Microcuentos de Denise Fresard

Clon

Ella cruzó la calle y me senté en el café de la esquina. Extendió un pequeño periódico frente a mí. Se puso los anteojos y vi mucho mejor. Se bebió el café reconfortándome. Luego quedó extasiada por el sol de la tarde y me relajé contra el respaldo de la silla. Muy pronto llegó él. Ella sonrió. Él se sentó junto a mí. No dijo nada cuando él me besó. Tomó su brazo y me fui caminando por el boulevard. Se veía divertida y enamorada. La envidié.

Fantasmas urbanos

El sol desaparece en el horizonte dando un último resplandor. Las tinieblas inundan los valles y llega hasta las montañas por donde surge una luna redonda, adornada de nubes. En la ciudad las calles siguen llenas de gente que va y viene, con su vida y su muerte a cuestas, cada uno con sus propias almas en pena. Espíritus perdidos en medio del tráfago de la vida moderna, descreídos, despreciados, como si la presencia de ánimas fuera cosa de otros tiempos.

 

Orinoco

En medio de las fogatas y los tambores, escuchó la sentencia de su propia muerte.

Sabía que no podía ser de otra manera. Al revelar la profecía, aparecieron –por fin- las carabelas.

 

Mujeres al volante

-Por favor no aceleres tanto en las curvas, ándate mejor por la derecha.

-Está bien.

-Pasa a este tarado que va por el medio ¿qué se cree?

-Bueno, ya estaba señalizando.

-Acá no debes ir a más de ochenta. En la subidita están los pacos.

-No te preocupes, voy bien, conozco el camino y el reglamento.

-Ándate por la izquierda mejor, que van camiones a la derecha.

-Relájate, yo sé cómo hacerlo.

-¿Pero no entiendes? ándate por la izquierda y señaliza para que te vean.

-Está bien, pero déjame tranquila, de verdad, que me estás aburriendo.

-Ahora debes cambiar de pista, señaliza. ¿A qué velocidad vas?

-Déjame en paz o te voy a dejar aquí mismo en el camino. ¡No molestes más!

-El problema es que no entiendes que debes ir por el otro lado, ahora adelanta este camión, acelera.

-Voy a parar. O me dejas manejar o te bajas ahora mismo.

-Eres insufrible, está bien ándate por donde quieras y como quieras. ¡Para! ¡Para aquí!

 

 Una práctica de siglos

 

 Sonrió empujando la tapa que lo cubría y un resplandor  brotó de su sonrisa seca. Habían pasado ciento cincuenta años desde la última vez que salió del cofre donde dormía. Sacudiéndose caminó a paso firme dejando atrás el cementerio en medio de la niebla. Se juró a sí mismo no volver a permanecer tanto tiempo encerrado en esa incómoda caja. Después de todos estos años esperaba encontrar una ciudad corruptible, llena de inocencia y pureza. Se solazaba pensando en la ingenua existencia de hombres y mujeres que no sospechaban de la plaga y el mal que hacían posible la presencia de él en el mundo. Volvió a sonreír al sentirse malo entre los buenos y supuso lo fácil que sería alimentar su descompuesto espíritu con la sangre de los cándidos e infectar la puerilidad que debía reinar en la ciudad tras su ausencia. Sin poder contenerse lanzó una diabólica carcajada quebrando el silencio de la noche. De inmediato le respondió un eco aterrador y escuchó estupefacto aquella respuesta que traía un sonido aún más tenebroso que el suyo. Caminó por las calles vacías ignorante de lo que ocurría al interior de las casas y aunque no le fue difícil conseguir un par de dóciles víctimas para saciar su apetito, no logró explicar aquella respuesta de espanto y se apresuró a volver antes del día.

Algunas noches volvió a merodear. Nunca se imaginó que la ciudad se extendía tanto más allá de aquel cajón que lo ataba. Noche tras noche pudo advertir que era muy usual alimentarse de sangre, que no era sólo para él que la vida de los otros era un bien intercambiable, que se podía tomar a beneficio personal. Encontró malvados y primitivos, descuartizadores, criminales, perversos, depravados, inmorales de distinto rango y posición. Se dio cuenta que le llevaban bastante delantera. No le quedaba más remedio que esperar,  dejar pasar el tiempo, volver a la urna donde seguiría soñando un mundo para cultivar su comprometida condición de vampiro.

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 Denise Fresard Moreno

 Estudió Literatura en la Universidad de Chile.

Se ha desempeñado como editora, docente e investigadora.

En 1997 dirigió el primer taller literario en Balmaceda 1215, que dio origen al libro “10 Años de Poesía en Balmaceda”.

En 2004 publicó la investigación “Una Re-visión al Rostro de Chile” que sirvió de catálogo a la exposición de 10 fotógrafos chilenos.

 

En 2007 publicó el Libro “Antonio Quintana 1904-1972”.