Por Graciela Bialet
Quince años hablando de lectura. Una década y media trajinando buena literatura. 411 intelectuales y más de 16.000 docentes participando, desempolvando 45 días de foro en 15 años. Un mes y medio… ¿Se puede imaginar un mes y medio de corrido hablando de lectura en Argentina? …
Y en qué Argentina… Desde 1995 hasta este 2010 pasaron muchas cosas en nuestro país. Ocho presidentes, algunos de apuro. Tres leyes de educación, una de ellas casi logra destrozar nuestro sistema educativo… Políticas de lectura para pensar en leer, para hablar de leer, para no leer, para ponerse a leer de una vez por todas… Y es a esta última intención ala que podemos certeramente vincular la historia de los Foros de fomento del libro y la lectura que organiza la FMG, a la cual me siento orgullosa de pertenecer y que me halaga invitándome a cerrar este foro -“niña bonita”-número 15. Desde este escenario durante una década y media se han escuchado voces, teorías, reflexiones pero también propuestas concretas y datos verificables acerca de cómo en nuestros países, los libros, la literatura y la lectura son aun realidades posibles. Hace quince años pocos hablaban de lectura. Muy pocos. A nivel público de gestión oficial había habido algunos buenos intentos, liderados por las recordadas Hebe Clementi en Buenos Aires y Malicha Leguizamón en Córdoba, pero con discontinuidades acordes con la falta de políticas públicas de lectura, que recién hace poco más de un lustro se instalaron en las agendas estatales. Pero este país ave fénix siempre tuvo a resguardo una reserva proveniente de la sociedad civil, con propuestas que sostuvieron la llama de la lectura como un trofeo impostergable para nuestro pueblo. Esas persistentes luces nos fueron dando la posibilidad de creer que era posible seguir buscando esta causa cuasi-perdida de la lectura. Tal el caso de la Revista Puro Cuento, aparecida en 1986, a tan solo tres años de recuperada la democracia fue un intento por volver a posicionar la lectura literaria. Se planteaba desde su primer número como material de lectura bimestral. Con 36 números, cerró su ciclo en 1992. Seis años remando contra la corriente del “oportunismo culturoso”, de decir qué importante es hacer cultura, pero no hacerse cargo de contribuir a su continuidad. Tres años más tarde, la Fundación Mempo Giardinelli casi como una persistente utopía, reaparece instalando en el país estos foros de fomento del libro y la lectura que hoy celebramos. Foros que pusieron en cuestión variados, creativos e intercambiables posicionamientos, tertulias magistrales, conferencias literarias, intelectuales inolvidables con propuestas laboriosas para repensar la cultura en nuestro continente y el mundo desde el enfoque de la importancia de la lectura, la expresión y la educación literaria, a sabiendas de que si para algo NO sirve la literatura es para reportar dividendos educativos o didactistas. Y es que la cultura no “es rentable”, no tiene por qué serlo. No es una inversión. Tampoco un costo reembolsable. La cultura es imprescindible, inevitable. Es lo que hacemos y los por qué dejamos de hacer. Es lo que leemos y lo que NO leemos. Es lo que hemos visto y oído en arte, y lo que NO hemos podido interpretar o disfrutar. Al igual que la felicidad no es rentable, no es lucro, no todo es ni debe ser pensado como un negocio. Con esta idea nos ha impregnado el mundo materialista del dinero en casi todos los órdenes de la vida, y así, bajo el lema “si no se gana, se pierde”, siguen desapareciendo bosques, montes, se contamina el mundo acosta de lo único que realmente poseemos: la vida y nuestra humanidad. Podríamos decir que la generación de cultura es como la vida misma, como la educación y como la salud. El concepto INVERSIÓN –con su carga semántica puesta en el economicismo- no les cabe, sencillamente porque no son bienes trocables. Sin salud hay