
Letras de Chile agradece la participación de los escritores Pía Barros, Virginia Vidal, Sonia Cienfuegos, Andrés Gallardo, Carlos Iturra, Diego Muñoz V., Max Valdés, Lilian Elphick, Gabriela Aguilera, Susana Sánchez, Silvia Guajardo y Marcelo Beltrand, con la presentación de Paulina Bermúdez y José Luis Fernández, en la actividad Carrusel de Microcuentos, que contó con dos jornadas, los días 5 y 6 de noviembre de 2010, en la Feria Internacional del Libro de Santiago.
Textos de Gabriela Aguilera, Pía Barros, Marcelo Beltrand, Sonia Cienfuegos, Lilian Elphick, Juan Armando Epple y Andrés Gallardo.
Gabriela Aguilera
Opciones
Se dijo que tal vez hubiese sido mejor el divorcio. Pensó en eso un minuto nada más, porque tenía poco tiempo para deshacerse del cuerpo.
(de “Fragmentos de Espejos”)
Tránsitos
Aseguró ser un buen conductor. Lo desafié esa noche a recorrer mis caminos con su lengua. Lo hizo, deteniéndose el tiempo justo en cada una de las paradas obligatorias incritas por los lunares rojos que tapizan mi piel. Respetuoso de las leyes, no pasó por alto a ninguno de ellos.
No sabía que viajaba siguiendo las señales de un mapa que lo conducían a estrellarse de cabeza entre mis piernas.
Reparto a domicilio
A Juan Epple, por un mail inspirador
El corazón estaba sobre la mesada de la cocina, algo grisáceo luego de tantos días en el congelador. Tomó el cuchillo eléctrico y lo cortó porcionándolo en lonjas que puso en bandejas de aislapol y selló con alusaplast. Fue una operación limpia y perfecta. Abrió la hielera portátil, metió las bandejas unas sobre otras con cuidado y salió a entregarlas.
Una para cada amante que su esposo tuviera en vida.
Se merecían un pedazo de su corazón
Buenos propósitos
Quiero que estés presente para los hijos aunque ya no seas el hombre que amo. Intento hacértelo entender con el hilo de voz que me queda mientras aprietas mi garganta con tus manos.
(de “Fragmentos de Espejos”)
Supervivencia del más fuerte
A Brayatan
Entrecerró los ojos para verlo, tal como acostumbraba a verla a ella, enrejada por sus pestañas. En las noches, se acomodaba junto a esa mujer, oliéndola y arrebujándose en la tibieza de su cama. Podía intuir cuando tenía pesadillas, porque su respiración se aceleraba y a veces movía la cabeza de un lado a otro, como si así pudiera espantar los fantasmas de los sueños malos. Él se acercaba con lentitud, subía sobre su cuerpo y le respiraba en la cara con cuidado, emitiendo sonidos suaves que le devolvieran la tranquilidad. Otras veces era ella quien acariciaba su espalda, diciéndole palabras tiernas. Él se estiraba, disfrutando esas caricias y respondiéndolas tanto como le era posible. Pero también había veces en las que era expulsado de la cama, en que ella, enojada, lo arrojaba lejos. Él, entonces, se arrastraba penitente, dispuesto a lo que fuera para volver al nido.
Y todo iba bien, hasta que llegó aquel otro y se acomodó en la cama como si le hubiese pertenecido desde siempre. El odio y los celos carcomieron la placidez de su descanso. No iba a cederle ni un centímetro sin presentar batalla. Y la batalla terminó, en el instante en que saltó sobre su rival con las uñas y los dientes en ristre. Lo arañó sin hacer caso de sus llantos y mordió su boca pequeña y su cuello hasta que la sangre le volvió amarga la saliva. Después, se recostó junto al bebé y luego de tragar un trozo de carne que tenía atascado en la garganta, se lamió las patas con pulcritud, con la parsimonia del vencedor.
Gabriela Aguilera
Estudió Antropología en la Universidad de Chile. Es narradora y tallerista. Ha publicado “Doce Guijarros”, (cuentos, 1976); “Asuntos Privados”, (cuentos, editorial Asterión, 2006), “Con Pulseras en los tobillos”, (cuentos, editorial Asterión, 2007), “En la Garganta”, (cuentos, editorial Asterión, 2008). Sus cuentos han aparecido en diversas antologías en Chile y en el extranjero. Ganó la Beca a la Creación Literaria 2009, otorgada por el Consejo del Libro y la Lectura de Chile, por su libro “Doscientos Golpes”, cuentos negros que tratan el tema de la Independencia y el nacimiento de la vida republicana en Chile, actualmente en etapa de edición.
