Daniel Sánchez Bonet

Castellón, España, 1982, miembro de la recién nacida Internacional Microcuentista y autor del blog de microrrelatos: microrrelatos a peso. Licenciado en Humanidades y Master en Periodismo de Agencia.

Ha publicado en varias revistas literarias especializadas en el género y una decena de mis textos han sido galardonados con menciones literarias, así como recogidos en varias antologías.

 

Juventud y literatura

Hace varios minutos que unos jóvenes me están observando de reojo desde el otro lado de la ventana, en las afueras del bar. De vez en cuando, los pillo y ellos sonríen como si la cosa no fuera con ellos. Tal vez sólo pretenden entretenerme, mientras yo sigo a lo mío, tecleando un nuevo microrrelato en el portátil. No es un secreto a voces, pero no hay que ser muy culto para darse cuenta de que la literatura y los jóvenes actuales no congenian demasiado. Cuestión de modas, ahora gusta más el fútbol o esos programas basura de la televisión ¡Qué se le va a hacer!

Cuando vuelvo del baño -una pausa siempre es bienvenida- mi ordenador ha desaparecido de la mesa. Los muchachos también.

¡Estúpidos adolescentes!, sonrío aliviado: ¿qué se creen esos desalmados que no los he guardado en mi pendrive?

 

Matrimonio radiofónico

Le pidió matrimonio por la radio mientras esperaba justo debajo de su ventana. La locutora y los oyentes pronto se emocionaron: cuenta, cuenta… ¿tiene la persiana subida?, ¿hay luz?, ¿nos está escuchando?…

A los poéticos silencios de la radio le siguió un sonido atronador. Algo había caído desde el cielo.

 

Madre e hijos

Los reproches diarios de su madre no tenían fin: Armando ordena la habitación, Armando hazte la cama, Armando pon cada cosa en su sitio…

A su hijo, por decreto, no le quedaba otra que asentir con la cabeza: sí mamá, ya voy.

En dos horas, agotado, Armando logró poner orden y su escritorio dejó de ser un mosaico de iconos y carpetas, su lista de favoritos un interminable caos de direcciones y su correo electrónico un almacén de mensajes promocionales. Por último, vació la papelera.

Él, por lo menos, reciclaba.

 

Puntos

Los puntos pueden cerrar frases o novelas. También, abrirnos la piel, avisarnos de la peligrosidad en un tramo de carretera o hacernos morir de placer. Nos podemos además apoyar sobre ellos y a veces es bueno ponerlos sobre la íes, sobre todo si la cuestión no está del todo clara. Pero ¡cuidado! Porque si alguien descubre los nuestros, podrá conocer también nuestras debilidades. Así son los puntos, de muchos tipos y significados distintos. Depende siempre desde donde los mires. Armando, aquella tarde de gloria, los miró de frente, con precisión.

A él, los puntos le convirtieron en leyenda del baloncesto.

 

Decisiones

Leocadio nunca decidió venir a este mundo aquella madrugada de septiembre. La comunión la tomó porque así lo marcaba la tradición familiar. Sus sobresalientes en la escuela llenaron durante mucho tiempo el orgullo maltrecho de su padre. Su primer y único amor, Lucía, le traía en mente una foto en blanco y negro de su madre. Su boda, fue el día más importante para sus familiares más cercanos. De su trabajo, siempre le dijeron que dignificaría su alma. La hipoteca logró por fin pagarla después de 35 años…

Una noche, Leocadio apareció colgado de una cuerda en la cocina de su apartamento recién costeado. Ese mismo día, nadie supo a dónde se dirigía, ni siquiera sus padres.

La longitud y grosor de la cuerda las eligió él mismo.

 

Despiste

Cuando llegaron al aeropuerto se dieron cuenta de que se habían olvidado los billetes, los certificados de las vacunas y el pasaporte ¡Vaya despiste! Al llegar a casa, cabizbajos, los encontraron junto al bebé.

 

Ración de microrrelatos

Es cierto que al principio a Armando le costó decidirse, pero la primera ración de microrrelatos que esa mañana le sugirió el camarero corrió a cargo de la casa. Después, en la segunda, le ofrecieron un sugerente descuento y a la tercera, Armando ya ni se acordaba de que llegaba tarde al trabajo. A la cuarta ración, le obsequiaron con un menú del día y a la quinta, le volvieron a servir el café corto con leche de todas las mañanas. Ya con la sexta, vio anochecer y por fin, cuando Armando estuvo a punto de degustar la séptima, Paquito, el dueño del bar, echó el primer cerrojo. Por suerte, la última ración de sabrosos microrrelatos se la envolvieron para llevar.

Horas más tarde, el teléfono del bar seguía sonando, pero allí estaba terminantemente prohibido cogerlo. Tampoco había tiempo.

Mañana tenían que entregar el nuevo pedido.

 

Pesadilla

Estás con ella en la cama, a solas, y con la luz apagada. La abrazas, la aprietas con pasión, le susurras cosas, la acaricias, le das la vuelta y sigues besándola hasta que, por fin, la vuelves a colocar en su sitio, bajo tu cabeza.

 

Precauciones

Leocadio es uno de esos tipos precavidos que antes de tocar nada, se sienta en una silla, desenvuelve con mimo el manual de instrucciones y termina por leérselo. Así, de cabo a rabo: con puntos y comas.

De momento, no le va nada mal. Lleva más de 30 años con su mujer.