enfermedad, o sea extinción, muerte. Sin educación hay ignorancia, es decir, personas y pueblos sin posibilidad de libertad para vivir mejor. Sin cultura… no hay palabras para definir el antagónico, porque no existe un grupo humano sin cultura, o se sostiene por la cultura que libremente produce (porque tiene salud y está viva, porque tiene educación y conoce) o se A-CULTURA con los productos culturales impuestos por los dispositivos del poder. De estos procesos de aculturación aprendió mucho la televisión que en los últimos años hegemonizó la cultura dominante (basta pensar en la larga lista decanales, cuán pocos son nacionales y dentro de ellos, cuáles son los mensajes culturales que producen). La cultura debe entenderse como un ordenador simbólico que sostiene la legitimación de la reproducción de las relaciones de dominación, donde determinados(…o predeterminados…) significados hacen legible el mundo.1Los estados democráticos deben asignar vastos presupuestos a educación, salud y cultura, para ser bien usarlos, para gastarlos (que no es sinónimo de “despilfarrarlos”), gastarlos como se gasta el tiempo y el dinero en lo que es bueno, en lo que es importante, en el progreso, el desarrollo: en la felicidad que emerge de lo próspero; porque sin educación, salud y cultura NO hay pueblos realmente libres, y sin pueblos libres no hay verdaderas democracias. La lectura no solo no da dividendos monetarios, tampoco es fiable. Porque quien lee accede a herramientas de conocimiento para conocer más, para pensar más, para elegir más, para exigir más. Leer es subversivo, pues con cada lectura el pensamiento se modifica, una idea nueva transgrede a la anterior. Leer pone en funcionamiento la libre interpretación, la autonomía, el poder implacable de cada individuo interactuando con el pensamiento de otros, y es precisamente esta cualidad la que convierte al acto de leer en un hecho político. Recordemos que por eso leer en sus orígenes estaba en manos de muy pocos, y esos pocos definían con mirada panóptica, cual faro en el penal, el control sobre muchos. Tres siglos pasaron luego de la invención de la imprenta, para que el “poder” de la lectura fuese transferido al pueblo, sin embargo, con el auge tecnológico y materialista del Siglo XX, cambalache, Biblia y calefón, escuela, democracia, internet, guerras frías, guerras explosivas, dictaduras y genocidios, quema de libros, palabras prohibidas, políticas públicas para que NO pulularan lectores… Otra vez el cerrojo, el control… contramarchas al sentido liberador de la lectura. Lectores opacados. Lectores censurados. Lectores que jamás tuvieron posibilidad de conformarse como lectores. El arte y la lectura para unos pocos. El genuino lector, nos recuerda Ricardo Forster(2),citando al filósofo Walter Benjamin, es aquel que encuentra en el mundo proliferación, multiplicidad de sentido, una oportunidad más. Oportunidad… qué gran concepto. La lectura no nos convierte mágicamente en mejores ni en peores personas. Sí nos da oportunidad de pensar, de salir y entrar de uno hacia otros, de ampliar puntos de vista, otras miradas, otras realidades, otras fantasías. Ese andar del pensamiento lector en movimiento es precisamente el que articula nuevas posibilidades. Establecer contacto a través de la lectura con uno mismo y con otros pensadores nos convoca al núcleo de la historia humana, nos reúne con estrategias de grupo que se consolida, protege y potencia generando vínculos de empatía, poniendo así y por carácter transitivo en juego el valor transformador de sociedad. Al leer entran en acción no sólo procesos cognitivos, sino también emocionales. El lector adhiere o no, se rebela, suda, se enfurece, goza, odia, desespera… vive la vida propia en otros y viceversa. Y esto hace a lo político, a lo social, a lo colectivo, en torno a ideas y pensamientos que circulan, construyendo nuevos universos simbólicos.
