Relatos del libre mercado

Por Juan Armando Epple

Retrato de un artista

-Mire, hasta el trabajo de vendedor de maní ya está tomado, y usted busca nada menos que un contrato como artista.

– …………………..

-Ya sé, ya sé. En estos tiempos todo el mundo se siente preparado para hacer maravillas. Pero, ¿no se fijó en esa fila que casi dobla la cuadra, con gente de todos los tamaños y condición, con cartas de recomendación de los alcaldes y hasta de asesores culturales?

– …………………..

-Por supuesto que en este sistema todos pueden tener una oportunidad. Sólo que los que están detrás de usted, empujando por el derecho a una entrevista preliminar, vienen a ocupar el modesto puesto de barredor del circo, tal como se anunció en el diario.

– …………….

– Ya sé que hay muchos artistas que empezaron así, o por lo menos dicen eso. Pero aquí, que yo sepa, no hay nadie que haya faltado a la función en los últimos años: el equilibrista está muy contento con su nuevo estado de viudez, el domador ya ni estornuda, el tragasables se ha recuperado y ahora hace el trabajo de dos, tenemos payasos hasta para deleitar simultáneamente cuarenta fiestas de cumpleaños, y los leones se han llegado a convertir en verdaderos miembros la familia.

– ………………

………………

– Bueno, para que no digan que no lo tomé en cuenta, allí tiene el trapecio. Suba a mostrarnos lo que sabe hacer.

– ………………

-Por supuesto. ¿Y qué creía? Este es un circo serio. Aquí no estamos para engañar al público con trucos baratos, o poniéndole redes a los actos de altura.

 ( ……………………….)

-No estuvo mal, realmente, no estuvo mal. En el primer salto mortal mostró precisión y elegancia. Lo de agarrarse con los pies, aunque haya usado zapatillas Nike, adquirida sin duda en «La Pinta Americana», no deja de ser original. Pero en ese doble salto a la inversa se vio que todavía le falta sentido del espacio: apenas alcanzó a colgarse de una corva, hizo girar en forma demasiado brusca el trapecio de recibo, y además se le ocurrió gritar cuando se venía al suelo. Usted comprenderá que no puedo ofrecerle al público, que ahora nos exige un espectáculo de real profesionalismo, estas escenas mal improvisadas. Pero para demostrarle mi apoyo a ese espíritu indomable del artista nacional, le voy a obsequiar una entrada para el show de este domingo: venga a ver cómo se desempeñan los maestros del arte del trapecio, estudie atentamente sus movimientos, y luego esfuércese por perfeccionar su propio estilo.

– ………………….

– ¿Y de dónde voy a sacarle una ambulancia? ¡ Esta es una pista, mi amigo, y no una Posta ! ¡Que pase el siguiente!

 

Entrevista

 

– ¿Podría decirnos cuándo sintió el llamado a la vocación?

– ¿A la qué?

– Que cuándo comenzó a escribir versos.

– ¿A cantar en las micros?

– A componer, vamos, y a ponerle música a sus poemas.

– De escribir, bueno, la verdad es que es el Olegario el que me los copia en un cuaderno. El todavía va a la escuela, porque en su barrio suelen dar almuerzo escolar.

 -¿Y cómo le viene la inspiración?-

 -¿La qué?

 -En qué circunstancias se inspira usted para cantar. ¿Lo motiva el renacer de la primavera, una puesta de sol, un recuerdo de amor, la sonrisa de un niño?

 – Lo que me inspira es la micro, sobre todo a la hora de mayor tráfico, cuando vienen más llenas.

– ¿Y qué es lo que espera de su auditorio: el reconocimiento artístico, una compensación económica, o la posibilidad de volver a vincularse con las raíces populares?

-Bueno, me conformo con lo que caiga. Hay pasajeros que paran la oreja para ver si hay alguna cosa de protesta, algunos pasan por el pasillo como si fueran dueños de la micro y me dan codazos, y yo tratando de cuidar que no me pasen a llevar la guitarra, otros miran por la ventanilla y se hacen los lesos cuando paso con el tarrito, y por ahí alguno se compadece y saca alguna monedita.

-¿Qué opinión le merece el circuito artístico profesional del país: lo considera extranjerizante, abierto a los valores nacionales, preocupado de los valores artísticos, o demasiado comercializado?

-Si hay que decirlo así como lo pone usted, la verdad es que el circuito en que me toca moverme está muy comercializado y extranjerizante: uno tiene que competir con toda esa gente que sube a vender sus cosas, y lo que más ofrecen son mercaderías de Taiguan. Me gustaría trabajarle al Metro, que es un circuito más moderno, pero allí no dejan.

 -¿En qué circuito artístico se ha desarrollado mejor: en la radio, la televisión, o los festivales?

– Bueno, el circuito que recorro más es Ovalle-Negrete.

 -¿Ha estado ligado alguna vez a una empresa de espectáculos a algún festival?

-Una vez le hice empeño para participar en el programa de «Sábados gigantes», en la parte esa de nuevos valores, pero no quedé seleccionado dizque porque ya habían demasiados concursantes.

-¿Ha estado vinculado alguna vez a un centro universitario, a una Municipalidad o a alguna institución cultural privada?

-A la Municipalidad, le trabajé un tiempo al PEM, pero ahí se gana mucho menos.

– O sea que usted es un artista autodidacto.

– No, la verdad es que tampoco me alcanza para eso. Casi siempre me vuelvo a pie a la casa.

 

Vino de honor

Tras la presentación de Piedras bajo el arroyo, del insigne poeta Valentín Volante (pseudónimo) se sirvió el esperado Vino de Honor.

Al calor de las copas, el poeta se acerco al crítico Mario Maluenda (pseudónimo) y le dijo campechanamente, como era su costumbre: ¡Qué le pareció, maestro!

El crítico, con un lenguaje de doble filo, como era su costumbre, le respondió:

 El título de su libro capta muy bien el peso que conllevan los poemas hasta para el lector mejor dispuesto. No precisa mayores comentarios.

El poeta tardó  un rato en captar la intención de esas palabras.

 Cuando buscó  al crítico, éste ya se había ido.

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Juan Armando Epple