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Pía Barros
De cuidado
Cuando el insomnio la aturde, nadie muere, pero si llega a dormirse, la muerte atrapa a los que pululan sus sueños.
En el pueblo, la mantenemos despierta, aterrados.
Ante el investigador de Harvard
(A Ingrid Beltrán)
Aquí somos pocos, nos conocemos todos, tenemos un viejo que dirime los pleitos, otro que enseña a sembrar y dos chicos jóvenes que imparten las clases en la escuela. Lo lamento, no sabe cómo nos gustaría ayudarlo, pero en este pueblo no hay locos, estamos tan alejados, que nadie ha necesitado el oficio de enloquecer. Lo más parecido es esa chica que usted ve y que despierta el amor en nuestros soñadores. Mire como todos la siguen a respetuosa distancia, es ella la protagonista de los poemas de amor imposible, de las canciones tristes. Mírela, es la contadora de granitos de arena.
Un escritor no debe temer
(A Leandro Hidalgo)
La uña se extiende y pasea con la amenaza filosa de los cuchillos en reposo. El muchacho hipnotizado la mira, incapaz de efectuar el más mínimo de los movimientos.
El ojo alargado lo observa, haciendo alarde de su poder. La pupila se dilata en el amarillo pardo, controlando el sudor que ya corre a raudales por el rostro del muchacho.
Ambos saben que han vivido para enfrentar este momento, que no habrá lucha, ni defensa, sólo el trofeo esperado desde el instante exacto de ambos nacimientos. Aunque él haya huido toda su vida de los otros, aunque este lo haya buscado en tejados y esquinas.
Se han encontrado en una calle de Valparaíso y el destino detiene el reloj.
Un salto felino y el gato corre con sus trofeos hacia los techos, exhibiéndolos.
El muchacho llora sangre por las cuencas vacías, sólo para que la escena ilustre un cuento.
¿Bicentenario?
Desapareces siempre, ya lo hiciste cuando los hombres barbados te llevaron a rastras a construir sus fuertes, también cuando cien años más tarde prendieron los faroles de la ciudad y te hicieron limpiar las plazas, después, con las bombas sobre la casa grande, te arrojaron en fosas junto a otros y otras que el tiempo raspó hasta dejar sólo huesos. Desapareces siempre una y mil veces cuando el kultrún llama y no respondes. Desapareces de la voz que duerme y de la bandera de los que te hacen desaparecer en esta noche que dura más de dos decenios.
Pía Barros(Santiago, 1956)
Ha publicado los volúmenes de cuentos Miedos Transitorios, A horcajadas, Signos bajo la piel, Ropa usada, Los que sobran; los libros de microcuentos Llamadas perdidas y La grandmother y otros; y las novelas El tono menor del deseo y Lo que ya nos encontró. Es una de las cultoras relevantes del microcuento en Chile. Aparece en una treintena de antologías en Chile y en el extranjero. Ha dictado clases en universidades de Estados Unidos y Alemania. Dirige talleres literarios. Entre otras distinciones ha obtenido el Premio Gabriela Mistral y el Premio Televisión Nacional. Directora desde 1978, de los Talleres Ergo Sum. Directora desde 1990 de Ediciones Asterión. Diez libros publicados, tres de ellos de minificción. Cuatro libros de cuentos en edición bilingüe. Profesora en universidades extranjeras y chilenas. Acaba de publicar El lugar del otro.
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Marcelo Beltrand
La contradicción
Era contradictorio, amaba la Libertad pero coleccionaba pájaros en hermosas jaulas…
La Esperanza
– No hay mal que por bien no venga.
Se dijo Dantón antes de subir a la guillotina.
Pensamiento abstracto
Mis pies creen en la reencarnación de las uñas, yo no.
Sin palabras
Tartamudeó antes de pronunciar la primera palabra. Luego entró sin decir más, solo caminó entre las personas que esperaban, al igual que él, por un sueño.