Estas acciones que provoca la lectura son, precisamente, estrategias opuestas a las del modelo del individualismo que impulsa la ideología neoliberal, que usando alegorías descalificadoras de lo colectivo y a lo popular, propicia teorías hedonistas en torno a individuos aislados (“sálvate tú mismo”… que es lo mismo que decir “sálvate tú solo”…), fáciles presas del consumo, sin oportunidades de intercambiar con otros más que bienes materiales y pocas, muy pocas ideas para discernir, reflexionar, criticar o adherir. La lectura, y sobre todo la literaria por su condición artística, posibilita ser oportunos, ser pertinentes a la hora de fantasear y elegir lo que queremos creer y soñar, lo que necesitamos o queremos ser. Genera circuitos de pensamiento que movilizan nuevas representaciones, otras versiones para pensar el mundo, nuestra realidad y la de nuestro entorno. Cabe preguntar entonces: ¿Ser oportuno para pensar y actuar, a quién le sirve? ¿Qué se presenta como oportuno en una sociedad consumista, donde el individualismo y el mercado intentan imponerse por sobre todo lo que no sea “comprable”, “redituable”? ¿Es oportuno que la gente lea en el marco de las propuestas de colonización cultural impulsadas por el capitalismo global? ¿Qué, en tal caso, es propuesto como lectura? ¿Será casualidad que los grandes best seller sean autobiografías de “ricos y famosos”, los textos de autoayuda, y para jóvenes en los últimos años giren en torno a modelos sociales de estructura medieval (Harry Potter, Narnia), o de ultratumba y oscurantismo, todas éstas rentables marcas culturales de la posmodernidad neoconservadora? Callejones y coartadas para imponer nuevos paradigmas a hora de proponer reposicionar el valor simbólico y político de la lectura. Una parafernalia de discursos los apuntala. Nadie se paró en un púlpito, desde la dictadura a esta parte de la historia argentina, a decir que leer era peligroso o perjudicial. De hecho hasta se podría decir que se puso de moda hablar de la importancia de la lectura, de las prácticas de lectura, de las teorías sobre la lectura, las evaluaciones sobre comportamientos lectores y las estrategias para medir competencias lectoras. Hablar de competencias lectoras no es lo mismo que conceptualizar recorridos en la formación de un lector, como un saber, como una oportunidad. Por eso es preciso volver a repensar toda la terminología que se pone en circulación tras el sencillo y contundente acto de leer. Como plantea Jaime Martínez Bonafé,(3), los vínculos de dependencia de la educación al economicismo, en el marco de un capitalismo voraz, fue naturalizando el discurso neoliberal, modificando el lenguaje, generando otros nuevos, utilizando o reutilizando palabras a su servicio con el “noble” fin de mejorar prácticas educativas. Así, la escuela pudo plantearse como una empresa educativa, las personas como sujetos, el sujeto como un recurso humano, las familias como socias, el profesor como un gestor de aula y como un promotor de aprendizajes; la educación como inversión, al hablante de un idioma –que lo define y da identidad- como usuario de la lengua, el saber y los conocimientos como competencias que se enumeran y jerarquizan en función de su aplicación a problemas concretos. Siguiendo esta línea conceptual, el aprendizaje se asoció prioritariamente al rendimiento y a los resultados. Educar para el trabajo, no para saber. Los contenidos de aprendizaje porque sí, los porque se me da la gana, los de herencia cultural, los para pasar el rato, los para ser feliz no entran en esta tabulación escolar; esas razones para aprender quedaron fuera, para la calle, para la vida cotidiana, para los como se pueda y lamentablemente también, para nunca. La lectura tiene mucho más que ver con estas razones deconstructiva fruición que con las competencias. Competencia etimológicamente implica saber qué hacer. Como dice el DRAE en su segunda acepción, es: “Pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado”. Pero la primera acepción del término competencia en ese mismo diccionario es:“Disputa o contienda entre dos o más personas sobre algo. Situación de empresas que rivalizan en un mercado”. O sea que podría suponerse que hábilmente ambas acepciones de la palabra competencia pueden haber sido yuxtapuestas semánticamente, justamente en el período de auge de las políticas delos 90, redefiniendo el término para ser utilizado en educación, en función de referir a la noción de medir, (no intercambiar), pericia e idoneidad cuál fuera en una carrera de supervivencia a ver quién llega primero, o lo hace mejor. ¿Importa tanto en qué lugar en la escala de la evaluación Pisa –que mide competencias sobre comprensión lectora-, estén posicionados países que adhieren a este tipo de monitoreos? ¿Para qué sirven esas mediciones? ¿Para refinanciar desilusiones a largo plazo? ¿En qué carrera estamos? ¿O será no más un insumo para justificar la existencia de cierto organismo como la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico) (4)–que propicia y financia la evaluación Pisa-, institución internacional que casualmente NO se dedica a la gestión educativa, sino a la financiera?
