la pintora Verónica Büttinghausen, Galería del Cerro, Santiago (1998).

“Penumbra sin sombrero” (prosa poética), Editorial La Trastienda (2000).

“Mujeres en la poesía chilena actual” (Antología de Carlos Órdenes Pincheira), Editorial Semejanza (2000).

“El libro de la lluvia” (Antología poética de Carlos Órdenes Pincheira), Ediciones Poemas al Viento (2000).

“Jardín nocturno” (Antología poética),  Editorial La Trastienda (2007)

Antología poética bilingüe en preparación, (Galicia, España 2010). Recopilador Edmundo Moure Rojas.

Nuevo poemario en preparación (2010).

Algunos de sus poemas fueron publicados en la Revista de la SECH Simpson Siete y en la Revista Literaria SAFO.

 

 

De ‘Desde el rojo silencio’, Editorial La Trastienda, Santiago, 1996

 

(sin título)

Soy

la que plasmada en plástico burocrático

con número

fecha

y firma propia

sonríe

en gris

a través de un círculo plateado

la sortija de la abuela

la mujer que amé sin miedos

en los patios con malvones

 

(sin título)

 

De ustedes se dirá

<pque amaron la trizadura

GONZALO ROJAS

Se prenden los cuerpos lánguidos

los muslos en su danza dionisíaca

se espejan

y bajo el vértice

la Y griega olorosa

antífona de cavernas vegetales

olfato húmedo

de ancha bestia

de hervores hondos y trizados gritos

resucita

 

Cántico nupcial

salmo a dos coros

desde el goce perverso

 

En su laberinto doncellesco

las equívocas

recogen

el soplo de distancias ininteligibles

sin ruido

 

 

(sin título)

La buena mesa

un solo manto de palabras extendiéndose

para develar

el crimen supremo

de dos pupilas

 

 

(sin título)

Temblorosa

atravieso la frontera

del sueño

 

Perdida la vida en la hoguera

me queda el alma

arañada

alada de besos

inflamada en tu cuerpo

 

Poesía

te bajo a mi boca

en secreto

a voces

te amo

 

 

(sin título)

Puedo a la sombra del olivo

vestirme de maga

y deshojar aceitunas

 

Puedo surgir como duende

que maldice sueños

 

o nube asesinada de lluvia

 

Hoy sólo quiero ser

la que te muestra los ojos

sin equipaje

 

 

(sin título)

Huellas de húmedo silencio

en la hora taciturna

 

A lo lejos

la noché áspera

sin peldaños

 

para abrigar tu soledad

en mis manos

 

aun después de ti

 

 

 

(sin título)

Mis piernas desnudas

escuchan a Schubert

en tanto tú sueñas

descalzo

que cruzas los mares

en una manta de lana

urdida con humos del sur

 

Corsario de ingrávidas aguas

descalzo te preñas de olvido

en tanto yo cruzo los mares

desnuda

en la grupa de acordes

y arpegios de sal

 

descalzo

desnuda

gravitamos

 

 

 

(sin título)

a Tatiana

 

Un callejón de barrio antiguo

Una avenida

 

Pasos quiebran

la tarde dominical

adormecida

 

Tarde

de copas verdes y palomas

de troncos torcidos y perros vagos

de añosos nogales y flor de la pluma

 

Tarde de sombras largas

que danzan misteriosas

en patios de adoquines

 

Somnolienta

se sacude

destilando entre canales

 

 

 

 

(sin título)

Mariposa

ya fue la hora desteñida

de nadar los aires

con escamas de dragón

 

El sol se acomoda los rayos

con mano enguantada

 

Sibila la serpiente

Suben las aguas

 

El tartamudo calla

y recoge el sable

 

 

(sin título)

La piel un pergamino amarillo

almacén sustantivo

de fatigados huesos y secretos uterinos

 

La mirada

perdida en el alma

ya ajena al argumento

 

Atragantado de ser

sólo cenizas pardas   macilentas

polvo sumido en un abismo

vacío de razones y medida

 

de tiempo sin cerebro ni memoria

 

 

(sin título)

A borbotones

el lento juego avanza

como la sangre

de unas venas sincopadas

a contratiempo

en el abrazo feraz de mis infiernos

 

Ardo en mí en esta ausencia

otoñando entre las sombras

hasta nombrarte

fuga a dos voces

 

hasta ser sombra   hermano

de nuestra propia sombra

 

De ‘Penumbra sin sombrero’, Editorial La Trastienda, Santiago, 2000

 

Cuando la penumbra gradúe su vocación de sombra, habrá una batalla.  En alguna región del alma.  Posiblemente en la región que lagrimea nubes.

 

Hasta que en este tráfico de armas un golpe de luz descienda el vientre arañado por los orificios del tiempo, bordeando los gestos con un dulce veneno.

 

Será una lucha sin cuartel.

 

Y no es más que un poco de agua y otro poco de cansancio.

 

Maldito seas, cerebro.  El plan era ahogarte.

 

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Muerde la noche callada con cepa mudéjar, oleosa y fragante.

 

Una lágrima, ámbar cruz de mulata, golpea la torre con el filo de sus alas, dejando en el susurro que olvida el grito, el eco entrecortado de una saga.

 

Y una luna púrpura y alfarera alza su alfabeto de arcilla en un penúltimo estertor de azahares.

 

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No lloraré por los amores perdidos ni seré buena.  Haré un pacto con el furor del silencio y celebraré la gran fiesta de los desenterrados.

 

La selva es un dominio del corazón y es tiempo de dar a luz un ángel de palabras caníbales.

 

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Amanece y las cosas empiezan a adelgazar y a estirarse como gatos hambrientos.  Llueve.  La lluvia se repite, baja por un lado, sube por el otro, en un soliloquio continuo que es como el continuo diálogo.

 

El día, somnoliento, me cuelga sigilosamente los ganchos oxidados de sus ojos.  Sola, casi dichosa con mi mundo íntimo intocado por quienes callan como olas dormidas, leo, intentando comprender cada una de las palabras secretas.

 

Un día de lluvia donde todas las horas son horas sin citas ni compromisos.  Escribo.  Un soliloquio continuo con mis voces, con mi voz, con la única voz que tengo para entenderme con los demás y conmigo misma.

 

Un día filtrado entre dos días y un fantasma de humo de palabras.

 

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Tarareando oquedades vieron mis ojos morirse los cielos con las manos a la espalda.

 

En el color de un tiempo abierto he puesto sobre los hombros toda el alba, y en el umbral antiguo alzan las llamas la cabeza para mirar desde la fogata.

 

Vuelve el mayorazgo de mi metal a temblar a la intemperie y se hace cuerpo saltuario, y toma forma, como toma forma el cuerpo entre las llamas, sin rito alguno.

 

Mientras, sobre la tierra cae la lluvia, boca abajo.

 

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Hay cosas que hieren por sí solas.

 

Entonces es preciso aguardar la noche e intentarlo a oscuras.  Porque todo ocurre detrás, como las palabras que nos dejan tristes.  Palabras sin motivo, restituidas a su propio venero de hojas mojadas por las sombras.

 

No se trata de razonar o de ser impecable.  Es preciso hundirse.  Abandonarse a la sed hasta que la noche sea una taberna de huesos pintados.

 

Abandonarse y aguardar la señal precisa para cruzar la vereda, quebrar el horizonte y apoderarse otra vez de las esquinas.

 

Aguardar la voz y atravesar el estallido de la noche.

 

Ser tajo en la copa de una ola.

 

Salvar la noche

intacta.