Confesiones de un lobo
Sentado frente al analista, lo confiesa, después de muchos rodeos, subterfugios, caretas y tartamudeos. Lo dice de una vez, lo suelta, devela el secreto mejor guardado: Caperucita es ninfómana.
Marcelo Beltrand Opazo (Santiago de Chile, 1970) estudió Sociología en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, es Diplomado en Gestión Cultura por la Universidad de Chile y Diplomado en Consultoría en Gestión PyMES por la Universidad Diego Portales. Por cuatro años fue el conductor y productor del programa Cuentos y otras Letras de Radio Agricultura de Valparaíso. Ha sido crítico literario de distintos medios, tanto escritos como radiales y ha desarrollado una prolífera labor como gestor cultural. El año 2007 obtiene la Beca de Creación Literaria del CNCA.
Ha sido antologado en los libros “Puro Cuento” (2003), de Marco Antonio de la Parra; “Antología de la Nueva Literatura Hispanoamericana” (2004), Argentina; “Asedios a una nueva categoría textual: El microrelato” (2005), publicado por Andrés Cáceres Milnes y Eddie Morales Piña, Ediciones Universidad de Playa Ancha; y en el libro “Letras en el Liceo” (2009), antología desarrollada por la Corporación Letras de Chile. Acaba de publicar el libro de microcuentos y cuento breve “Confesiones de un suicidio” con la editorial Planeta de Papel Ediciones (2010), en la Feria del Libro en Valparaíso en el marco del 1er Encuentro Nacional de Escritores 2010.
Actualmente es Director de la Revista Mejor Sale, y desarrolla Talleres de Narrativa y Talleres de Crítica Literaria en Valparaíso y Viña del Mar.
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Sonia Cienfuegos
Acerca del verano
A pesar de los agoreros, una golondrina logró hacer verano. Hizo tanto calor y estío que produjeron la desesperación de una lagartija rayada nortina y otra de Atacama, las que en un acto de automutilación, cortáronse las colas.
No figurando dentro de sus afanes autonómicos, regenerarlas a causa de la alta temperatura ocasionada por la golondrina, nunca más se les vio zigzaguear por el árido suelo, ya que por lo reciente, devinieron novus fossilis.
(Autotomía= autoimputación espontánea que efectúan sobre sí mismos, algunos animales para escapar de sus enemigos).
Es tan raro el amor y tan común el olvido
Parecía que las cosas marchaban bien entre los dos.
Ella dijo que podría morir de amor. El no quiso perder tiempo.
La abrazó apasionadamente como si fuera la última vez.
Ella fue despeñándose desde ese piso veintidós, como la antítesis de la cabra montesa que ya no sería.
El que se arrepiente se salva
Supo de ciertos hombres que en ciertos hoteles galantes, se sacaron los zapatos, se colgaron de las lámparas, se pusieron los zapatos, se amarraron los cordones y se quedaron.
El pueblo unido jamás será vencido
El Sol fue detenido, procesado, condenado a cuatrocientos setenta y un un días de prisión y encerrado en una cárcel de alta seguridad del Hemisferio Norte. Le fue suficientemente comprobada su condición súdica y acreditados sus reiterados intentos por iluminar el fin del Confín del Mundo.
Los habitantes de Santiago de Chile, agrupados en comités Por la libertad del Sol, entidades sin fines de lucro ni exclusión etaria, de género o peso, raza, nacionalidad, minusvalía, egolatría, comuna originaria , forma de bajarse del transporte público; opción sexual, religiosa, política, de servicio militar, felicidad, fidelidad y sus contrarios, usando el legítimo derecho a la Rebelión de los Pueblos consagrado por la Carta Fundamental de la ONU en 1945 y arriesgándose a una posible invasioncita misionera que restablecería la paz perdida a raíz de los delitos cometidos por el Sol – otrora Astro Rey para los arribeños del Mapamundi – acordaron por millones levantarse muy temprano en lo que antes fue el amanecer, mirando fijamente hacia la Cordillera de Los Andes mientras oran en silencio cada cual a su manera, pidiendo para que el Norte pronto lo libere y se haga de día.
Sonia Cienfuegos
Socia de Letras de Chile.
Posee estudios de Filosofía en la U. de Chile y trabaja como corredora de propiedades.