La OCDE (1961) es un club de países ricos -que producen las dos terceras partes de los bienes y servicios del mundo- dedicado al estudio de problemas económicos y ala coordinación de sus políticas. Es el organismo heredero la Organización Europea de Cooperación Económica creada en 1948 para administrar los fondos del Plan Marshall y fomentar la liberalización del comercio intraeuropeo. Uno de sus objetivos es fomentar acciones específicas en enseñanza, tecnología, mano de obra, la agricultura porque actúa como centro de decisión que coordina políticas de los países ricos y de organismos internacionales. Entonces, en este contexto podríamos preguntarnos: ¿Será casual que la OCDE mida competencias lectoras?¿Un lector competente es el que sabe lo que hace con la lectura, y no solamente el que compite?…¿Es lo mismo medir competencias que ocuparnos de educar a un lector en la sensibilidad, la cooperación, la solidaridad, la esperanza, entendiendo a la lectura como un acto de entrega y de creación? Saber hacer y tener habilidades, experticias, quizás sean buenas prácticas para la producción y el empleo; pero si esas energías no están puestas para la causa humanista, NO nos sirven. Sabremos qué hacer si intercambiamos comprometidamente saberes, ideas, conocimientos, (y ya sabemos que sin lectura no hay conocimiento), si somos capaces de entendernos como un tejido social y natural que respeta y pondera la diferencia como un valor positivo, la felicidad como un derecho, y si actuamos a tiempo para no ser cómplices, ni aun por omisión, de los hacedores de las vergonzosas fisuras por donde se caen los más vulnerables. Estamos recuperando sintonía latinoamericana, honrando a nuestros legítimos próceres, de los patriotas hablo, como San Martín y Bolívar, no de los genocidas que aun falta descolgar de los cuadros y estatuas de nuestra historia, contada “oficialmente” por los defensores de las clases dominantes, (por eso leer incomoda, porque el lector halla otras versiones, es terrateniente de palabras…).Como enseñó Freire, clara e ideológicamente posicionado en la emancipación de los pueblos alienados, oprimidos, HABILITAR la palabra, (darla al otro), es también HABITARLA; y es a través de la lectura de la palabra, que se aprende, ante todo, a leer el mundo; entonces así el hacer (en este caso leer) se convierte en quehacer(con lo que se lee, claro).Decía Freire: “Nadie lee o estudia auténticamente si no asume, frente al texto o al objeto de la curiosidad, la forma crítica de ser o de estar siendo sujeto de la curiosidad, sujeto de la lectura, sujeto del proceso de conocer en el que se encuentra. Leer es procurar o buscar crear la comprensión de lo leído”.(5). Entonces el para qué,
el por qué, el contexto, la otredad, lo social, lo político de la lectura se sostiene en una concepción humanística cuya finalidad es “desvendar la razón de ser del mundo”. La inolvidable reina de estos foros, Graciela Cabal, aseguró que los lectores son gente rara “quieren cambiar el mundo y creen que los libros pueden ayudar al cambio. Son alucinados, fabuladores, impredecibles, soberbios, temerarios, fetichistas. Inclinados a los placeres solitarios y a los paraísos artificiales”. ¿Y estos van a DESVENDAR, a desenmascarar la razón de ser del mundo?”, preguntaría seguramente… Y sí, estos lectores. Porque un lector sabe que hay mil maneras de leer una misma realidad, sabe que la mirada abarca infinitas luces desde una misma página. DESVENDAR… otra maravillosa palabra. Un concepto propicio para esta ocasión. Hace quince años que en estos foros venimos a desvendar la razón del mundo, de la lectura del mundo… y por ende, desvendarnos las ideas… las piernas cansadas de trajinar tanta patria abofeteada… Pasamos del estremecimiento que sucede posterior a un gran cataclismo, como lo fue socialmente la dictadura, a desvendarnos los ojos y la boca embuchada de palabras que buscaban modos de salir de la cueva para corroborar que los libros, como dice Mempo, fueron un desaparecido más. Desvendar la razón perdida de un mundo que se globalizó planetariamente tendiendo una burbuja de neón donde nada de lo que debiera ser del pueblo iba aquedar en manos del pueblo porque en pocos bolsillos iba a estar mejor administrado e iba a ser rentable… ¿rentable para quién? De a poco estamos desvendando estas burdas patrañas. De a poco. A los ponchazos. A puro cuento, a pura lectura, seguimos aquí, en Resistencia, resistiendo, repitiendo una y otra vez que nuestro pueblo no dejó de ser lector porque es tonto, que los docentes no dejaron de leer porque sí, otra vez recordando que fue con un propósito, el de VENDARNOS, maniatarnos, despojarnos de lo realmente nos pone de pie, frente a frente, de igual a igual, de persona a persona… Estamos acá… Yo desvendo, tú desvendas, nosotros desvendamos, todos desenmascarando las razones por las que vale la pena seguir leyendo. Estamos juntos habilitando y habitando palabras y significaciones que no quieren ya ser omitidas. Aquí, hablando de política y lectura, bicentenariamente orgullosos y felices, haciendo cultura lectora.
(1)Bourdieu, Pierre (1999) La miseria del mundo, FCE, Bs.As.
(2)Forster, Ricardo (2009) Los tejidos de la experiencia en Experiencia y alteridad eneducación, compilación de C. Skliar y J. Larrosa, Homo Sapiens, Rosario.
(3)MARTINEZ BONAFÉ, J. (2004)”La Formación del Profesorado y el discurso de las competencias”, Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado.
(4)OCDE (Organization for Economic Cooperation and Development OECD) Fuente: http://www.eumed.net/cursecon/16/16-3.htm
(5)Freire, Paulo. Cartas 31
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(Conferencia leída por Graciela Bialet en el acto de cierre del 15º Foro Internacional de Fomento del Libro y la Lectura, Resistencia, 2010).
Graciela Bialet es escritora y educadora. Nació y vive en Córdoba, República Argentina. Completó estudios de Profesora de Enseñanza Primaria, Comunicación Social (UNC) y Licenciatura en Educación (UNQ) y Máster en Promoción de la Lectura y literatura infantil (Universidad de Castilla La Mancha, España).
Colabora desde 1985 en la Programación de la Feria del Libro de Córdoba. Entre 1993/2006 dirigió las Jornadas de Educación en dicha Feria. Inició los talleres literarios para niños El club de los chicos cuenteros y El Club de los peludos de regalo.
Dirigió la Biblioteca Provincial de Maestros de Córdoba. Allí creó y coordinó, 1993/2007, el programa de promoción de la lectura: VOLVER A LEER, para escuelas de Córdoba. La OEI y CERLARC reconocieron dicho programa por su continuidad y desempeño desde una órbita estatal (2005); y la Fundación El Libro de Buenos Aires le otorgó el Premio PREGONERO INSTITUCIONAL (2007).
Fue referente jurisdiccional del Plan Nacional de Lectura, de la Campaña Nacional de Lectura y del Proyecto Bibliotecas Escolares República Argentina, 2003-2007. Asesora en Promoción de la Lectura a la Fundación Mempo Giardinelli.
Desde 2008 trabaja en el Plan Lectura del Ministerio de Educación de la Nación, coordinando acciones de lectura en cinco provincias argentinas y sus publicaciones pedagógicas.
Como escritora aborda géneros de la Literatura Infanto juvenil, la novela, el ensayo y textos pedagógicos para niños y para docentes. Elaboró diseños y desarrollos curriculares de Literatura y de Lectura.
Posee más de 25 obras publicadas en editoriales nacionales e internacionales, en antologías y publicaciones especializadas. Recibió varias distinciones: por textos pedagógicos, por su obra literaria y por la labor en promoción lectora, varios de ellas por su labor en defensa de los derechos de los niños.
Sus obras más difundidas son las novelas para jóvenes «Los sapos de la memoria», «Si tu signo no es cáncer» (libro Destacado por ALIJA 2004 y Favorito A leer IBBY México, 2008), «El jamón del sánguche» (Grupo editorial Norma) Y «Nunca es tarde» (del Boulevard). Los libros para niños: «Neón, el perro reloj» (Anaya); «Caracoleando» (E.D.B); San Farrancho y otros cuentos» (CB); «No tengo miedo» (Homo Sapiens).
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…