Ha participado en los talleres de poesía y narrativa de Gonzalo Millán y de Diego Muñoz V., respectivamente.
Escribe principalmente cuentos y/o textos breves, poesía, canciones, crónicas y cuentos de mayor extensión. Ha publicado en un libro antológico con otros cinco autores “Mentiras a doce manos”, Ediciones Mosquito y numerosos textos y crónicas en www.letrasdechile.cl. También en un “libro objeto”. Ediciones Asterión: “Homenaje a Juan Epple”. Crea afiches de homenaje a detenidos (as)desaparecidos (as) e intervenciones visuales que han circulado por distintos lugares de Chile y el extranjero y con motivo de diferentes conmemoraciones.
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Lilian Elphick
Monstrua III
Aspiro pegamento echada en la última esquina de esta ciudad amurallada. No soy pordiosera, pero la gente insiste en arrojar monedas a la geografía de mis cuatro faldas. Sé que el sol sale por ahí y que los perros cuidan mis cosas: el canasto vacío, la remendada capa roja. Mi abuela, antes de morir, me dijo: lleva en tu tobillo este ramito de romero. Y así lo hice. No me gruñen los malos espíritus, aunque a cada rato siento que el verdadero colmillo del lobo se entierra en mi estómago y retuerce los sueños del bosque, donde yo era una niña muy pequeña que estaba enamorada de su hambre.
Monstruo III
[cuando se me llueven las manos viene el loco a leerme el libro de las esperas me dice que confíe en esas horas malignas donde el hombre lobo traiciona a la luna escarmenando la lana del cordero me dice que tres deseos bastarán para sanarme del tiempo que cuelga del colmillo de un ángel me dice que la palabra entra y sale del hocico de Aión me dice que ya vendrán soledades mejores que sobe la pata de mono que beba mi sangre y toque y devore este espacio de escritura tan mío y tan tuyo: la única tibieza]
Monstruo V
Las teratologías señalan que soy abominable y un vulgar críptido. Gengis Khan y el ejército mongol jamás me soñaron huyendo por las estepas en un takhi de crines rebeldes; Marco Polo no me divisó en ninguno de sus viajes; Darwin no habló de mí. Sólo el Dalai Lama aseguró que era la duodécima reencarnación de Buda. No sé quién es Buda. Ni siquiera sé dónde vivo. Todo es blanco; yo soy blanco. Incluso, la peluda leyenda que vive conmigo, jugando a ser feliz.
Monstruo VI
Todo monstruo es también mago. De tanto aparecer, desaparece. Nadie lo ve ni lo escucha.
Yo, por ejemplo, trato de asustar a las damas, pero ellas abren sus paraguas para protegerse de la lluvia que les acaricia las manos y, luego, moja el ruedo de sus vestidos, tan largos como mi ansia. Y ese mismo temporal, combinado con un viento feroz, da vuelta los paraguas y los raja. Ellas gritan, mientras el armado fastuoso de sus cabelleras se deshace, y les chorrea laca y tintura por la cara; los ojos maquillados son una ruina. Las damas lloran aterradas; sienten que “algo” les sube por las piernas: una rata, una araña, una culebra. Y caen al suelo dando patadas, se revuelcan en el barro, profieren insultos, alborotan sus pechos, se abren al placer de mis babas, de mi torrencial impulso.
Las lluevo una a una, hasta que todos somos un charco evaporándose lenta y definitivamente.
Lilian Elphick
Nació en Santiago de Chile, en 1959. Es Licenciada en Literatura por la Universidad de Chile. Ha publicado La última canción de Maggie Alcázar (cuentos, 1990), El otro afuera (cuentos, 2002), Ojo Travieso (microrrelatos, 2007) y Bellas de sangre contraria (microrrelatos, 2009), Premio Mejores Obras Literarias Editadas, categoría cuento. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Santiago de Chile, octubre de 2010.
Es editora de la página web de la Corporación Letras de Chile (http://www.letrasdechile.cl) y directora de talleres literarios.
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Juan Armando Epple
Razones son amores
Alonso Quijano, rechazado por la molinera de la aldea, decidió terminar sus días lanzándose contra el molino de viento. Al verlo tan maltrecho, el bueno de Sancho, que algo sabía de amores, le puso unas compresas al destartalado hidalgo, inventó la aventura de los gigantes y lo demás es historia conocida.
El arte del realismo
Dos hombres descomunales les cerraron el paso, blandiendo sus lanzas como aspas de molino. Sancho se escabulló entre las piernas de uno de los gigantes, pero su amo recibió un golpe de refilón que lo lanzó por los aires. Después decidió cambiar la versión de los hechos. Si no hago, se dijo precavido, van a pensar que el loco soy yo.
(De Para leerte mejor, 2010).
Para mirarte mejor
Aunque te aceche con las mismas ansias, rondando siempre tu esquina, hoy no podríamos reconocernos como antes. Tú ya no usas esa capita roja que causaba revuelos cuando pasabas por la feria del Parque Forestal, hojeando libros o admirando cuadros, y yo no me atrevo ni a sonreírte, con esta boca desdentada.
Arte de amarte
Yo nunca fui llamado a conquistar Troya,
ni supe quién entró, finalmente, a la ciudad.
Tampoco me fue dado, después del largo asedio,
el predecible o justificado reposo del guerrero.
Mi lecho es una manta dura del color de mi piel.
Yo sólo fui otro gesto anónimo que te soñaba,
Helena, pero ayudé a labrar con estas toscas manos
la única evidencia que queda de esa historia:
ese terco caballo de la imaginación.
(De Con tinta sangre, 2004).
N. de la E.:
Las escritoras Gabriela Aguilera y Susana Sánchez leyeron los microcuentos de nuestro querido Juan Armando Epple, residente en Oregon, EEUU, el día sábado 6 de noviembre de 2010.
Juan Armando Epple
Nació en Valdivia, Chile, en 1946. Profesor de la Universidad de Oregón, EEUU.
Ha publicado:
Para leerte mejor, Santiago: Mosquito Comunicaciones, 2010; Con tinta sangre, Santiago: Editorial Mosquito, 1999. 2nd edición. Barcelona: Editorial Thule, 2004; Del aire al aire. Poemas. Las Palmas de Gran Canaria: Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 2000; De vuelos y permanencias. Poemas, Concepción: Ediciones Trilce, 1998; El Arte de recordar. Ensayos sobre la memoria cultural de Chile. Santiago: Mosquito Editores e Institute for the Study of Ideologies and Literatures, 1994; Actas del cazador en movimiento. Una autobiografía literaria. Con Patricio Manns. Santiago: Mosquito Editores, 1991; Para una fundación imaginaria de Chile. La literatura de Fernando Alegría. Lima: Latinoamericana Editores y Stanford University, 1987; Nos reconoce el tiempo y silba su tonada. Una autobiografía literaria de Fernando Alegría. Concepción: Editorial LAR, 1987.
Entre otros libros, ha sido antologador de:
MicroQuijotes. Barcelona: Thule Ediciones, 2005; Cien microcuentos chilenos: Cuarto Propio, 2002; Brevísima relación. Nueva antología del microcuento hispanoamericano. Santiago: Editorial Mosquito, 1999; Brevísima relación. Antología del micro-cuento hispanoamericano. Santiago: Mosquito Editores, 1990; Para empezar. Cien microcuentos hispanoamericanos. Con Jim Heinrich. Concepción: Editorial LAR, 1990; Brevísima relación del cuento breve de Chile. Concepción: Editorial LAR, 1989.
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Andrés Gallardo
Últimas palabras
La lealtad incondicional
El profesor Crovetto, ya viejito, nos decía “yo no le temo a la muerte. ¿Saben ustedes lo que a mí no me gusta de la muerte? Les voy a decir lo que no me gusta de la muerte: morirse es incómodo. No hay cómo morirse relajadamente.” Y cuando estaba de ánimo agregaba “mi gran contribución a la vida va a ser el haber luchado por una muerte lo menos incómoda posible” y, por si acaso, elevaba los ojos al cielo, como disculpándose, y decía en voz baja “bueno, digo yo.” Como todos lo queríamos tanto, le seguíamos el amén y, medio en serio, medio en broma, le deseábamos una cómoda muerte antecedida de unas últimas palabras memorables. Él nos agradecía.
A don Agostino Crovetto lo agarró la muerte de un sopetón, sin darle tiempo de avenirse. En plena clase de latín le vino un espasmo, dijo “no sé qué me pasa, me siento súper incómodo” y, en un débil suspiro final entregó su espíritu, quiero decir que se murió. En ese débil susurro final sus discípulos le escuchamos clarito testar sus últimas palabras, que se consignan aquí con respeto y con afecto: “pulsati et aperietur vobis”.
El Convenio
Don Avelino Azócar y doña Manena Cárcamo pueden no haber sido la pareja ideal, pero lo cierto es que se entendían de lo más bien, sobre todo en las cosas importantes, como por ejemplo, la planificación de la posteridad. Constantemente, don Avelino le decía a doña Manena “recuerda que, si yo muero primero, vas a anotar mis últimas palabras”, y doña Manena, invariablemente, respondía “de acuerdo, pero si yo me voy primero tu vas a anotar las últimas palabras mías” y ambos se aseguraban, a dúo: “en eso quedamos”.
El que don Avelino y doña Manena hayan muerto en un confuso accidente automovilístico es otra historia, es un hecho trivial, un hecho policial en el peor de los casos, tal como ese hecho sórdido de las disputas por la herencia. Lo sustancial es que el cementerio de Catillo hace mera justicia al consignar sus últimas palabras en la tumba unifamiliar: EN ESO QUEDAMOS.
El legado previsor
El tío Pepe Zavala contribuyó con una pequeña leyenda a la identidad de Quirihue: sus últimas palabras. Las últimas palabras del tío Pepe son de veras dignas de memoria: “La muerte orienta el sentido de la vida”, ni más ni menos.
El tío Pepe tomaba las cosas en serio y para que no cupiera duda alguna de que esas iban a ser sus últimas palabras las escribió a máquina, las pronunció en voz alta y entera, las metió en la carpeta de su testamento y luego guardó silencio. Esto no es una manera de decir: el tío Pepe no es que se muriera, sino que a partir de entonces guardó silencio. En Quirihue se hacían apuestas en el sentido de que no iba a aguantar mucho tiempo callado, pero nada: silencio profundo. La propia tía Albertina lo confirmaba, dando a entender que incluso esos momentos de intimidad marital se deslizaban en tórrido silencio. Los apostadores se fueron cansando y, varios de ellos, se fueron muriendo tras grises últimas palabras, y el buen tío Pepe se murió sin chistar a los setenta y nueve años, casi olvidado, si no hubiera sido por su legado. Es, pues, legítimo afirmar con orgullo que las últimas palabras de don José Manuel Zavala Moreira fueron “la muerte orienta el sentido de la vida.”
Más allá de toda duda
Hay ciertas cosas que se van dando por familia: he aquí que la tía Toní también decidió escribir sus últimas palabras. Cuando jubiló como profesora de francés del Liceo Número Uno de Niñas, la tía Toní escribió un texto que llevaba por título, precisamente, “Mis últimas palabras” y se lo entregó en un sobre lacrado a la Martita, con instrucciones de que se abriera solo después de su muerte. Cuando la tía Toní se murió, le hicimos un funeral muy breve, para poder leer de una vez por todas el contenido del sobre, que en lo medular, era el siguiente: “Mis últimas palabras. He vivido decentemente y he muerto decentemente. Dejo constancia de que lo de Luciano Parra Aldunate fue una relación mutuamente consentida de la cual no quedó más rastro, por lo que a mí se refiere, que un cierto regusto más bien amargo. Así es la vida. Todo aquello que malas lenguas hayan dejado entrever son infundios. Lo sostengo con la veraz franqueza que la solemne gravedad de las últimas palabras ha tenido siempre y siempre habrá de tener. C’est tout.” Eran unas últimas palabras, al menos para la familia, sobrecogedoras, aunque algo extensas para ser últimas palabras, de modo que optamos por decir que la tía Toní Lordereau, antes de dejarnos, dijo “c’est tout” y así lo consignamos en la nota fúnebre de El Mercurio.
Andrés Gallardo Ballacey
Nació en 1941. Profesor de lingüística en la Universidad de Concepción. Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua.
Principales publicaciones literarias: Cátedras paralelas (1985), La Nueva Provincia (1987), Obituario, relatos breves (1989), Estructuras inexorables de parentesco (2001), Tríptico de Cobquecura (2006).
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